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La Galerna

·7 de julio de 2025

Xabi y el nuevo paradigma

Imagen del artículo:Xabi y el nuevo paradigma

Antes de comenzar el Mundial de Clubes, Xabi Alonso tenía tres misiones: adaptar a sus jugadores al nuevo paradigma de juego en tiempo récord, empezar a “encender” (afortunado verbo) a la afición en la distancia y, en medio de todo esto, como quien no quiere la cosa, ganar el campeonato. Las dos primeras ambiciones están esencialmente logradas. La tercera, en el día en que escribo este texto, se halla en curso. Se logrará o no y, conociendo el percal, nada que no sea ganarlo servirá absolutamente para nada a ojos de la crítica, pero a un entrenador recién aterrizado, que ha asumido la responsabilidad de tener que cumplir objetivos exigentes en pocos días, poco más se le puede demandar.

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Sí se le puede rogar que, llegados a este punto, tan avanzado, ya puestos nos llevemos el Mundial. Está en ello. El escollo del PSG se antoja ingente. Es el actual campeón de Europa, y ahora mismo proyecta un aura de (casi) imbatibilidad. Luis Enrique ha conseguido forjar un colectivo campeón donde antes solo había yermo petroclubismo. Una persona importante del club me dijo hace algo más de un lustro: “Es cuestión de tiempo el que el dinero inacabable del petróleo, sin ningón control del Fair Play, se traduzca en títulos europeos. Solo necesitan el know-how”. El know-how del PSG se llama Luis Enrique. Ya han ganado una Champions, como antes lo hizo el City. Solo el Madrid ha sido capaz de impedir, milagrosamente, que ese título del City se extendiera hasta conformar una hegemonía clara en el Viejo Continente. Sin que el City haya desaparecido del mapa de los candidatos, ni mucho menos, ahora corresponde hacer lo propio con el petroclubismo francés, impedir que arrasen en el porvenir cercano. Al Madrid siempre le toca bailar con la más fea (o con la más rica), pero para eso es el patrón de las causas perdidas. Si se me permite la inocente irreverencia, ya no es San Judas Tadeo: de un tiempo a esta parte, para las iniciativas imposibles, se le reza al Madrid.


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Xabi Alonso tenía tres misiones: adaptar a sus jugadores al nuevo paradigma de juego en tiempo récord, empezar a “encender” (afortunado verbo) a la afición en la distancia y, en medio de todo esto, como quien no quiere la cosa, ganar el campeonato. Las dos primeras ambiciones están esencialmente logradas

Ese camino empieza con la semifinal del miércoles, que no es un imposible pero casi. El club del nefasto Al-Khelaifi cuenta con una nómina interminable de extraordinarios futbolistas, con el excelso Vitinha en cabeza. Es el futbolista más parecido a Modric que queda en el panorama mundial. Xabi anda en el proceso de “invertir” (otro muy buen verbo) en la creación de su propio nuevo Modric, que se llama Arda Güler. Las señales, en este sentido, son alentadoras, pero estamos en el primer capítulo, en los prolegómenos de la trama, mientras que Vitinha es ya el pleno nudo de la historia. El Madrid contaría con una ventaja clara sobre su rival con la presencia de Huijsen, pelotero deslumbrante en la tarea de mover el balón desde atrás, pero desgraciadamente el malagueño se autoprivó del desafío cometiendo un penalti tontísimo en los últimos minutos ante el Dortmund. No le justifico, pero entiendo que su cabeza, en esa reacción instintiva, no reparara en que las consecuencias de su acción podían ir más allá de ese mismo partido. Imagino que su mente no llegó tan lejos, y lo puedo entender. Se ha disculpado en redes sociales, demostrando que es un tipo cabal además de un futbolista como la copa de un pino.

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Con todo, el Madrid dispone de otros activos que permiten soñar con la hazaña. Courtois está de vuelta con la vitola de mejor portero del planeta después de la parada salvadora en los últimos segundos de los cuartos. Solo el mejor es capaz de lucir así ante el único tiro remotamente parable que ejecuta el rival, cuando el partido ya muere y el triunfo se escurre entre los dedos. Fran García está encandilando más allá de lo esperado. Tchouaméni y Valverde integran una sala de máquinas férrea y dúctil a la vez, con el francés triunfando en una especie de doble posición que da para que todos veamos cómo Xabi instaura su sistema favorito, con tres atrás, mientras el futbolista “se cree” que juega como centrocampista, que es lo que a él le apetece. Hay astucia aquí, pero no lo escribamos muy alto para no revelar el truco a la audiencia.

La temporada que se avecina, con jugadores que acumulan meses y meses de competición sin nada digno de llamarse descanso desde la 23/24, va a ser dificilísima. Lo que hay entre manos no es poco, porque se trata de llenar el crédito

Arriba, los blancos siguen contando con las piezas determinantes. Vinícius estuvo gris ante el Borussia, pero está haciendo un Mundial pleno de compromiso y sembrando el pánico en las filas adversarias. Gonzalo es el gran descubrimiento de la competición (máximo goleador de los vikingos con 4 tantos), mientras Mbappé ya se ha desentumecido con un golazo después de pasar el calvario digestivo de un virus voraz, y apunta a su exequipo con un aire amenazante que trasciende el morbo.

La temporada que se avecina, con jugadores que acumulan meses y meses de competición sin nada digno de llamarse descanso desde la 23/24, va a ser dificilísima. Lo que hay entre manos no es poco, porque se trata de llenar el crédito. Xabi lo está haciendo muy bien y el equipo también. Vamos a por ellos. Hala Madrid.

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