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·9 de septiembre de 2019

Rafa Nadal, Sergio Ramos y la intensidad

Imagen del artículo:Rafa Nadal, Sergio Ramos y la intensidad

Hay una imagen que martillea últimamente en mi cerebro. Martillear, además, podría ser el verbo exacto. Es la imagen de Sergio Ramos, ataviado con su sombrerito coronillero, hablando delante de un micrófono sobre la intensidad o, más concretamente, sobre su ausencia.

Sergio Ramos hablando de la intensidad es terrible. Es la mismísima intensidad hablando de la falta de intensidad. Es ser intenso en decir que no se es intenso. Esto va muy bien con Ramos, un experto en hacernos felices y también en ponernos un poco nerviosos como para no acordarnos de la felicidad que nos ha proporcionado.


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A lo mejor es por mi edad ya avanzada, pero yo en los últimos tiempos me acuerdo poco de lo bueno de Sergio. Supongo que el sombrerito coronillero hace mucho, pero sobre todo es por la intensidad. Ambas características hacen una pareja incomparable. El binomio sombrerito e intensidad como el de Laurel & Hardy.

¿Qué será la intensidad en Ramos? ¿Acaso una novia de la infancia (la Intensi), que lo marcó?  Yo no sé por qué la saca siempre a relucir. Tiene que haber algo dentro de ese caletre, por debajo del sombrerito, que no ha acabado de salir. Y claro, si encima se lo pone siempre, pues más difícil todavía.

Es como si le tapase las salidas a esa (falta de) intensidad. Es tal la fijación que nos volvemos locos cada vez que sale esa intensidad a la palestra. Es un drama novelesco. De novela de sobremesa. Yo a la intensidad de Ramos no la conozco. No sé por qué me la imagino como a Aldonza Lorenzo, a la que Ramos, esa cabeza llena de novelas, ve como a Dulcinea.

Yo a quien sí conozco, por ejemplo, es a la intensidad de Nadal. Y eso que él nunca habla de ella. La vemos cada vez que juega, gane o pierda. La intensidad de Nadal es de incomparable belleza. Es hermoso verla siempre allí donde va él. Nunca falta, al contrario que la de Ramos. La intensidad de Nadal es una maravilla que hace mejor este mundo.

Contemplarla le hace a uno mejor porque ve que es posible, lejos de antiguos triunfos, ensoñaciones y recuerdos infantiles, ser cada día mejor. Esa intensidad se le ve en los ojos, en la tensión de los músculos, en lo enjuto de sus pómulos o en el movimiento de sus piernas. Ese movimiento de piernas es La Intensidad guiando al pueblo que corre alborozado hacia la libertad.

La intensidad de Ramos es un pájaro revoloteando en su cabeza, por dentro del sombrerito. Y le hace cosquillitas. Por eso quizá a veces dice esas cosas que dice. Pero nosotros no la vemos nunca a su intensidad. Él habla de ella un poco como Azarías de su milana: ¡Ay, mi intensidad bonita!, pero no hay manera de verla. Hay que decirle a Sergio que nos la enseñe algún día. Que se quite el sombrero y la veamos volar. Libre al fin.

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