Orgullo Rojo
·17 de marzo de 2025
Querido Rodrigo Rey...

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·17 de marzo de 2025
No sé si alguna vez vas a leer esto, pero nacimos exactamente el mismo día. Ocho de marzo de 1991. No sé si eso significa algo en el orden cósmico de las cosas, pero me gusta pensarlo. No porque crea en las casualidades, sino porque, a veces, hay detalles que parecen decirnos algo sobre quiénes somos y por qué estamos donde estamos.
Vos en el arco. Yo, bueno... por ahí, en la tribuna que está detrás de tu arco, en una mesa de café, en una hoja en blanco. Pero los dos compartimos algo más que la fecha de nacimiento: compartimos un club, un color, una historia y una manera de entender lo que significa estar en este lugar y amarlo, con todo lo que eso implica.
Me gusta pensar que Independiente no es un equipo que se elige. Nos elige él a nosotros. Y cuando eso pasa, cuando te toca en el alma, ya no hay vuelta atrás. Se vuelve parte de lo que sos, como el apellido o la infancia. No es solo ganar partidos, no es solo festejar campeonatos.
Es algo mucho más profundo. Es aprender a esperar, a sostener la esperanza incluso cuando todos te dicen "Andate de ahí, para qué Independiente? Si es un quilombo...". Es la obligación de estar a la altura de una historia que a veces pesa como un ancla y otras te hace volar en la gloria.
Vos, Rodrigo, entendiste eso desde el primer día que llegaste. Bah, lo sentiste y te lo fuiste tatuando en la piel con el correr de los partidos.
Sos el arquero de Independiente. Ser arquero en Independiente no es para cualquiera. No alcanza con tener reflejos, con volar de palo a palo, con tapar pelotas imposibles. No alcanza con ser bueno. Hay que ser fuerte. Hay que tener la cabeza de alguien que sabe que, tarde o temprano, el error va a llegar, y hay que estar listo para masticar bronca. Hay que tener la humildad de saber que no siempre vas a ser el héroe, pero igual tenés que estar ahí. Hay que tener la grandeza de saber que cuando todo tiembla, lo único que el equipo necesita es verte firme, parado, con la mirada de alguien que no se rinde.
Y vos sos eso. No solo el arquero que nos salvó más veces de las que podemos contar, sino el capitán que sostiene. Que sostiene el arco, el equipo, el escudo. Que se hizo cargo cuando muchos miraban para otro lado. Que habló cuando había que hablar y calló cuando el silencio decía más que las palabras. Que entendió que ser capitán no es usar una cinta en el brazo, sino ser el primero en dar la cara y el último en bajar los brazos.
Te habrás dado cuenta de que hablo en pasado, pero no porque quiera despedirte. Hablo en pasado porque es la forma de decirte que estos 100 partidos hablan de tu buena tarea hasta el día de hoy. Y que espero que te quedes otros 100 partidos más, claro, pero que sea coronandote como un "Rodrigo Rey de copas", con la vitrina llena, así la recordas para siempre.
Cumplimos años el mismo día, Rodrigo. Treinta y cuatro. La edad de los que ya no son pibes, pero tampoco viejos. La edad de los que saben que lo mejor que pueden hacer en la vida es seguir siendo fieles a lo que creen, a lo que aman, a lo que son.
Vos hasta el día de hoy fuiste fiel a Independiente. Y eso, en un mundo donde todo se compra y se vende, es algo que vale más que cualquier contrato.
Por eso te escribo. Para darte las gracias. Y para decirte que, donde sea que estés, nunca dejes de ser quien sos. Porque tipos como vos no sobran. Y porque, aunque el fútbol sea ingrato, los hinchas del Rojo que valoramos el esfuerzo no olvidamos.