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En un momento dado

·25 de noviembre de 2024

Segundo intento

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La correlación es reveladoramente exacta. Cada uno de los tropiezos del Barça en Liga ha coincidido con una ausencia de Lamine Yamal. A su vez, cada ausencia de Lamine Yamal en Liga ha significado un tropiezo de su equipo. En el conjunto de Hansi Flick, el canterano no es cualquier cosa. Se trata, con toda seguridad, de la pieza más relevante del engranaje. El qué y el cómo de muchas cosas.

Es, para empezar, su atacante más creativo, el que permite que Raphinha y Lewandowski se orienten a concluir lo que él genera y no a crear ellos la ocasión de gol. Es también, con diferencia, el azulgrana con más capacidad de desequilibrio, el que más recursos tiene atacando en posicional y el que mejor conduce los contraataques. Además, es quien con sus acciones desordena a los rivales con mayor continuidad para que éstos defiendan peor y afronten la transición defensa-ataque en situación más desfavorable, y quien más impacto tiene a la hora de ordenar a sus compañeros. Buena parte de los mecanismos del Barça miran hacia él, y es a partir de él que se organizan. Las diagonales de Iñigo Martínez, el cambio de orientación del interior izquierdo, las funciones de Koundé desde el lateral, el pase de Cubarsí hacia la mediapunta para juntar al adversario por dentro antes de sacar el esférico a la banda, o la profundidad que atacan Balde y Raphinha desde el lado débil son aspectos que definen el juego culer y que sin Lamine resulta más dificultoso activar. Dado el impacto del canterano, reemplazarlo no es sencillo.


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En las últimas jornadas, en Anoeta y en Vigo, Flick lo ha probado de dos formas distintas. Delante los de Imanol, la apuesta del alemán pasó por modificar lo menos posible el resto del equipo, entendiendo que ante la baja de una pieza tan importante como Lamine lo conveniente era reforzar la posición y estatus del resto, aunque eso significara ubicar en el extremo derecho a un futbolista a priori menos apto para el puesto como Fermín. Ocurrió que, sin Lamine, el lugar del resto, por mucho que fuera el mismo, perdió sentido. En Vigo, por lo tanto, la receta fue otra y en ella sí se modificaron muchas más cosas. Raphinha cambió de banda para tener un extremo en la banda donde más importante es el extremo, Dani Olmo pasó del interior derecho a la punta izquierda, Pedri repitió como interior derecho (el más adelantado de los dos) y cedió el izquierdo (el más retrasado de los dos) a Gavi. Además, por precaución, Gerard Martín ocupó el lateral que habitualmente es de Alejandro Balde. La suma de todo podría decirse que desnaturalizó el juego del Barça, especialmente por lo que respecta a la profundidad de su banda izquierda y a los roles de su mediocampo.

En cuanto al primer aspecto, si en el conjunto azulgrana el lado derecho viene siendo el de la creatividad juntando a Cubarsí, Koundé, Olmo y Lamine, el izquierdo se distingue por su ataque de los espacios, bien por dentro con Raphinha o bien por fuera con Balde. El extremo y el lateral tienen la función de compensar los apoyos del resto de atacantes y de girar a los rivales hacia la portería o el banderín, alargando las distancias entre líneas y favoreciendo la labor de los jugadores más creativos. En Vigo, sin embargo, la participación en ataque de Gerard Martín fue escasa y el papel de Olmo poco definido. El de Terrassa estuvo más presente a la espalda de los mediocentros que a la espalda de los centrales, bien defendido de cara por Javi Rodríguez, que con Hugo Álvarez sobre Gerard Martín disfrutó de un escenario defensivo muy simplificado. Más allá de la jugada del cero a uno, el Barça apenas giró más veces a la zaga celtista durante el primer tiempo, lo que restó espacios a sus combinaciones y eficacia en la defensa de las transiciones.

En segundo lugar, que Olmo no fuera Raphinha contribuyó a que tampoco Gavi fuera Pedri. El canterano regresó al once con una actuación muy positiva, seguro con la pelota, dinámico sin ella y esperanzadoramente ágil en sus recorridos, pero ocupó su demarcación de interior izquierdo de un modo distinto al canario tanto en la forma como en el fondo. En cuanto a lo primero, cuando Pedri juega como interior izquierdo es un futbolista que en ataque mezcla tramos con apariencia de segundo mediocentro y otros que lo hacen parecer un mediapunta. Salta constantemente entre las alturas del mediocampo azulgrana, permitiendo superioridades numéricas en la línea que más le interesa al equipo en cada momento. El protagonismo de Gavi ante el Celta, sin embargo, casi siempre se localizó en la base, cerca de Casadó y activándose poco por delante de la línea de balón. Así, si Olmo decidía abandonar la mediapunta para ejercer de extremo abriendo la banda, el Barça dejaba a Pedri como única referencia en la frontal. En cuanto al fondo, la función de Gavi con la pelota fue la de asegurar la posesión y dar continuidad a la jugada, y no tanto la de ordenar al equipo y dirigir el juego.

Esto mejoró en la segunda parte con la entrada de un Héctor Fort, más profundo que Gerard Martín desde el lateral y, en general, con una apuesta más clara del resto de piezas a la hora de atacar la espalda de la zaga local. El Celta poco a poco agrandó sus distancias en ataque y en defensa, tratando de encontrar en el flojo partido de Iñaki Peña con los pies una puerta abierta a la remontada, pero a cambio asumió que Dani Olmo pudiera crecer desde la mediapunta, lo que estuvo cerca de sentenciar el partido. No lo hizo, y la expulsión de Casadó y el error de Koundé sacaron del partido al Barça, que sin Gavi, Pedri ni Olmo no fue capaz de volver a meterse en él. El segundo intento tampoco funcionó.

– Foto: Octavio Passos/Getty Images

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