El Nueve y Medio
·16 de marzo de 2020
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·16 de marzo de 2020
La historia de Glasgow empezó con la llegada de la gente a la ribera del río Clyde. La venida del Imperio Romano simplemente potenció esos asentamientos con el establecimiento de puestos de avanzada. Para separar a la Britannia romana del resto de territorios salvajes llenos de celtas se construyó el Muro Antonino. Hasta la fecha quedan sus vestigios.
Se marcharon los romanos y el sitio quedó abandonado a la suerte. Glasgow mudó posteriormente a un carácter religioso con la fundación oficial en el siglo VI a manos del misionero escocés Kentigern o San Mungo. Él había conocido a un santo llamado Fergus pero al poco tiempo falleció. Entonces llevó su cuerpo en una carreta tirada por bueyes. En esas antiguas ruinas del punto de avanzada se detuvieron los animales. San Mungo lo interpretó como señal divina y llamó a ese lugar Glasgui, que en los idiomas celtas quiere decir “querido y verde lugar”. Ahí a orillas del arroyo Molendinar surgió una pequeña iglesia. Más adelante sería la catedral de Glasgow, comenzada en 1131, consagrada en 1197 y modificada desde entonces.
Como recordarás, la educación era solamente garantizada si venía con un aval del poder religioso, y mediante la publicación de una bula papal se fundó la Universidad de Glasgow en 1451. Esa influencia religiosa se puede constatar porque a su alrededor había edificios religiosos.
Glasgow maduró hasta volverse en un centro comercial. El punto de quiebre fue el siglo XVI cuando se amplió el río Clyde. Eso empoderó a los mercaderes y artesanos que veían un potencial de comercio marítimo. Así llegó el tabaco y el algodón desde las Trece Colonias y el azúcar desde el Caribe y Glasgow lo movía por todo el Imperio Británico y de ahí salía para Europa. Glasgow también se vio beneficiada por la abundancia de carbón en Lanakshire, que se traduciría en una Revolución Industrial. Por ello, Glasgow era la segunda capital del imperio y en 1892 era una de las metrópolis más ricas del mundo.
El siglo XX representó para Glasgow un reto en todos los sentidos: las consecuencias de la I Guerra Mundial, la Gran Depresión, un bombardeo de la II Guerra Mundial y políticas dañinas de Edimburgo para favorecer a otras ciudades menores, propició que Glasgow se replanteara su función dentro de Escocia. En los años 80 viró hacia un estatus más bien financiero y turístico (como el estatus de Capital Europea de la Cultura en 1990), aunque la producción industrial siempre lleva la voz cantante.
Glasgow nació a partir de la Catedral, así que es justo empezar nuestra visita por ahí. Es una de las dos capitales que sobrevivió a la recalcitrante Reforma Protestante del siglo XVI. Ahí siguen la cripta de San Mungo del siglo XIII y el techo de madera de la nave central que data del siglo XV.
Detras de la catedral hay una parada ciertamente lúgubre porque se encuentra la Necrópolis, el cementerio victoriano por excelencia. Aquí yacen 50 mil personas, algunas con lápida anónima, otras con una tumba digna de ser considerada como obra de arte.
Vamos ahora a la fama mercantil de Glasgow. George Square es el alma de la antigua segunda ciudad del imperio y sus edificios no dejan indiferentes a nadie que pose sus ojos allí. Puedes sentarte para tomar un café mientras te imaginas a empresarios ordenando el comercio con todo el mundo. Y no se puede evitar la visita a la Universidad de Glasgow. Apúntate a su visita guiada por su campus milenario y descubre las aulas donde estudiaron mentes de la talla de Adam Smith y David Hume, por mencionar solamente a algunos.
Nuestra siguiente parada es el Museo Kelvingrove, el museo británico más visitado fuera de Londres. Su colección no se limita al arte, sino que aquí aprenderás de historia escocesa y de ciencia.
Glasgow se jacta de tener un carácter ecléctico. Puedes ver arquitectura victoriana y en unos metros se aparece ante tu vista edificios construidos con un dejo moderno, como el Riverside Museum, legado que dejó Zaha Hadid para festejar su nombramiento en la Orden del Imperio Británico. Y Glasgow no se puede apartar de un carácter musical, ya que aquí han surgido bandas como Franz Ferdinand, Mark Knopfler, Belle and Sebastian, Snow Patrol y Travis, entre otros. En 2008, Glasgow fue la primera ciudad Capital de la Música por parte de la UNESCO.
Transportarte por todo Glasgow es también una experiencia en sí. Esta ciudad tiene el único sistema subterráneo en Escocia, aunque sea solamente una línea circular.
Para terminar tu visita por Glasgow, recuerda que Escocia es conocida en todo el mundo por la calidad de su whisky. Ve a alguna de las cientas destilerías. La principal es la Clydeside, con lo que llegamos al punto de partida de Glasgow. Ahí podrás atestiguar la historia del whisky, su proceso de fabricación a partir de la malta y al final tendrás tu cata para degustarlo. Si quieres prolongar tu experiencia, hay una tienda. Solamente asegúrate que no te lo quiten en la aduana al regresar a tu patria.
Con casi dos millones de habitantes, Glasgow es la ciudad más grande de Escocia, superando a la capital, Edimburgo. A nivel Reino Unido, ocupa el quinto lugar. Lo supera Leeds, Birmingham, Manchester y Londres.
¿Sabías que de Glasgow a Gdansk hay 2.272 km en carreteras? Eso no es problema si estás en un KIA Rio Sedan 2020. Solamente hay que llenar tres veces el tanque.