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·20 de mayo de 2022

Rayo Vallecano 2-4 Levante: ‘Gracias y hasta pronto’

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En Vallecas no se dice adiós. Es una palabra prohibida, como dejar de cantar o festejar. Hay pocas normas en Constitución de Peña Prieta, pero son muy concretas. Y la última, es la más importante: agradecer. Eso hizo el barrio en el broche de oro a una temporada de película. Agradecer a sus jugadores haberles hecho tomarse las uvas en Champions y soñar con una final de Copa. Decirles con 90 minutos de ambiente festivo que en agosto, más y mejor. Porque así es la Franja, un famélico galgo que jamás deja de galopar y, según narra la leyenda, no cumple años, sino temporadas. El can ya acaricia la centena.

La noche pintó a broche de oro y acabó en hojalata. El Rayo Vallecano no gana un partido en su guarida desde el 18 de diciembre; ha pasado de ser el mejor local de Europa, al peor de la galaxia. Porque si la reciente goleada del Villarreal no había sido suficiente humillación (1-5), también sonrojó el rostro un ya descendido Levante que, al menos, quiso revolverse en su sarcófago para morir con dignidad. Lo hizo, goleó. Jugó un fútbol de poco brillo pero inmensa eficacia. Porque los de Iraola -cuya ovación tras renovar fue ingente- sólo han dejado la portería a cero en uno de sus últimos 12 partidos en casa. La hemorragia defensiva es de quirófano.


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Tan grave, que de nada sirvió el primer zarpazo de Álvaro García, cuyo estado de forma es un oasis maravilloso entre tantas dunas. Aprovechó un regalo de Coke, viejo amigo, para entrar dentro del área por la izquierda, recortar hacia su pierna menos hábil y marcar entre las piernas de Cárdenas. Luego de desató el caos. El desastre. Saracchi, lateral izquierdo con sólo 123 minutos en sus piernas, puso un centro al punto de penalti y Melero remató absolutamente solo. Iraola agarró con fuerza una botella, sin saber que minutos después le entrarían ganas de estamparla contra el césped. Porque los dos goles siguientes fueron aún peores.

Primero, Morales llegó a línea de fondo y puso un balón raso por el área pequeña que empujó Roger sin oposición. Kevin Rodrigues perdió de vista al killer y Catena fue espectador de lujo de una remontada sin sudor. Como del error grotesco de Mario Suárez en el 1-3 justo antes del descanso: poseído por el espíritu de Beckenbauer, salió con el balón controlado desde atrás, decidido a regatear delanteros como si fuese un videojuego. Y salió mal, pues perdió el cuero y propició que Melero, desde la frontal, ejecutase a merced por el palo largo y firmase la sentencia. Se aguó la fiesta vallecana, pues el bochorno estaba siendo tal que florecieron algunos pitos.

Pero Vallecas pensó ‘qué demonios’. Y decidió que su fiesta pagana no iba a ser arruinada por nada ni nadie. El ambiente fue sensacional. De hecho, el 1-2 granota coincidió con un momento en el que la inmensa parte de la afición estaba en pie cantando aquello de “el día que yo muera, quiero ver mi cajón, pintado franjirrojo, como mi corazón”. Algunos aficionados incluso dejaron de atender al césped para cantar a pleno pulmón, hubo ojos llorosos. Mágico, inolvidable. Dos calificativos que, ya de paso, sirven para resumir la obra de arte de Morales para hacer un 1-4 que acabaría en nada. El Comandante se plantó ante Luca y lo dejó por los suelos con un doble regate que rompería el 70% de las caderas sobre la tierra. Marcó a portería vacía y besó el escudo.

Pero el giro de guion lo firmó el VAR, que mandó a Melero López al 16:9 de la banda para revisar un pisotón sobre Bebé segundos antes. Señaló penalti y, por tanto, anuló ese golazo. La responsabilidad fue para Sergi Guardiola, que minutos antes había dejado de ser el máximo anotador del equipo, pues Alvarito le había empatado (7). Pero rugió con fuerza y recuperó el trono marcando raso a su izquierda. Cárdenas fue al otro lado. Iraola introdujo dinamita buscando una remontada, alimentando ese “sí se puede” que entonaba la grada. Entraron Falcao y Sylla de una tacada. Y la ilusión se esfumó en último harakiri de Luca Zidane.

Bardhi puso una falta lateral y el portero salió en falso, dejando la portería vacía. Tras múltiples rebotes y ningún despeje, Coke cabeceó a la red. Sentenció. Y regaló uno de los momentos más emotivos, con Vallecas aplaudiéndole en pie y él, con los ojos llorosos, siendo abrazado por todos sus compañeros. Pudo haber sido su último partido en Primera. Y lo sabe. Ahí se acabó el combate, con la victoria de un Levante que confirmó su penúltima plaza y que el farolillo rojo será para el Alavés. El Rayo, salvo sorpresa, acabará la temporada 12º. Un curso histórico por la Copa que pudo ser y el viaje a Liverpool que algún día será. No este, tal vez dentro de dos, en el centenario. De momento, gracias. No, GRACIAS.

Y hasta pronto.

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