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La Galerna

·9 de noviembre de 2024

¿Qué demonios nos pasa?

Imagen del artículo:¿Qué demonios nos pasa?

El gran Dave Barry solía decir que da igual el deporte que estés intentando aprender, siempre aparecerá una persona muy seria diciéndote que mantengas las rodillas dobladas. Tal vez Florentino debería viajar a Florida y traérselo como nuevo entrenador. Que alguien, por el amor de Dios, que alguien me explique qué demonios nos está pasando.

El fútbol es un deporte increíblemente sencillo, casi primitivo. Se trata de darle golpes a una cosa redonda y conseguir que se cuele entre los tres palos blancos, a ser posible los tres palos blancos que deberías tener enfrente, no detrás. Lo que hace grande al fútbol es el Real Madrid, que ha convertido un deporte vulgar en una pasión arrolladora, en una catedral deportiva, en un éxtasis de magia y precisión, por decirlo en términos lo bastante moderados como para evitar la crispación.


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Que alguien, por el amor de Dios, que alguien me explique qué demonios nos está pasando

Llevo viendo partidos de fútbol desde el primer minuto en la tierra. Nací cantando un gol de Butragueño en la sala de partos. He jugado al fútbol —esta feo que lo diga, pero de manera realmente brillante— durante décadas, hasta que me rompí hasta el alma en un encuentro de fútbol sala, porque si hay algo que me saca realmente de mis casillas es perder, y ya puedes imaginarte que íbamos perdiendo. Es tal la identificación con el deporte de las pelotas, que incluso sería capaz de volver a jugarlo, tan pronto como arregle un papeleo con mis herederos, que es obvio que mi próximo partido será póstumo.

Quiero decir que, en ocasiones, creo saber algo de fútbol, sensación que comparto con 48 millones de españoles. Y hoy, a 8 de octubre de 2024, cuando la oscuridad se va comiendo esta ciudad marinera, a esa hora en que puedes mirar al cielo ennegrecido y hacerte preguntas existenciales, puedo aseguraros que no tengo la más remota idea de qué le está pasando al Real Madrid.

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Tenemos los mejores jugadores del mundo, el mejor entorno y la mejor afición. Tenemos el gen madridista, ese que muere y resucita cada día, y tenemos la casta y el empuje, el arte y el talento, la inspiración y la fuerza. ¿Y qué vemos en el campo? Un maldito poema en prosa de Cioran, la muerte y la destrucción, la devastación, la impotencia, la pena, la desesperación.

No revelo nada en estas páginas si admito que no fui para nada entusiasta del fichaje de Kylian Mbappé. Si bien, una vez que está de blanco, como con cualquier otro, es mi jugador número uno. No obstante, esperaba una adaptación más rápida y eficaz del que se supone que era el mejor o segundo mejor jugador del mundo, si quieres. Es evidente, para todo el mundo menos para nuestro querido míster, que hay un problema grave con su posición y con la de Vini Jr., pero resulta del todo inesperado que, con tanto talento, no se haya adaptado como delantero, y más aún que después de tantas malas sensaciones —no solo en las derrotas— nuestro equipo técnico haya sido incapaz de buscar una solución.

Tenemos los mejores jugadores del mundo, el mejor entorno y la mejor afición. Tenemos el gen madridista, ese que muere y resucita cada día, y tenemos la casta y el empuje, el arte y el talento, la inspiración y la fuerza. ¿Y qué vemos en el campo? Un maldito poema en prosa de Cioran, la muerte y la destrucción, la devastación, la impotencia, la pena, la desesperación

Oigo muchas críticas al rendimiento de Jude Bellingham esta temporada y, por ser justos, si queremos un análisis serio, habría que comenzar preguntándonos cuál es su papel en el campo. ¿Alguien sabe exactamente dónde juega? Lo vemos tapando agujeros por todo el campo, tratando de contener la fuga de una tubería con mil agujeros, pero no es el tipo de trabajo que esperamos de él. Me crispa verlo corriendo como pollo sin cabeza haciendo el trabajo de varios en cada jugada.

Estoy feliz con la titularidad de Modric. Cada minuto con él en el campo es un ejercicio de belleza. Y ojalá no se agote nunca. Pero se suponía que en esta temporada su papel debía ser mucho más secundario y relajado, y el nivel de estrés que lleva el croata en las piernas le ha hecho cometer errores en los últimos partidos que no ha cometido en toda su maldita carrera. ¿Nadie se pregunta si no estaremos quemando a la joya más veterana de la plantilla, mientras Güler ve los partidos desde la caseta del perro?

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Celebro, eso sí, que vuelva Brahim. Teniendo en cuenta que hasta hoy, esta temporada, el Madrid no juega en equipo a nada, solo despunta en individualidades aisladas, si esto no se arregla necesitaremos más que nunca las locuras incomprensibles de Brahim que con bastante probabilidad terminan en gol.

Entretanto, que Dios y Di Stéfano nos cojan confesados. Mantengamos las rodillas dobladas.

Getty Images.

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