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La Galerna

·1 de julio de 2022

Un eufemismo llamado palanca

Imagen del artículo:Un eufemismo llamado palanca

Año 2030. Dentro del despacho oval, la presidenta Lisa Simpson discute con sus asesores cómo sacar a los Estados Unidos de la ruina económica que le ha legado su predecesor; el presidente Trump. Se pretende anunciar un gravoso impuesto de emergencia, pero suavizando el golpe a los contribuyentes, poco dispuestos a pagar más. El secretario Van Houten sugiere un eufemismo como Ajuste temporal a reembolsar, aunque advierte de lo desvergonzado de la maniobra. El discurso televisado a la nación empieza con buen pie para Lisa; los ciudadanos acogen con agrado la idea del ajuste temporal. Pero todo se tuerce cuando Bart, el inútil hermano de la presidenta, irrumpe en medio del directo y acaba denominando la subida de impuestos como una estafa fiscal, algo que enfurece a los estadounidenses.

Más allá de destacar la capacidad de los guionistas de los Simpson para adelantarse a acontecimientos tan inesperados hace más de dos décadas como la presidencia de un personaje como Donald Trump, lo que sucede en ese episodio recuerda poderosamente a lo que está viviendo estos días el Barça. Gracias a ese eufemismo conocido como ‘palancas económicas’, la junta directiva que preside Joan Laporta, ayudada por los medios, ha transformado en algo positivo lo que no deja de ser una descapitalización de ingresos recurrentes. Una medida desesperada que da algo de aire hoy, pero que agrava la distancia en cuanto a ingresos anuales con sus rivales durante 25 largos años. Vender parte de tus activos para paliar las pérdidas de un ejercicio ordinario es una práctica de altísimo riesgo financiero. Liquidar aún más porciones del negocio para invertir en futbolistas es acelerar a todo gas en dirección al abismo. Como pagar a doce meses y con intereses una fastuosa cena, aunque el resto de ese año te veas obligado a comer chopped a diario.


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Gracias a ese eufemismo conocido como ‘palancas económicas’, la junta directiva que preside Joan Laporta, ayudada por los medios, ha transformado en algo positivo lo que no deja de ser una descapitalización de ingresos recurrentes

El eufemismo es un mal endémico del periodismo, un atajo que logra mejorar la digestión del fenómeno al que se alude, evitando explicarlo en profundidad, siempre a costa de cambiar su significado. Así, se emplean expresiones como impuesto revolucionario en lugar de extorsión terrorista, mesa de diálogo en vez de proceso de negociación, o conflicto armado en lugar de guerra. Es obvio que el concepto de activación de palancas financieras suena mucho mejor que venta de ingresos recurrentes. Así que aquellos que deberían dedicarse a contar la verdad han abrazado con alborozo este término, a sabiendas de que pinta una artificial capa de optimismo sobre una operación que es a todas luces perjudicial para el F.C. Barcelona.

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No sorprende que buena parte de los aficionados (y periodistas), obsesionados con el hoy, con la llegada del nuevo cromo y con ilusionarse cueste lo que cueste, estén encantados con el troceo y mercadeo de los activos del club para contratar nuevos futbolistas. Futbolistas que en ningún caso permanecerán en el club 25 años. Es bastante probable que dentro de muy poco tiempo, y con la situación agravada por el efecto de estas medidas, los hinchas vuelvan a reclamar más caras nuevas sin atender a excusas. Y quedará entonces poco o nada que empeñar. El infantilismo se cura con la realidad, no con maquillajes retóricos que mantengan viva una fábula que ya vivimos hace no demasiado. Los mismos que se burlaban de la falta de inversión del Real Madrid mientras alababan al presidente del Barça por fichar sin cesar, ahora se quejan de la herencia de esa etapa y diseminan la responsabilidad en cualquiera que no sean ellos. El Barcelona podría reconstruirse con la mesura que planteó un candidato presidencial que, por supuesto, perdió las elecciones. Venta de futbolistas, drásticos recortes salariales, apuesta por la cantera y salidas al mercado solo en busca de grandes oportunidades es una fórmula menos llamativa, pero más realista y ortodoxa en términos financieros. Y permitiría una recuperación rápida a una entidad muy importante, aunque posiblemente a costa de sacrificar el presente más inmediato.

Vender parte de tus activos para paliar las pérdidas de un ejercicio ordinario es una práctica de altísimo riesgo financiero

La realidad es tozuda y, por muchos escenarios fantásticos que se dibujen sobre ella, siempre acaba aflorando. Desde la perspectiva del madridismo también hay que sacar lecciones de lo que le ocurre al máximo rival. Durante años he leído y escuchado encendidas críticas al conservadurismo económico de Florentino Pérez, tras varias etapas de desinversión, con más ingresos por ventas de futbolistas que gastos en compras. El aficionado, de aquí y de allí, debería madurar para saber que por muchos eufemismos que quieran endulzar los hechos, ni el dinero es infinito, ni las deudas se pueden patear eternamente hacia adelante como si de una pelota se tratara. Lo esencial es la pervivencia de la entidad y toda iniciativa que la amenace se debe desechar. Afortunadamente, la actual directiva madridista se ha regido siempre con principios financieros rectos. Pero ninguna junta es eterna y mañana podemos ver (como ya hicimos en el pasado) procesos que conduzcan a lo que ahora sucede al otro lado del puente aéreo. Aficionados y, sobre todo, socios debemos aprender y prepararnos para detectar falacias vestidas de palancas u otros eufemismos. Necesitamos actuar como el Bart Simpson que desmonta la mentira y deja la verdad desnuda, aunque esta no sea agradable a la vista.

Getty Images.

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