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La Galerna

·28 de octubre de 2020

Vinícius no juega con el enemigo

Imagen del artículo:Vinícius no juega con el enemigo

Antiguamente los medios se paseaban por el Bernabéu y por la Ciudad Deportiva como cortesanos. El resultado era una convivencia dieciochesca, con cientos de ojos observándolo todo en cada momento, acompañando a los jugadores, aconsejándoles, dirigiéndoles a su antojo e influyendo en las decisiones y en el rumbo del Club. Ahora no es así y los excortesanos se enfadan. Ya no pueden murmurar en palacio, así que difaman, despechados.

Las murmuraciones fueron el alimento periodístico durante décadas hasta la llegada del florentinismo, cuando se empezó a regular la entrada de los cortesanos, que campaban a sus anchas por doquier, ejerciendo mayormente labores extraperiodísticas intolerables. La retirada de esos privilegios abusivos supuso el comienzo de una guerra (que continúa) por la devolución de los mismos.


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Yo a veces pienso en el coyote y en el correcaminos. Pasa el Madrid a toda velocidad y a esa prensa depredadora le cae una roca en la cabeza

Uno de los ejemplos más significativos es la cruzada casi vital de Alfredo Relaño, que convirtió su notable carrera periodística en la obsesión de Gargamel por los Pitufos. Un poco en cosa de dibujos animados es en lo que se ha convertido el tratamiento de la prensa en general al Real Madrid. Yo a veces pienso en el coyote (Carnivorous Vulgaris) y en el correcaminos (Accelerati Incredibilus). Pasa el Madrid a toda velocidad y a esa prensa depredadora le cae una roca en la cabeza.

Así viene sucediendo desde hace muchos años, en medio de feroces campañas de acoso y tergiversación, años en los que el Barcelona fue (y es) el elegido por la cortesanía, que en realidad era villanía, como su favorito, y no por admiración sino por odio a la némesis. Ese barcelonismo mediático no proviene del amor por el color azulgrana, sino por el odio al blanco.

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Así se han esforzado en trasladarlo a sus lectores y oyentes y televidentes, y el clima futbolístico que se vive en la actualidad es fruto de esa obsesión visceral. La tormenta en el Madrid nunca cesa. El madridista vive en una continua ventolera con ansias de convertirse en huracán. Menos mal que nosotros somos La Galerna. Los vientos resoplan incluso (o sobre todo) entre los madridistas mediatizados por décadas de consignas.

Piperos, omaítas, oficialistas… en inacabable descontento. Instalados en la queja por defecto y por norma. Suspicaces ante los triunfos. Ese es el clima creado por esa antigua nobleza periodística desprovista de sus regalías, que no ceja en su empeño en una inexorable decadencia de las formas, cuya sordidez ya alcanza cotas inimaginables.

En estos días la tendencia parece ser descubrir conversaciones privadas de los futbolistas reventando los códigos privados, los contextos y la verdad.

El último pozo horadado es el “reportaje” de Sport (los antimadridistas ya se confunden con los madridistas, viven juntos fuera de la corte) donde un individuo que pedía en público que le partieran la rodilla a un jugador del Real Madrid se fue a buscar los supuestos orígenes madridistas del árbitro del Clásico, señalándole a él y a su familia, y mintiendo en los mismos. Da igual. Todo vale.

En estos días la tendencia parece ser descubrir conversaciones privadas de los futbolistas, cortarlas, editarlas a conveniencia y publicarlas reventando los códigos privados, los contextos y la verdad. Isco hablando de su suplencia y de Zidane, Ramos hablando de las camisetas o Benzema hablando ayer en el descanso, supuestamente mal, sobre Vinícius.

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Una palabra más gruesa o una frase o una conversación sacada ad hoc con intenciones aviesas para su uso espurio no sería relevante sin estas condiciones. La peor discusión íntima o las peores palabras no son el termómetro real de una relación. Por eso pertenecen a la intimidad, que nunca debería ser ventilada. Lo contrario es tergiversar, confundir. De la confusión vive el excortesano. De hacer creer que Benzema piensa que Vinícius juega con el enemigo.

Ya se relamían, siempre se relamen, pero cuánto daño hizo el uno a tres. Y cuánto daño hizo ayer el dos a dos. Y qué gusto, y qué risa produce comprobarlo. Primero Benzema y luego Casemiro, y así toda la vida, haciendo caer la roca (¡mic, mic!) sobre los pobres coyotes.

Fotografías Getty Images.

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