Balón en Profundidad
·5 de mayo de 2020
Un juego de pivotes

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·5 de mayo de 2020
El fútbol no es ajeno a las tendencias. Y no, no hablamos exclusivamente de algo estilístico o directamente relacionado con la modernidad. Hablamos de esas tendencias tácticas que suelen marcar época y estilos de juego muy marcados. Pero no solo podemos hacer referencia a meras disposiciones sobre el campo, lo que Menotti llamaría los ‘números de teléfono’, sino también a los propios roles concretos de los futbolistas.
En fútbol, como en cualquier otro proceso dinámico, la evolución y el cambio son una constante, aunque etimológicamente sean conceptos contrapuestos. A día de hoy estamos acostumbrados a ver a extremos jugando a pie cambiado y regateando hacia el área en lugar de hacia el banderín de córner o a porteros con un manejo del balón en sus pies dignos el mejor centrocampista. Detalles, pequeños cambios, que ya no nos llaman la atención. Sin embargo, una de las cuestiones a la que más le cuesta acostumbrarse al aficionado es a ese delantero alejado de ser el principal valedor del gol que era antaño. El ‘9’ clásico como tal poco a poco ha ido mutando.
Aunque siempre ha habido delanteros de todo tipo, aquel que juega de espaldas a la portería y no frente a ella todavía hoy es una clase de jugador que no termina de casar con nuestras convicciones. Entendemos aún que en ese rol encaja el perfil de futbolista alto, fuerte, de gran envergadura; un tipo sobre el que apoyar el juego directo del equipo, el hombre boya. Y eso, en el delantero moderno, no tiene por qué ser así por mucho que dé la espalda a la meta rival.
El fútbol, al fin y al cabo, es algo muy sencillo dentro de su enorme complejidad. Se trata de una serie de movimientos, con y sin balón, que buscan generar las ventajas suficientes para poder tener la oportunidad de alcanzar el fin último: conseguir anotar, al menos, un gol más que el rival. En su desarrollo, de unos años a esta parte, el balón se entendió como parte fundamental para obtener dichas ventajas, y ahí la figura del pivote tomó un peso de gran relevancia.
La importancia que tomó el balón en los modelos de juego modernos dotó de gran peso a la figura del pivote.
Siendo el centro neurálgico del juego con balón de su equipo, el pivote es la pieza por la que siempre pasa el esférico cuando toca construir la fase de ataque. En el progresivo establecimiento del 1-4-3-3 como sistema predominante, la figura del centrocampista estrictamente defensivo evolucionó hacia un pivote con grandes dotes organizativas. Es ahí done comienzan a surgir nombres destacados en dicho rol con un perfil muy alejado de lo que había sido décadas atrás, con Andrea Pirlo o Sergio Busquets como grandes referentes contemporáneos.
El 1-4-3-3 aún sigue siendo un sistema muy expandido, y en él ese jugador ‘a lo Busquets’ mantiene su importancia capital. Sin embargo, han surgido a partir de las nuevas necesidades en el juego diferentes figuras semejantes a la del pivote en otras posiciones y roles sobre el campo. La citada importancia del balón ha hecho que tanto centrales como porteros cada vez se muestren más dotados técnicamente para manejarse con el cuero controlado y ganar peso así en la construcción y distribución del juego. Hoy, porteros como Neuer o Ter Stegen o centrales como Piqué o Van Dijk han elevado el rol que ocupan hacia algo mucho más completo a través del balón. Siempre con dos apoyos a cada lado -como mínimo-, ya sea en largo o en corto, porteros y centrales hoy desarrollan funciones que los propios pivotes aún siguen desempeñando, complementándolo, aunque esto ha derivado en modificar sus costumbres y movimientos.
Sin embargo, la fijación por priorizar la generación de espacios ha permitido germinar el perfil de un delantero nada convencional.
Pero esta tendencia no solo se ha dado en la retaguardia, también es patente cada vez más en las posiciones de ataque. Volviendo hacia la figura del ‘9’, el juego de numerosos delanteros actuales se asemeja al de un pivote moderno, con pequeños matices diferentes y la gran salvedad de desempeñar su función de espaldas a la portería y no de cara, en sentido ofensivo, como sí lo hacen portero, central o mediocentro. Una función que se asemeja precisamente con la figura del pivote pero en otro deporte; en balonmano. Un jugador con mayor lectura espacial, que se aleja de los centrales y buscar abrir huecos más para sus compañeros que para sí mismo, en contraposición al clásico ‘9’ que atacaba al espacio o vivía en el área. Este delantero ‘más pivoteador’ participa con mayor asiduidad en el ataque de sus equipos, está más dotado técnicamente y lee mejor las diferentes fases del juego.
Rápidamente al hablar de delanteros más asociativos se nos vienen a la mente dos nombres que destacan en este arte: Roberto Firmino y Karim Benzema. Dos futbolistas que suelen estar en el centro de la diana por la dificultad a la hora de comprender su rol e importancia dentro del sistema y su preponderancia sobre el juego combinativo más que a la finalización (donde destacan por encima de lo que la crítica sitúa). En esta pequeña evolución del fútbol donde los espacios cada vez toman mayor protagonismo, tener jugadores como estos en la punta del ataque resulta fundamental. Son el eje de toda la creación de espacios y movimientos ofensivos de su equipo, y aunque aún cueste aceptar su rol y salir del prototipo de delantero goleador que invade el imaginario del aficionado, su peso dentro del juego actual hará que a no mucho tardar sea una figura tan corriente y aceptada como ese portero técnico y atrevido o ese central con salida de balón en largo y en corto. Porque ante la importancia del esférico y de los espacios en el fútbol actual, figuras como la del delantero asociativo y las citadas anteriormente hacen que este juego cada vez evolucione con más celeridad hacia un juego de pivotes.
Oli Scarff / AFP