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La Galerna

·2 de mayo de 2024

Un Real Madrid para Bellingham

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Balón de Oro, Pichichi, jugador de época… Jude Bellinhgam agotó —y con todo merecimiento— los adjetivos y las hipérboles durante sus primeros meses en el Bernabéu. Analistas de todo pelo no dudaron en señalar la adaptación y estrellato del inglés como los más fulgurantes que se recuerdan en el Madrid. Los argumentos les asistían. No sólo el saco de goles que sostuvo y lanzó al equipo, sino que su influencia en el campo y la conexión con la grada le hicieron eclipsar al propio Vinícius y hacer menos traumática la suplencia de Modric. Palabras mayores.

Indetectable para los rivales, Bellingham era el peligro que no se anuncia, la picadura que aparece cuando ya duele. Pero el discurrir de la temporada y su cambio de posición (de la mediapunta a partir desde la izquierda) le ha restado presencia y amenaza, hasta el punto de perderse en labores defensivas —trabajo para lo que nunca escatima un esfuerzo— a costa de hacerlo invisible en el ataque blanco.


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Si nos aferramos al sentido común (hasta donde pueda caber en el fútbol), es evidente que el Madrid debería pivotar su proyecto deportivo sobre el inglés. Sus características, poder de intimidación y calidad son bazas suficientes para configurar el equipo alrededor de su figura. Bellingham a pleno rendimiento hace mejores al resto de sus compañeros. Y esto es un valor exclusivo de los privilegiados. Pero todos sabemos que si al deshojador de margaritas francés, de nombre Kylian, le da por aparecer el año que viene por Madrid, Jude sufrirá las consecuencias.

Sería injusto instarle a Bellingham a que decida qué quiere ser de mayor, esto es, cuál es la posición y el juego que desea protagonizar, porque en el Madrid la prioridad no siempre casa con el interés deportivo. Otros grandes jugadores antes que él hubieron de adaptarse a nuevos roles, a giros en el guion, siempre dependientes de la estrategia de la planta noble del Bernabéu.

No sólo Bellingham tiene que apuntalar sus decisiones y escoger mejor en qué gasta sus energías, sino que a Ancelotti le espera un trabajo propio del tetris que puede ser decisivo para que el inglés siga rompiendo techos o se quede en un buen jugador de rachas o chispazos extraordinarios

Si rebobinamos en la memoria, el propio Zidane cambió su área de influencia en Chamartín para encajar en el once. El marsellés venía jugar de enganche con libertad en una imperial Juventus. Escoltado por Conte, Deschamps, Davids y Di Livio, era el principal suministrador de goles a Filippo Inzaghi. Así cualquiera, claro. Pero Del Bosque no tenía tanta gasolina en el centro, y tuvo que ingeniar una posición de equilibrista para el galo. Figo en el costado diestro, el doble pivote y Raúl de mediapunta eran intocables, por lo que colocó a Zizou como interior zurdo, lo que además cedió toda la autopista de la banda izquierda a Roberto Carlos. Funcionó.

Sin irnos tan lejos, tenemos los casos de Kroos y Modric. Fichados como trequartistas, no les quedó más remedio que retrasar sus posiciones y asumir los roles de GPS y prestidigitador partiendo desde la sala de máquinas. Sobra decir los resultados junto a Casemiro, quizás la mejor media del fútbol moderno.

Por tanto, no sólo Bellingham tiene que apuntalar sus decisiones y escoger mejor en qué gasta sus energías, sino que a Ancelotti le espera un trabajo propio del tetris que puede ser decisivo para que el inglés siga rompiendo techos o se quede en un buen jugador de rachas o chispazos extraordinarios.

Getty Images.

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