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·22 novembre 2024
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El gesto de los jugadores de Atlético Bucaramanga, tapando sus bocas y el escudo del equipo, marcó un fuerte posicionamiento respecto a las decisiones disciplinarias en el fútbol colombiano.
Este acto simbólico, motivado por el desacuerdo con las sanciones al técnico Rafael Dudamel y al jugador Fabián Sambueza tras cuestionar el arbitraje del partido frente a Boyacá Chicó (1-1), desató un nuevo capítulo de tensión entre los clubes y las autoridades de la Liga BetPlay.
El Comité Disciplinario respondió contundentemente a esta manifestación. Así lo dice en la Resolución No. 105 de 2024. Los titulares de Bucaramanga fueron sancionados con una multa de $1.300.000 cada uno, amparándose en el numeral 3 del artículo 73 del Código Disciplinario Único de la FCF. Esta norma prohíbe emitir conceptos irrespetuosos contra las autoridades del campeonato, algo que, según el boletín oficial, se evidenció tanto en el acto simbólico como en las declaraciones posteriores a la rueda de prensa. La acción disciplinaria busca, aparentemente, reforzar el respeto hacia las decisiones arbitrales y la institucionalidad del torneo.
Sin embargo, esta sanción levanta interrogantes sobre la libertad de expresión de los jugadores y el derecho de los equipos a manifestar su descontento ante situaciones que consideran injustas. Si bien el reglamento es claro en cuanto a las prohibiciones, la forma en que los jugadores eligieron expresar su posición fue creativa y simbólica, sin caer en agresiones directas. ¿Es este tipo de protesta motivo suficiente para ser multados, o se trata de una medida desproporcionada que silencia voces críticas en el fútbol nacional?
Este caso pone de relieve la necesidad de encontrar un equilibrio entre el respeto a las normas disciplinarias y el derecho a la protesta. Más allá de las sanciones, la situación evidencia un malestar generalizado con el arbitraje y la gestión disciplinaria en la liga. Urge un diálogo entre clubes y autoridades para evitar que este tipo de tensiones sigan escalando y garantizar que las críticas legítimas no se conviertan automáticamente en actos sancionables. El fútbol colombiano necesita reglas claras, pero también espacios donde las voces de sus protagonistas puedan ser escuchadas sin temor a represalias.
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