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·18 de enero de 2022

Unos premios “The Best” demasiado eurocentristas

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Si aparecen como justos los premios individuales a los mejores futbolistas del año tanto a Robert Lewandowski (Bayern Munich) como Alexia Putellas (Barcelona), no parece lo mismo con la terna de entrenadores masculinos, ganada por el alemán Thomas Tuchel, del Chelsea, quien se impuso en la votación al italiano Roberto Mancini y al catalán Josep Guardiola.

Lo que sorprende, como vino ocurriendo desde siempre en ceremonias de este tiempo de la FIFA, es que no haya formado parte de la terna, el director técnico del Palmeiras, el portugués Abel Ferreira, cuando éste obtuvo el bicampeonato consecutivo de la Copa Libertadores.


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Para la FIFA, organizadora del evento, en el que votaron los capitanes y entrenadores de todas las selecciones nacionales afiliadas, así como periodistas y aficionados, no hay problemas en avalar que quien haya ganado la Premier League inglesa (que aunque se trate de la mejor del mundo no deja de ser un torneo de carácter nacional) tiene más mérito que quien haya vencido en dos Copas Libertadores de América (campeonato de carácter continental), más allá de las cualidades y capacidades de cada uno.

No se juzga en este artículo la capacidad de Guardiola como entrenador, lo que podría dar motivos (y ya los ha dado, de hecho) para otro texto. En Cambio, el premio que se otorgaba en Zurich era por lo ocurrido en el último año, ni siquiera en la totalidad de sus carreras.

El hecho de que se haya citado a la ceremonia a figuras del fútbol internacional como el francés Arsene Wenger (quien hoy mismo trabaja para la FIFA), al marfileño Yaya Touré (que ha jugado casi toda su carrera en el viejo continente) y al alemán Lothar Matthaus, es otro botón de muestra de lo mismo: el total eurocentrismo por parte del máximo organismo de fútbol en el mundo.

La FIFA se suele quejar a la UEFA, en este tiempo de grietas futboleras que pueden incluso llevar a un cisma en los próximos meses, de que no todo pasa por Europa, pero no deja de hacer lo mismo de siempre, que es no sólo creer que todo pasa por ese continente sino que ni siquiera propende a darle chances a otros continentes cambiando de sede de la ceremonia, o invitando a personalidades de orígenes variados.

Nadie discute premios como el de la mejor afición, muy bien otorgado a daneses y fineses por aquel durísimo episodio de la pasada Eurocopa cuando Cristian Eriksen estuvo a un paso de la muerte, o la actitud del cuerpo médico de la selección de Dinamarca por haber actuado correctamente, pero cuesta entender que no se haya valorado de la misma manera a la Eurocopa y a la Copa América, siendo que la mayoría de los jugadores destacados en ésta última resultan fundamentales en las grandes ligas, así como algunos africanos (bien podría citarse el ejemplo de un Liverpool con o sin Mohamed Salah o Sadio Mané).

En el caso del Once Ideal femenino, encontramos que salvo el caso de dos jugadoras del Orlando Pride (la brasileña Marta y la estadounidense Alex Morgan), en el resto, se trata de integrantes de equipos europeos, y no es muy distinto a lo que pasa con el equipo masculino del año, en el que todos militan en conjuntos del viejo continente, sin excepción y hasta se elaboró un esquema de 3-3-4 (poco habitual) para darle cabida a los delanteros más prestigiosos como Cristiano Ronaldo, Lewandowski, Lionel Messi y Erling Haaland, aunque sorprende que Kyllian Mbappé no haya estado entre ellos.

El sistema de votación también tiene sus vicios desde hace tiempo. El hecho de que voten los entrenadores de cada selección nacional y siendo que algunos países son los que aportan más DT al mercado, éstos no tienen muchas veces la imparcialidad necesaria y suelen apoyar a sus compatriotas.

La FIFA, más ahora que nunca, cuando está dispuesta a romper el esquema general con esta idea marketinera y recaudatoria de organizar un Mundial cada dos años contra el interés de la UEFA, debe entender, por fin, que hay fútbol más allá de Europa. Sería una manera sana de asumirse como entidad global (ya que busca hacer negocios a esa escala) en vez de permanecer siempre dentro de las cuatro paredes en las que se mueve, con mucha comodidad.

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