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·26 de marzo de 2025

Siga el baile, al compás del tamboril: esta noche la impactante Argentina lo conmocionó a Brasil

Imagen del artículo:Siga el baile, al compás del tamboril: esta noche la impactante Argentina lo conmocionó a Brasil

Argentina apabulló a Brasil 4-1, en el estadio de River Plate, para celebrar su fresca clasificación anticipada al Mundial 2026. El equipo de Lionel Scaloni ratificó su enorme poderío y la goleada estuvo adornada por una actuación sobresaliente (una más y van…), cuatro golazos, y por momentos un auténtico baile y una sincronización formidable. Y eso que no estuvo Lionel Messi.

Poco tardó en romperse el equilibrio. Iban 4 minutos y tras una serie de toques precisos, Nicolás Tagliafico mandó el pase de cabeza, Thiago Almada dio una asistencia brillante y Julián Álvarez guapeó entre los Guilherme Arana y Murillo y levantando su pierna derecha inició el camino.


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Con buenas combinaciones, determinación y el estilo clásico del campeón del mundo poco tardó en llegar un nuevo festejo celeste y blanco. Otra vez una acumulación de pases acertados, más de treinta, por distintos sectores desembocó en el centro de Nahuel Molina para la aparición de Enzo Fernández, por el segundo palo, y el remate fuerte para el 2 a 0, a los 12 minutos.

Todo era fiesta, alegría, emoción. Argentina era amo y señor y con ese brillante inicio justificaba su pasaje adelantado a Estados Unidos-México-Canadá 2026. El equipo era una máquina aceitada y perfecta, dominaba táctica e intelectualmente el desparejo cotejo.

Una desafortunada equivocación propia le dio la chance a Brasil de meterse en partido. Cristian Romero estaba sólo, con tiempo y espacio, pero se entretuvo y perdió la pelota ante Matheus Cunha, quien le robó el balón y batió a Emiliano Dibu Martínez para someterlo con un derechazo bajo a un rincón, a los 27 minutos. ¿Qué se le puede cuestionar a Romero, gran figura desde su aparición en la Selección, incluyendo este partido (exceptuando este claro error)? Nada, fue un suceso desdichado del defensor.

A pesar de este golpe psicológico, el rumbo del partido no varió. No lo aprovechó Brasil y Argentina, tras superar un breve instante de aturdimiento, retomó su dominio. Bento empezó a convertirse en la figura de su equipo, desviando con una mano un disparo de Thiago Almada al ángulo.

Y a los 36 minutos, Argentina, ratificando su voracidad y su compromiso, pegó otro grito de gol: Enzo Fernández mandó un distinguido pase aéreo para la no menos exquisita definición de Alexis Mac Allister.

Con otra gran atajada de Bento arrancó el segundo tiempo. El arquero brasileño desvió el tiro de Julián Álvarez, quien había recibido el pase larguísimo de Dibu Martínez, le ganó la posición a Leo Ortiz e intentó picarle la pelota al 1 de Brasil. Poco después un cabezazo de Nicolás Tagliafico, tras otro centro de Enzo Fernández, salió cerca.

Ingresó Giuliano Simeone y solamente le llevó unos segundos anotar su primer gol con la Selección. Tagliafico mandó el centro desde la izquierda, la pelota cruzó el área y por la derecha apareció el hijo de Diego (enorme referente de Argentina) para meter un tremendo remate a la carrera y poner el 4 a 1, a los 26 minutos.

Un tiro libre combado de Raphinha que besó el travesaño fue apenas una anécdota. Porque todo seguía siendo de Argentina, que estuvo cerca de ampliar la goleada con un remate de afuera de Leandro Paredes que determinó otro lucimiento de Bento, volando y tapando y luego con un disparo de afuera de Rodrigo De Paul que salió cerca del travesaño.

Emocionó ese festejo alocado de los jugadores argentinos, a pura alegría como si tratase de adolescentes entusiasmados, al final. Ser campeones todo -Copa América por duplicado, Mundial de Qatar, de la Finalissima- no admite relajarse ni conformarse. Con la base conocida, con los juveniles que alimentan el recambio, esta Selección Argentina sigue haciendo historia. Y siempre quiere más.

Este 4-1, que destrabó la paridad en el historial entre Argentina y Brasil -43 victorias celeste y blancas y 42 verdeamarelhas, además de 26 empates- queda detrás de las remotas 6-1 (Carlos Peucelle 3, Herminio Masantonio 2 y Emilio Baldonedo) y 5-1 (Masantonio 2, Baldonedo, Peucelle y Fabio Cassan), ambos por la Copa Roca de 1940 en Buenos Aires, y el 5-1 (Masantonio 2, José Manuel Moreno 2 y Enrique Chueco García), en 1939 en Brasil y también en la Copa Roca.

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