Diario UF
·7 de octubre de 2020
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·7 de octubre de 2020
Este pasado domingo nos dejó un día para la historia en la ciudad de Burgos, que tendría por delante la primera final europea de su historia. Los de Joan Peñarroya y toda la ciudad se engalanaban para ver a su equipo enfrentarse al AEK de Atenas, en Atenas, y en una competición de sobra conocida por los griegos. Los burgaleses, que habían partido en la competición desde la clasificación previa, se veían en una final después de brillar en la Final entre 8. Por primera en su historia, los burgaleses se encontraban a un partido de entrar en la historia.
Pero para conocer la historia de este equipo, del Club Baloncesto Miraflores, conocido como Hereda San Pablo Burgos por patrocinios, nos tenemos que remontar mucho atrás. Concretamente nos tenemos que ir hasta agosto de 2015, cuando es admitido finalmente en LEB Oro. El objetivo del equipo era sustituir al CB Tizona, que no consiguió ascender a Liga Endesa al no poder pagar el canon de entrada a la ACB. Era su primera temporada en LEB Oro, los burgaleses conseguirían clasificarse para el Playoff de ascenso. Para su segunda temporada si consiguieron el ascenso, tras clasificarse en primera posición, y esta vez si llevando a la ciudad castellana a ACB. En estas cuatro temporadas, el equipo se identificó por su humildad, su increíble afición, y por una épica clasificación para las semifinales de Liga Endesa.
Tan solo cinco años de historia como equipo profesional para enfrentarse a todo un campeón como el AEK de Atenas. Los Rice, los Slaughter, los Maciulis o los Zisis; poco pudieron hacer ante un plantel de auténticos guerreros burgaleses. Y es que a pesar de venir de distintas partes del mundo, el burgalesismo que han demostrado durante toda su etapa es de aquellos que emociona a la ciudad. A pesar de no tener a su hinchada ahí, de no sentir los cánticos y el fervor de la grada; los azules no podían sentirse solos. Y es que toda la ciudad, desde el ayuntamiento hasta los aficionados más pequeños, estaban empujando junto al equipo.
Con este quinteto arrancaría el equipo de Joan Peñarroya: Alex Renfoe, Vítor Benite, Xavier Rabaseda, Jasiel Rivero y Dejan Kravic. El San Pablo se mostraba nervioso en los primeros compases del encuentro, aferrándose al resultado a base de tiros de 3 y con un pésimo porcentaje de tiro. Los griegos, más experimentados y con mayor oficio salieron a hacer su partido, consiguiendo una ventaja de 10 puntos en el primer cuarto.
Todo cambió con la entrada de dos hombres al partido, Thaddeus McFadden y Omar Cook. El primero venía brillando en su función de tirador durante toda la temporada, es por ello que se le realizó un importante marcaje personal. Entonces sería el momento del segundo, que comenzaría a brillar desde la línea de tres. Un gran Miquel Salvó colaboró para que los burgaleses se marchasen con una ventaja de 13 puntos al descanso.
Su gran segundo cuarto les serviría a los azulones como motivación para conseguir de nuevo una ventaja de 6 puntos en el tercer cuarto. McFadden se encontraba, Benite carburaba, Horton aportaba y Cook seguía brillando. En el último cuarto la diferencia era abismal y los griegos salieron a por todas. Sería el momento para hombres con experiencia como Rabaseda, Kravic o el propio McFadden. Los errores de los locales, sumados a la gran tarea de los burgaleses en el rebote, consiguieron hacer inútil la intentona ateniense. El partido acababa con un 85-74 a favor de los de morado, que hacían historia al conseguir un título en su primera participación europea.
El partido podría ofrecer algún tipo de dudas, ya que el nivel de Vítor Benite y de Omar Cook habían sido merecedores de ganar el trofeo. Sin embargo, el rendimiento general en la Final a 8 de Thaddeus McFadden le llevo a ganarse el premio como mejor jugador. El norteamericano, nacionalizado con Georgia, demostró un gran nivel durante todos los partidos como tirador y como generador de juego.
Para no ir más lejos, en la final nos dejó 18 puntos, 6 rebotes y 5 asistencias; obteniendo un total de 22 puntos de valoración. Pero es que el escolta azulón consiguió un promedio de 10´7 puntos, 2´3 rebotes y 3´3 asistencias en toda la Final entre 8. El jugador consigue de esta forma su único trofeo individual de su carrera, y por palabras suyas “el mejor trofeo de toda su carrera”.
Durante toda la trayectoria del humilde equipo burgalés, el apoyo de su afición ha sido indispensable para cosechar sus éxitos. La marea azul se ha extendido por toda la ciudad castellana, encontrando aficionados y banderas del club en la gran mayoría de casas. Prueba de ello es la celebración que se llevó a cabo en la Plaza de España la misma noche de la consecución del título, así como el recibimiento a los jugadores en el teatro principal. El cuerpo de bomberos también engalonó la estatua del Cid Campeador con camiseta y bufanda del equipo de baloncesto.
El ayuntamiento de la ciudad también ha mostrado su apoyo al club en su temporada, con varios mensajes, con el propio alcalde en el pabellón, y finalmente con un recibimiento y homenaje por parte del equipo de gobierno. Los jugadores por su parte ofrecieron la copa a los aficionados que se acercaron a corear y declararon que este título era “el primero de muchos”.