La Galerna
·18 décembre 2024
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Es sencillamente el mejor. Simply the best, que cantaba Tina Turner. El mejor sobre el verde, Vinícius, que asistió a Mbappé tras destruir al arquero de Pachuca con una fugaz bicicleta; el mejor gol, el de Goes, tras hipnótica danza en la frontal del área; y el mejor, el Real Madrid, nuevamente campeón intercontinental ante el campeón mexicano, Pachuca.
Precisamente intercontinental fue la puesta de largo del renovado (creo, esto es un lío) enfrentamiento futbolístico entre continentes. A un lado, el mejor con The Best o The Best con el mejor, Madrid y Vinícius Junior, Vini y Real, respectivamente, 15 copas de Europa y ausencia de votos de periodistas de Rabanistán de Abajo mediante. Al otro, el campeón de Norteamérica, un Pachuca mexicano trufado de viejas glorias ligueras como el boquerón Salomón Rondón, entre otros, que se cargó por el camino al campeón faraón o al Botafogo triunfal de la Copa Libertadores.
Como siempre en estas latitudes balompédicas, cotas insospechadas para alpinistas colchoneros, mucho que perder y poco que ganar en Catar, donde velos y chilabas se disponían a disfrutar #forthefans del espectáculo, en el mismo escenario donde Mbappé —de vuelta al once de Carlo— vio cómo regalaban la Jules Rimet a Lionel, Leandro Paredes soltó un messiánico balonazo negatifo al banquillo de Países Bajos o Tchouaméni falló un penalti en la tanda final de la final del Mundial. Mucho mal fario que conjurar ante Pachuca, carnales.
Para ello, Ancelotti alineó el mejor once de conjuradores disponible, con precisamente Tchou de nuevo junto a Rüdiger, Lucas y Fran García en los laterales, el regreso de Camavinga a la medular flanqueado por Fede, y el tridente Goes-Mbappé-Vini con Jude en la retaguardia. Como era previsible, los mexicanos salieron con ganas, revolucionarios como Zapata. No tardaron ni 10 minutos en probar a Courtois, omnipresente bajo los palos, que desvió a córner un latigazo y un centro-chut envenenado. Igualmente predecible la atonía —por no decir directamente caraja— de los primeros compases de los merengues que, sin embargo, apenas necesitaban hilvanar tres pases para rondar la portería mexicana con supersónico peligro.
Poco a poco, minuto a minuto y amasando la pelota, el Madrid fue rebajando el ardor azteca y acechando el arco de Pachuca a falta, hasta el momento, de un exitoso último pase, siempre trastabillado. Taconazo de Bellingham dentro del área incluido, que hubiera levantado a los cataríes de su asiento si llega a alcanzar a su destinatario. Casi todo aparentemente muy bonito, pero sin un solo disparo a puerta madridista en la primera media hora de partido. Pachuca, sí, alguno con relativo peligro, pero abrumadoramente inofensivos.
No obstante, todos sabemos, y más aún en las finales, que no se juegan, sino se ganan, que el Madrid sólo necesita media ocasión para recordar a propios y extraños quién es el Real. Un ingenuo Pachuca permitió un fantástico uno due entre Fede y Camavinga para avanzar en la medular y llevar el balón hasta Bellingham, que sirvió en profundidad a Vini en carrera, peligro de muerte. Fue entonces cuando The Best nos deleitó con fulgurante bicicleta para plantar cual agave al portero mexicano y servir el pase de la muerte a Mbappé y hacer el primero.
1-0 a los 37 minutos.
RMA1 PAC0 según el marcador de la tele. No sabíamos que PAC0, tocayo de nuestro galernauta Francisco Sánchez Palomares, estaba intercontinentalmente implicado.
Así las cosas, victoria por la mínima al descanso ante un rival, de acuerdo con el gran Alberto Cosín, con un nivel propio de Segunda División en España, pero bien surtido de plata en México y campeón de la Shempions Concacaf donde los clubes mexicanos, ante sus rivales gringos, panameños, hondureños y costarricenses, son más temibles que el Cártel de Sinaloa.
Como al inicio del encuentro, Pachuca regresó al verde de Catar con nuevos bríos, acumulando rechaces y saques de esquina inquietantes en la meta blanca. El Madrid, por el contrario, parecía cómodo conteniendo y esperando propinar el zarpazo final a la contra.
Poco tardó en llegar la sentencia. Lo que tardó Rodrygo en congelar el tiempo en Doha: 54 minutos. Goes, en un caracoleo eterno en el balcón del área, sacó a bailar a toda la defensa mexicana hasta encontrar el hueco definitivo y clavar junto al palo un auténtico golazo. Tuvo suspense su concesión en un nuevo sainete del VAR donde se evaluó si Bellingham en posición de caganer estaba en fuera de juego y alteraba la visión del portero. En fuera de juego estaba, en posición de caganer, también, pero no influía en absoluto en la excelsa trayectoria del disparo de Rodrygo. Valenzuela de Venezuela, el árbitro FIFA, dio validez al tanto, el segundo, tras los dos únicos disparos a puerta de los merengues, máxima eficacia intercontinental.
Pachuca reaccionó con rabia. Probando desde lejos, centrando convulsivamente… no le quedaba otra. Carletto por su parte movía el banquillo. Insólito, aunque ya lo andaba mascando (el chicle). Así, Ceballos y Brahim sustituían a Mbappé y Camavinga, ambos recién salidos de una lesión. Los mexicanos, con más corazón que cabeza y más empuje que criterio, trataban de acogotar al campeón de Europa, sabedor de que un nuevo crochet merengue acabaría con los dientes del Pachuca desperdigados sobre el césped del estadio Lusail. Pudo hacerlo Vini en un disparo mordido que se marchó fuera, instantes antes de que Rondón rematara de cabeza por encima del larguero en la mejor ocasión de los aztecas. El cuarentón Modric, ovacionado por jeques y extraños, ya había entrado en escena en detrimento de Rodrygo. Sin embargo, no fue ninguna rutilante estrella blanca quien colocó la guinda del merengue en Catar. Una vez más, Lucas, en su ya tradicional recorte hacia dentro en el área provocó un penalti —ya ha provocado unos cuantos así— que ejecutó Vini desde los once metros. 3-0 en el 83… casi se lo para.
A pesar del entusiasta fervor de la parroquia cataría, no se movió más un marcador que, golazos mediante, dejó al respetable satisfecho, al madridismo contento, al Madrid campeón y a Barça y Atleti apagando la tele.
Getty Images.
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