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La Galerna

·28 de julio de 2021

Varane: PH neutro

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Aquí no estábamos acostumbrados a ver el nombre de Raphael escrito con PH, salvo por ese cantante que nos ha acompañado toda una vida a muchos, el mismo Raphael de “Mi gran noche”, la mítica canción que comienza con un verso que muy bien podría ser el inicio de la carrera de Varane en el Madrid: “Hoy para mí es un día especial”.

“¿Qué pasará, qué misterio habrá?”, continuaba la canción. Y así fue recibido este mozalbete espigado de 18 años, con las habituales reservas que la prensa española guarda para todos los extranjeros jóvenes que llegan al Real Madrid. En los tiempos de Peluka Modric, el fichaje para tapar vergüenzas que no era mejor que De Las Cuevas o que Song, Varane fue puesto rápidamente en contexto por la prensa “especializada” (especializada en la crítica a todo lo que haga el Real Madrid):


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“Puede ser mi gran noche”, rezaba la canción, pero lo cierto es que Varane no fue jugador de noches espectaculares, sino de regularidad, pero regularidad expresada como virtud, como la capacidad de rendir siempre y en todos los escenarios. Si el PH es un medidor de acidez o alcalinidad y lo aplicáramos al central francés que ahora por desgracia nos deja convendríamos en que el suyo es un PH neutro. Un 7, la medida que denota esa neutralidad y como nota creo que se le podría aplicar perfectamente a Varane: nunca o casi nunca sobresaliente, nunca o casi nunca suspenso (Manchester en el recuerdo), siempre notable. En nada era un 10, pero tampoco era un 4 en ninguna faceta del juego: buena velocidad, buena técnica, buen juego por alto, buena salida de balón, buena anticipación y todo ello sin ser un central duro, sin hacer una falta de más.

Raphael Varane ha sido el contrapunto perfecto a Sergio Ramos durante la última década: exhibicionista el camero, discreto el galo, aparatoso uno, sobrio el otro. Demasiado contundente en ocasiones nuestro Sergio, a veces falto de contundencia nuestro Raphael. Si el de Camas aparece con un look distinto en cada instantánea de su carrera en el Madrid, el francés muestra siempre el mismo aspecto. Pulcro, discreto, aseado, como su estilo, nada aparatoso ni efectista. Nunca una declaración fuera de lugar, nunca una mala palabra. El PH neutro que mantuvo y sostuvo la defensa los días que aparecía el Ramos despendolado y despistado, pero también el mismo central que no se llevó la gloria de marcar en finales de Champions, al contrario que su pareja. Ambos fueron complementarios y son historia del Real Madrid y del fútbol mundial. Una de las mejores parejas de la historia, mal que le pese a esa crítica “especializada”. Cada uno tiene cuatro Champions y cada uno de ellos se llevó su Mundial, siendo importantes en todos los campeonatos obtenidos.

De Varane me quedo con algunos momentos, como su enfrentamiento con Simeone en Lisboa, cuando apenas superaba la veintena y el argentino perdió los papeles. Raphael aguantó la mirada y la embestida con la sobriedad de siempre. Me quedo también con sus dos goles para remontar al Huesca la temporada pasada, cuando parecía que el equipo había tocado definitivamente fondo. En sus dos goles estuvo el punto de inflexión de la Liga, el momento en que el equipo dijo que le quedaba vida y que iba a pelear contra todo y contra todos hasta el final. Por el lado negativo, echo en falta el carácter necesario para agarrar del pescuezo a Luis Suárez el día que el uruguayo le agredió con su habitual dureza en el Camp Nou y que no se comiera después a Hernández Hernández tras tragarse el silbato con su no menos habitual ausencia de discreción, pese a que le advirtieran desde la banda que “es falta de Luis, es falta de Luis”. Coño, Raphael, que con ese corpachón tenías que haber marcado aún más poderío, pero supongo que no se puede tener todo en la vida. Ahora se marcha sin aspavientos, nos deja un buen dinero en la caja (que espero que sirva para atraer a otro compatriota suyo), y solo me queda darle las gracias por estos magníficos diez años que nos ha regalado. Diez años en los que creo que ha demostrado, al menos para mí, ser algo mejor que Botía.

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