REVISTA PANENKA
·6 de noviembre de 2024
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·6 de noviembre de 2024
El día que llegué a Montevideo jugaba Peñarol en Río de Janeiro. Eran cuartos de final de la Copa Libertadores. Me recomendaron ir al Bar Las Flores y allá fui a verlo. Ganaron por la mínima a Flamengo, uno de los cuadros más poderosos, pero quedaba mucho aún. En la vuelta había un trapo en el Campeón del Siglo que rezaba lo siguiente: “Jueguen como hinchas”. Creo que no hay mejor explicación para lo que sucedió. Empate a nada y Peñarol volvía a estar entre los cuatro mejores del continente.
El año anterior había vuelto Diego Aguirre a dirigir al ‘Manya’. El hombre que con su gol agónico ganó la quinta y última Copa Libertadores de Peñarol en 1987. El hombre que en 2011 rozó la gesta como entrenador, perdiendo en la final contra el Santos de Neymar. Era el hombre. Había mística, se notaba.
El mes de espera hasta las semifinales se hizo largo. Algún que otro asado, muchas conversaciones, muchas imaginaciones y una ilusión que hacía años que no se vivía. Ganar la sexta era una obsesión y yo tenía la suerte de poder vivirla desde dentro. Me transmitieron lo que era Peñarol y lo que significaba para toda esta gente.
Estaba todo dado para que sucediera, pero se torció. El rival era Botafogo, puntero de la liga brasileña, y la ida de las semifinales -otra vez en Río- fue un desastre. Antes del partido detuvieron a decenas de hinchas aurinegros después de varios altercados, y en lo deportivo, tras una buena primera parte que invitaba a la esperanza, Botafogo le metió cinco a Peñarol. Desastre. Además, a 24 horas de jugar la vuelta, Conmebol le quitó la localía a Peñarol y el partido pasaría a jugarse en el Centenario. Todo mal.
“Me hubiese gustado estar escribiendo sobre la épica de Peñarol, sobre el pase a la final y sobre el significado de ganar ‘a lo Peñarol’. Pero había que remontar cinco goles, se jugaba en el Centenario y no todas las tribunas iban a estar llenas”
El partido de vuelta fue raro en muchos aspectos, no te voy a engañar. Me hubiese gustado estar escribiendo sobre la épica de Peñarol, sobre el pase a la final y sobre el significado de ganar ‘a lo Peñarol’. Pero había que remontar cinco goles, se jugaba en el Centenario y no todas las tribunas iban a estar llenas. Había hinchas que seguían detenidos y eso hacía que el recibimiento no fuera el idóneo.
Pero allá estaba la gente una vez más, con mucho aliento y en el fondo mucho agradecimiento. Los once hinchas que salieron de corto arrollaron a Botafogo y merecieron convertir más de un gol antes del entretiempo. Nada más pitar el descanso, expulsión para el Washi, el golero de Peñarol, por agresión. Todo mal, ya te lo dije. El ‘Carbonero’ siguió peleando con diez y consiguió ganar 3-1. Al final del partido la hinchada mostró su agradecimiento y los jugadores tomaron una pancarta que pedía la liberación de los pibes detenidos.
La sexta no llegará esta vez, pero Peñarol se fue dignamente, con el orgullo de todo un país intacto y con la confianza de que merece salir campeón junto a toda esta gente.
Esa obsesión tendrá que esperar.
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Fotografías de Eñaut Egiluz Salinas