Preocupa un poco antes de la final | OneFootball

Desde que los torneos corticos arrancaron en el 2002, el poderoso ha tenido la dicha y el peso de cerrar cinco finales en la casa, el glorioso Atanasio Girardot. Ese templo que se pinta de rojo y azul cuando el pueblo paisa se cita con la historia. Sí, parceros, cinco veces nos tocó definir el cuento en nuestra cancha, con la presión, la ilusión y la hinchada metiéndole corazón a cada minuto.

Ahora, siendo sinceros entre parceros, de esas cinco finales que se jugaron en el Atanasio, ganamos dos y perdimos tres. Es decir, el historial es medio trompudo, pero no es pa’ bajarle la nota. ¡Nada de eso! Que si hay algo que nos enseñó este equipo es a pelearla hasta el último respiro, a nunca dejar de creer, incluso cuando el panorama pinta gris.

Los triunfos que nos regaló el Medallo en esas finales en casa se sienten como tatuajes en el alma: sudor, lágrimas y gloria compartida. Pero también las que se nos fueron nos dejaron lecciones, nos curtieron el corazón y nos mostraron que, aunque duela, perder también hace parte de crecer. ¡Así es el fútbol, y así es amar a este equipo!

Ahora, parchado ahí con vos, pensando en lo que se viene este domingo contra Santa Fe, uno no puede evitar tener ese cosquilleo en la barriga. Sí, parce, la presión está ahí, los números están ahí, pero también está esa hinchada berraca que no deja de alentar, ese equipo que se transformó en una familia y ese Atanasio que ruge cuando más se necesita.

La historia no se repite, se reescribe, y este domingo tenemos el lapicero en la mano. Nada está dicho hasta que el juez pite el final, y mientras tanto, nosotros seguimos creyendo, seguimos soñando y seguimos cantando. Porque este Medellín está hecho de gente que no se rinde, de parceros con alma roja, de corazones que laten al ritmo del “¡Dale DIM!”

Así que parchados todos en el Atanasio, con la frente en alto y la voz afilada, vamos a hacer que esta sea la sexta final cerrada en casa… y que quede escrita con letras poderosas. ¡Con toda, Medallo! ¡A rugir como montaña y a dejar el alma en cada jugada! ¡Nos vemos en la gloria, parce!