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·1 de mayo de 2019

Vuela como mariposa, pica como abeja

Imagen del artículo:Vuela como mariposa, pica como abeja

“El año pasado ganamos la Liga y la Copa, pero nos quedó una espinita con la Champions, sobre todo por la forma como se produjo la eliminación. Prometemos que vamos a hacer todo lo posible para que esta copa tan linda, la Champions, vuelva al Camp Nou. Visca el Barça i visca Catalunya”. Palabras de Lionel Messi, el pasado 15 de agosto, micrófono en mano. Su discurso, corto y en vena, encendió al barcelonismo. Y nueve meses después, esa profecía de Messi está cogiendo cuerpo y forma. Ante un Liverpool grandioso, valiente y arrogante, el diez de dieces volvió a ser determinante. Lleva quince años siendo así, porque los designios de D10S son inescrutables. Él despertó al Barça cuando sufría ante la manada de lobos de Klopp. Él concedió al Barça ese segundo aire para leer la manera de matar a un gigante inglés que tuvo tanto empuje como falta de puntería. Y él enterró en cal viva al formidable conjunto “red” con una falta que ejecutó con una precisión sobrehumana, que hizo explotar el Camp Nou, que no es el templo del fútbol mundial, pero sí es el templo donde juega el mejor que nuestros ojos podrán ver jamás. Nunca el Barça sufrió tanto y nunca sacó tanto premio en una noche donde el público comprendió que, con el diez de su lado, la ecuación es muy simple: el rival lo intenta casi todo sin salirle casi nada y a su equipo, incluso en las noches que intenta poco, le sale casi todo. Con empaque, riesgo y tenacidad, apoyado en un vértigo febril y un físico prodigioso, el Liverpool sentó en la silla del dentista al equipo de Valverde. Amagó, amagó y no pegó. Un crimen contra el Barça, un castigo si el que te espera, al otro lado del ring, se llama Messi.


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La distancia entre uno y otro se fraguó en las áreas. El Barça dejó la poesía para mejores ocasiones, se entregó a un fútbol más prosaico y su vertiente más pragmática le sirvió para alcanzar un resultado de ensueño. Entre otras cosas, por la falta de pegada inglesa, por un par de intervenciones apoteósicas de Ter Stegen, por un partido homérico de Piqué y por la enésima actuación tremenda de ese fantástico hombre-bala llamada Jordi Alba. No hubo pureza de estilo, no fue el Barça más esteta que reivindica parte del “tendido siete” del Camp Nou, pero sí fue un Barcelona con la mano pesada, que supo aprovechar sus momentos y que dejó, herido de muerte, a un señor equipo. Messi, empeñado en agotar los adjetivos del periodismo, está empeñado en ganar esta Champions. Cuenta uno de los mejores cronistas de boxeo norteamericanos que, cuando Mike Tyson estaba en su apogeo y era el invicto campeón de los pesos pesados, paró un entrenamiento, para dirigirse a su esquina: “No me pidan bailar, no me gusta eso. No me gusta mucho bailar en el ring, ni esquivar. Lo que se me da bien es meter a los rivales en una bolsa para cadáveres”. El tipo les pegaba y ellos besaban la lona. La historia se repite con Messi cualquier noche, en cualquier escenario y ante cualquier adversario.

Messi tiene la pegada de mula de Tyson, porque si recibe en el área, mete a los rivales en la bolsa de cadáveres cuando hace falta. Pero es mucho más que eso. Es Muhammad Ali con una pelota en el pie, porque baila sobre la tumba de cualquier defensa, porque es el campeón del pueblo y porque tiene un estilo inconfundible: vuela como mariposa y pica como abeja. En cierta ocasión, “El más grande” comentó que para él, no existía nada imposible:"Imposible es solo una palabra que utilizan los débiles que encuentran más fácil vivir en el mundo que les han dado que explorar el poder que tienen para cambiarlo. Imposible no es un hecho. Es una opinión. Imposible es potencial. Imposible es temporal. Nada es imposible”. Para Messi, con una pelota en la zurda, nada es imposible. No hay reto, desafío, rival, partido o marcaje que le impidan explorar sus límites, superarlos, mejorar, seguir, agrandar su leyenda y seguir proporcionando felicidad a los espectadores. Messi baila sobre el césped como Alí sobre el ring. Es una centella imparable, un campeón de campeones, un ídolo absoluto, un tipo capaz de lo imposible, algo que no se ha visto antes ni se verá jamás. Y de propina, a Messi nunca le escucharemos decir de sí mismo que es el mejor o el más grande. Eso se lo deja a los demás. Él vuela como mariposa y pica como abeja. Y en su mesa no se sienta a comer nadie, porque come aparte. Hay un fútbol antes de Messi y habrá otro después de Messi.

Rubén Uría