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·27 de marzo de 2024

Vinicius Junior, la sociedad es la culpable

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Vinicius Junior con 18 años llegó al Real Madrid desde el Flamengo por 45 millones de euros. Su adaptación fue difícil debido a la presión en el club más seguido del mundo.

Llegó con 18 años al Real Madrid procedente del Flamengo. El club merengue había invertido 45 millones de euros en un juvenil que era un diamante por pulir. Su definición no era élite, y eso le hizo pasar un ‘via crucis’ en sus tres primeros años en el club con más seguidores del mundo, y con la presión más alta con la que un futbolista puede convivir.


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Unos comienzos complicados en el Castilla y en el primer equipo

Sus primeros pasos los dio en el Castilla, y nada más aterrizar lo recibieron con un mordisco en la cabeza en un derbi de filiales, una metáfora de lo que estaba por llegar. Fue carne de meme cuando su puntería ante la meta rival no era la apropiada para un delantero del equipo blanco, ridiculizado al máximo por los mismos que ahora le llaman provocador, y sí, era tan negro como lo es ahora. Los que ahora lo insultan por su comportamiento, lo destrozaron sin piedad cuando tenían la falsa seguridad de que no estaba llamado para la gloria.

Los goles llegaron, y se convirtió en un delantero imparable para las defensas rivales

Pero llegaron los goles, fue al comienzo de la temporada 21/22, y el paquete brasileño que había fichado el Real Madrid por una cantidad intolerable de dinero, se convirtió en un atacante imparable con el mejor regate del mundo.

Como diría Valdano, conoció los beneficios de la pausa, y empezó a perforar las porterías rivales con inusitada habitualidad. Ya no se le podía atacar por su falta de cualidades deportivas, así que aprovecharon que Vinicius no se arruga, no se calla, ni se somete ante nadie y responde, para empezar a acusarlo de provocador irreverente. Y llegaron los insultos racistas, ante los que siempre se ha rebelado. La masa es cobarde por antonomasia. Diluidos en ella, se desatan los instintos más primarios y primitivos del ser humano.

Las gradas de los estadios de fútbol se han convertido en la muestra de lo más bajo del ser humano

En esas islas de ignominia en las que se han convertido las gradas de los campos de fútbol, repletas de reprimidos que acuden a los estadios a desfogarse y olvidar sus problemas cotidianos, caben todo tipo de improperios, incluso los que tienen que ver con la raza. Son los propios de una sociedad enferma, que produce sujetos carentes de la más mínima racionalidad y decencia.

El caso más paradigmático lo vivimos en Valencia la temporada pasada. Un partido que Vinicius le pidió parar al colegiado por los insultos racistas que recibía desde la grada. El provocador brasileño fue recibido por cientos de valencianistas en los aledaños de Mestalla, al grito de: «¡Vinicius, eres un mono!». Antes de bajarse del autobús, un coro uniforme de aficionados locales se adelantaban a la provocación del brasileño, para recordarle lo que era, en función del color de su piel. No fueron todos, pero sí los suficientes como para entender que tenemos un problema muy serio.

Vinicius tiene que cambiar algunos gestos, y la sociedad mucho más que eso, debe plantearse lo que se está produciendo

Es posible, incluso seguro, que el carioca tiene que cambiar algunos gestos que hace en el campo, como seguro es que el racismo no se puede justificar con absolutamente nada, como lo hacen todos aquellos que odian al Real Madrid y a su estrella. Pero no debemos olvidar, que ese racismo lo han sufrido compañeros suyos en otros campos españoles y extranjeros, y que no se circunscribe a un solo jugador, ni a un solo equipo, ni a una sola afición.

Las lágrimas de Vinicius en la rueda de prensa previa al España-Brasil, denotan el sufrimiento que está pasando. Pero no se preocupen, los antis ya le han encontrado el sentido a las mismas, las cámaras de Netflix que rodaban su documental. La estulticia alcanza límites insospechados, y ni siquiera le conceden el beneficio de la duda, pero cabría pararnos a pensar qué mundo estamos creando. El de ayer no fue el partido de Vinicius, fue el de Vinicius y el de todos los que sufren esta lacra social.

Por: Pablo Dono Pérez

Fuente: Photo by PIERRE-PHILIPPE MARCOU/AFP via Getty Images.

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