Balón en Profundidad
·31 de mayo de 2019
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Hay pocos símbolos tan reconocibles como las pirámides. En su esplendor, no solo hablan de una obra de ingeniería fuera de lo común, sino de toda la tradición y la cultura que en tiempos antiguos se extendieron a lo largo del extremo noroeste africano, donde el desierto se cose al Mediterráneo mediante el discurrir del Nilo. Egipto hoy ha visto nacer un nuevo ejemplo de su cultura, trasladada al deporte balompédico. Siguiendo el curso del río Nilo desde Giza hacia el norte del país se encuentra una pequeña ciudad, Basyoun, en la que nació el nuevo faraón encargado de crear la nueva gran obra egipcia: Mohammed Salah.
Vital en los planes de Klopp, Mo Salah apura los entrenamientos de cara a llegar de la mejor manera posible a la final de Madrid ante un conocido rival, el Tottenham Hotspur de Mauricio Pochettino. En Premier League, este año, fueron capaces de ganar en ambos duelos a los londinenses, aunque Salah no fue capaz de taladrar la portería de Lloris, pero sí de hacer un pase de gol en el partido de vuelta. No es mal augurio de cara a la final de Champions League, en la que la labor del jugador africano se ve vital, acompañado de sus habituales socios en ataque; Mané y Firmino.
Habiendo pulverizado todos los registros de jugadores egipcios en todas las competiciones de la UEFA, de lograr alzar la ‘orejona’, se convertirá en el primer jugador egipcio en ganar una Champions League.
Es en compañía de este segundo que el jugador egipcio más cómodo se siente sobre el césped, pues consiguen sacar, con su asociación, las mejores habilidades de cada uno, con permutas de posición y paredes en la frontal que suele aprovechar con agradecimiento la zurda del ‘10’ del Liverpool. Y es que es en la delantera donde el juego del conjunto de Klopp demuestra mayor química, con tres futbolistas de demostrada calidad y con la capacidad de sobreponerse a casi cualquier defensa por talento e insistencia, apoyados por un equipo que percute en la presión y que busca siempre el desempeño en la recuperación para garantizar balones y oportunidades a la gente de arriba. Con ese guion, parece que Mohammed Salah está ante la oportunidad definitiva para redimirse y buscar una vez más la gloria en Europa. Su fe, demostrada en su camiseta durante el partido ante el Barcelona en Anfield (con un profético “Never Give Up”), le ha conducido hasta una nueva ocasión de mostrar, en el mayor escenario del mundo, su calidad y su liderazgo para conducir al Liverpool hasta su sexta Champions League.
Un reto en el que sabe tener mucho en juego, habiendo pulverizado todos los registros de jugadores egipcios en todas las competiciones de la UEFA (como máximo goleador y en número de partidos jugados) y que, de lograr al alzar la ‘orejona’, se convertirá en el primer jugador egipcio en ganar una Champions League. En la 2017/18, el choque ante el Real Madrid pudo suponer este hito, pero una lesión le privó de ayudar a su equipo como le hubiera gustado. La famosa acción junto a Sergio Ramos le llevó no solo a perderse uno de los partidos más importantes de su carrera, sino a perderse el que quizá sería el siguiente: el debut con su selección en el Mundial de 2018 en Rusia. Sus aspiraciones mundialistas se vieron interrumpidas por la lesión del hombro, por lo que solo pudo jugar el segundo y el tercer partido, perdiéndose el choque ante Uruguay. A pesar de marcar en los dos partidos en los que jugó, el egipcio no pudo conducir a los suyos hasta octavos, yéndose de la competición en la primera fase.
Con el reto ante sus ojos, con la gloria en el horizonte, el nuevo ‘Faraón’ egipcio, Mohammed Salah, no teme a nada ni nadie en la lucha por ser el nuevo ídolo de masas en su país y el responsable de un nuevo logro del Liverpool, rompiendo los años de sequía del club en Europa y conduciendo a su afición a un nuevo argumento para amar a este zurdo con el ‘10’, que tiene hambre de nuevos desafíos y de nuevas metas, en la lucha definitiva por marcar su nombre en rojo. Una nueva oportunidad para construir, lejos de Giza, un nuevo recuerdo imborrable del eterno talento egipcio.