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·8 de diciembre de 2018
River - Boca en Madrid: la película que no se le ocurrió ni a Tim Burton

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·8 de diciembre de 2018
"La Boca es alegría, La Boca es carnaval, vamos a dar la vuelta en el Monumental", cantan los hinchas de Boca en la puerta del hotel donde se hospeda el plantel del Xeneize, en Madrid. "En el Monumental", gritan y se ríen porque -ahora- esa canción no tiene sentido.
Una pareja se acerca al banderazo xeneize. Son españoles. Ella le pregunta a él por qué está toda esa gente ahí y él le responde que "porque los argentinos son muy fanáticos" y agrega que "mañana (por el domingo) van a jugar una final de Copa Libertadores, que es un torneo muy importante de América". Ella grita, eufórica, y dice que le encanta estar ahí. Él le dice que Boca es lo mejor y ella le pregunta por qué. "Porque sí, porque es mejor", dice, convencido, y tararea una canción.
En Puerta del Sol, en el centro de Madrid, los hinchas de River también hacen su banderazo y cantan canciones nuevas enfocadas en el Superclásico. Ahí, un fanático de unos 30 años hace una videollamada con su celular y comparte ese momento con un hombre mayor que parece ser su padre. Juntos se emocionan a la distancia. "Cómo me hubiera gustado que estuvieras acá", le dice el más joven de los dos al hombre que lo ve del otro lado del teléfono desde un sillón y sin remera por el calor que hace en Argentina. A los dos se les llenan los ojos de lágrimas. Cerca, un hombre rubio, muy alto, grita sin parar. Está eufórico. Otro hincha se le acerca y, al verlo tan exaltado, le ofrece complicidad. "Aguante River", le dice, pero el grandote no le responde. "Vamos River", insiste, buscando incentivarlo -como si lo necesitara-, pero el rubio no suelta una palabra. Un tercero aparece en escena y explica que su amigo no entiende ni una sola palabra de español, pero que grita porque le gusta ver a los hinchas cantar.
Alrededor, un hombre de unos 50 años sostiene un cartel que pide por los derechos humanos, y a su lado -en medio de cientos de hinchas de River- una mujer alza una cartulina que acusa "gastar de más va mal para ti, tu gente y el ambiente". Ambos participan de una manifestación.
En la entrada del hotel Eurostars Mirasierra hay un hombre disfrazado de Pikachu, el famoso personaje del dibujito "Pokémon", traje al que le suma una peluca con rulos azul y amarilla, obvio. Dice que a Boca lo sigue a todos lados y que se visitó así "porque tenía ganas". A un costado, ahí cerca, una bandera enorme que luce el nombre "Gabriel Paletta" y tiene un dibujo del defensor que supo vestir la camiseta del Xeneize entre 2007 y 2010. Al lado, otra bandera que dice que México es de Boca y un papá que dejó en su casa, en Miami, a sus dos hijos y a su esposa para poder ir a ver "el mejor partido del mundo".
Mientras tanto, en otros lugares del centro de Madrid, familias enteras aprovechan el sábado festivo por el Día de la Inmaculada para pasear. Lo único que saben del Superclásico es que su ciudad fue invadida por miles de fanáticos que no entienden ni de horarios ni de lugares a la hora de manifestar su amor por sus clubes. Y que el ratón Mickey es hincha de Boca y estuvo de paseo por el Bernabéu.
Todo es inverosímil, como salido de una película de Tim Burton, donde fantasía y realidad coquetean y se entremezclan constantemente. Quizás, esta final histórica e histérica se transforme en realidad cuando salgan los equipos al campo de juego en el estadio de Real Madrid. O cuando se corone un nuevo campeón de la Libertadores (en suelo europeo). O, probablemente, sea una fábula, una historia irreal cuya última parte se estrenará el domingo en el Bernabéu. Si todo sale bien.