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·8 janvier 2025

El Kaabi en el Monte Olimpo

Image de l'article :El Kaabi en el Monte Olimpo

Vivo con la sensación de que antes las cosas eran más simples y sólidas. Hacía falta un verbo para describirlas y se consumían calendarios antes de cambiar o desvanecerse. Hoy, hasta el hecho más anodino parece cubierto de una extrema complejidad y se muestra tan endeble como inalcanzable. Cuesta entender cómo y por qué pasa todo lo que sucede. En un mundo colmado por el Big Data, la inteligencia artificial y el Bitcoin se nos olvida que hay veces en que el orden de los factores no altera el producto.

Pregúntenle a Ayoub El Kaabi si no, que debutó donde otros viven el ocaso de su fútbol entre lingotes de oro y va camino de retirarse donde esos mismos forjaron su leyenda. Rollo Benjamin Button. Tras sus primeros pasos balompédicos por su Marruecos natal, saltó a la opulenta China, antes de seguir su periplo por Turquía y Qatar. Gracias al gol, la llave maestra del fútbol, llamó la atención en el Pireo y fichó por Olympiacos. Una temporada después tiene reservado un espacio privilegiado en el Monte Olimpo y, a sus 31 años, la gran Europa coquetea con él.


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Por el momento es en Atenas donde tiene su taller, incansable como una rave de Pocholos, donde corta, lija, embalsama y moldea a una velocidad fulgurante. Tanta, que temporada y poco le ha bastado para acumular 50 goles con su -ya querido- Olympiacos. Sin amagos de altanería y con la timidez de aquel que se mira las zapatillas como si tuviera los chistes escritos en los cordones, El Kaabi ha empezado a esculpir su estatua, adelantando por la derecha a grandes leyendas que pasaron por el club griego, pero que su afición condenó al ostracismo. Como Rivaldo, más recordado en el Pireo por camorrista que por crack.

Gracias al gol, la llave maestra del fútbol, llamó la atención en el Pireo y fichó por Olympiacos. Una temporada después tiene reservado un espacio privilegiado en el Monte Olimpo y, a sus 31 años, la gran Europa coquetea con él

Es ya inevitable, sin embargo, que el recuerdo de El Kaabi en Olympiacos sea sempiterno. Con el permiso de una agrupación coral que lo acompañó al éxito, fue el artífice del título más importante de la historia del club, la Conference League de 2024. En las rondas eliminatorias el marroquí marcó once goles, colocando la estrella encima del árbol con el tanto en la final que dio el título a su equipo ante la Fiorentina.

Corría el minuto 116, un número que parece cargado de magia. El Kaabi, como un tiburón que olisquea sangre fresca donde los demás no intuyen ni vida, se escurrió en las troneras del área bailando entre el fuera de juego y la gloria. Tras un centro tan malo que era perfecto de Hezze, el marroquí peinó el balón hacia atrás con un ligero y plástico movimiento de cuello. Uno de esos que sirve para saludar, sin tener que dirigirle la palabra, a un conocido que pasa por la acera de enfrente. Y el balón abrazó la red.

Cosas del fútbol contemporáneo, el presunto gol tardó dos minutos de reloj en ser confirmado por el VAR y un lustro en la cinelandia mental de los aficionados griegos. Hay momentos en los que perdemos la noción de la realidad y creemos que la vida se desmorona. Pero, tras un largo impasse en el que el respetable del OPAP Arena de Atenas permaneció con los ojos clavados en el videomarcador cuál ciervo en la autopista, el de negro dio el gol por legal y la vida de El Kaabi en el Pireo evolucionó a legendaria.

Sin amagos de altanería y con la timidez de aquel que se mira las zapatillas como si tuviera los chistes escritos en los cordones, El Kaabi ha empezado a esculpir su estatua, adelantando a leyendas que pasaron por Olympiakos

Una persona que debe recibir dividendos en el reparto de esta historia es José Luis Mendilibar. El entrenador vasco confesó en As que le costó llegar hasta El Kaabi: “Parecía que nos estaba examinando constantemente. Pero una vez que conseguimos conectar con él, vimos que es superagradecido y está muy metido en lo que le pides”. Porque ‘Mendi’ es un arquitecto de la resiliencia. Prefiere la tiza al lápiz táctil y reniega como hijo a su madre el día que toca ponerse traje, pues si por él fuese bastaría con un chándal negro para lucir elegante. Y es inevitable confiar. Igual te pide que le cuelgues un cuadro o le eches crema. No solo aceptas, sino que te prestas como voluntario. Y es así como con materiales modestos ha construido estructuras robustas que le han llevado a ganar dos títulos europeos consecutivos. Cogió al Sevilla en descenso y terminó ganando la Europa League. Lo cesaron, y Olympiacos, que bien conoce el nivel de los entrenadores españoles, no quiso desaprovechar la ganga.

Y la historia sigue: líderes en Grecia tras tres tristes años sin comer trigo en un trigal y en plena lucha por la Europa League. El nuevo Zeus del Pireo cotiza al alza su leyenda con 31 años. Aunque suene extraño. Porque la explicación de la decadencia es una práctica característica en el periodismo deportivo. A veces porque el declinar es abrupto y otras porque la traza del ocaso es fina pero incesante. La narrativa del declive es tan arcaica como el mismo fútbol. Mucho más paranormal es el relato contrario. Entonces, ¿cómo se interpreta la apoteosis de un jugador a una edad que puede invitar a la retirada? Es decir, ¿cómo se explica a Ayoub El Kaabi?


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Fotografía de Getty Images.

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