El Nueve y Medio
·20 de agosto de 2020
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·20 de agosto de 2020
Maayong adlaw! Musta na? Este es el saludo en el idioma ilongo, la cuarta lengua nativa más hablada en Filipinas, detrás del ilocano, el cebuano y el tagalog. Filipinas es un archipiélago de más de 7.600 islas, y el ilongo se habla en las Bisayas Occidentales y el centro de la isla de Mindanao. Espero que estés muy bien hoy. La semana pasada estuvimos hablando de la situación de la etnia rohingya con el futbol. Ahora ha llegado el momento de viajar al otro lado de ASEAN, concretamente a Filipinas.
Julio Iglesias tuvo mucho éxito como cantante allá en los años 60 y 70. También tenía fama de rompecorazones. En un evento quedó enamorado de una chica filipina que había ido a estudiar a Madrid. Su nombre era Isabel Preysler, que se convertiría en toda una socialité de España. Se casó con ella y tuvo tres hijos; el menor de ellos es Enrique Iglesias. Por una infidelidad, la perdió (de ahí salió la canción Hey). De todas maneras, por el cariño a Filipinas, Julio Iglesias grabó una canción en tagalog: Dahil sa’yo, (Por ti).
Vamos al tema de esta semana.
El Estádio da Luz, en Lisboa, fue el escenario donde todos vieron que el Barcelona tuvo un shock del alma. Cayó fulminado con un marcador de 8-2 ante el Bayern Múnich. No entraré en detalles tácticos del partido, para esto está mi compañero Roberto González que hizo un análisis extensivo al respecto (lo puedes leer aquí). Se trata del fin abrupto de una generación dorada.
El Barcelona acaba de entrar a una noche oscura del alma: dejaron de lado la producción de La Masia, tuvieron compras de pánico en posiciones que no necesitaban de añadiduras, la directiva encabezada por Josep Maria Bartomeu ha ocupado los encabezados por las decisiones extra cancha, la reputación de Quique Setién ha quedado en entredicho y parece que el retiro de leyendas como Busquets, Piqué y Messi ha empezado a tomar cauce. Parece que la recién incorporación de Ronald Koeman será un curita para un brazo engangrenado.
Es momento de empezar a hacer un trabajo interno, de volver a las bases. No hay que olvidar que el Barcelona aún mantiene una gran historia. Se trata de la otra polaridad del Real Madrid en la liga española. También encarna una paradoja firmemente entretejida: la identidad catalana (ya hablé de eso hace tres meses) y la Meca de las estrellas del futbol, un reflejo de la vanguardia que es Barcelona. ¿Sabes quién refleja fielmente esta dualidad? Johann Cruyff, neerlandés de nacimiento, barcelonés por adopción. También sigue produciendo material para la armada española que compite en buena lid en Europa, sean competencias juveniles o normales. Son 120 años de dominio y buen futbol.
Por la Ciudad Condal han pasado grandes jugadores: Kocsis Sandor, Luis Suárez (no confundir con el charrúa), Martí Ventolrà, Cayetano Ré, Gary Lineker, Andoni Zubizarreta, Txiki Begiristain, Romário, Hristo Stoichkov, el mismo Johann Cruyff, Ronaldinho, Sergio Busquets, el mismo Messi… y también por aquí pasó el mejor jugador asiático de la historia, concretamente de Filipinas. Su legado goleador duró hasta que apareció el rosarino e iluminó el firmamento del futbol mundial.
Actualmente, los Azkals es una selección que ha tenido dificultad en llegar a la escala mundial, ya que apenas clasificaron a su primera Copa Asiática el año pasado. Lo que muchos ignoran es que Filipinas marcó el rumbo de Asia en la primera mitad del siglo XX. Te traigo la historia de su jugador insignia, Paulino Alcántara.
Filipinas tuvo cerca de cuatro siglos de dominación española y fue un punto importante del comercio del imperio. Durante tres siglos dependió del virreinato de la Nueva España y de Manila salía la Nao de China cuyo destino era el Puerto de Acapulco. Esto duró hasta 1821, cuando se desmembró casi todo el dominio español en América (salvo Cuba y Puerto Rico), y por ello pasó a ser dominio español completamente. En la última década del siglo XIX, Filipinas ebullía con una revolución para cambiar esa suerte.
Había una ciudad en Filipinas que aún seguía recibiendo a los españoles con agrado: Iloílo. La población ilongo tenía en buena estima a los colonizadores y la reina María Cristina de Austria les correspondió con un Decreto Leal: «La muy leal y noble». No había solamente españoles, aquí había espacio para ingleses, franceses y alemanes que se enriquecían con el comercio del tabaco. Los matrimonios interraciales no eran ningún tabú.
Es aquí donde entra Eduardo Alcántara, un militar español asignado primero a Manila, y luego a Iloílo. Conoció a una mujer mestiza española-ilongo llamada Victoriana Camilán Riestra. Se casaron y tuvieron siete hijos, uno de ellos era Paulino, que nació el 7 de octubre de 1896.
Las relaciones entre los ilongo y los españoles eran tales, que los primeros tuvieron que combatir frente a otros filipinos para defender la corona europea. Durante dos años hubo bastante voluntarios que repelieron exitosamente a los revolucionarios Katipunan. Desgraciadamente, era 1898 y España empezaba a tener una decadencia más pronunciada en su poderío, y en especial sobre Filipinas.
Este bajón sería aprovechado por una nueva potencia naciente desde América, llamada Estados Unidos. Con el pretexto del hundimiento del buque Maine, Estados Unidos y España se embarcarían en una guerra donde los norteamericanos propinaron una severa derrota que desembocó en la independencia de Cuba, y Estados Unidos se quedó con Guaján (actualmente Guam, aquí puedes ver su futbol), Puerto Rico y Filipinas.
No hubo tiempo para que Filipinas fueran independiente. La política militar de Estados Unidos era maniquea: o estabas con nosotros, o estabas en contra de nosotros. Los nuevos colonizadores no veían a los filipinos con tantos miramientos como los veían los españoles. El cariño de los ilongo por los españoles todavía seguía intacto, tanto que de Manila, el poder se transfirió a Iloílo. No le pondrían las cosas fáciles a los norteamericanos
La familia Alcántara no tuvo más remedio que irse en barco a la metrópoli y se establecieron en Barcelona. Ahí llegaron a 1899, justo cuando un suizo llamado Hans Gamper fundó un club de un nuevo deporte llamado FC Barcelona, con jóvenes entusiastas de Suiza, Inglaterra y Cataluña. Mientras el Barça empezaba a acaparar las miradas, Paulino recibía una educación bastante estricta de su papá. Recibió una educación a manos de los jesuitas y jamás faltaba a los domingos a la iglesia.
Eran tiempos donde el futbol en Cataluña estaba bastante desorganizado y las competencias locales con frecuencia quedaban indisputados por inconsistencias. Uno de los primeros partidos del cuadro blaugrana fue contra un equipo de marineros ingleses. Dentro de los espectadores estaba el niño Paulino y quedó enamorado del futbol. Primero tuvo que enfrentarse a la firmeza de su padre: si descuidaba los estudios, no tendría permitido jugar balompié. Luego, se enfrentó a los veredictos de los doctores: le decían que su salud era bastante frágil y no podía jugar.
Tuvo que escabullirse a la plaza del Doctor Letamendi para jugar con otros chicos de su edad partidos inacabables; como los partidos seguían después de la puesta del sol, seguían pateando el balón en la avenida Universitat, que tenía alumbrado. Y luego se apuntó al equipo Universitari para jugar más en forma con chicos de toda la ciudad condal.
En ese breve lapso, también juntó como pudo esas dos pesetas para volverse socio del Barcelona, algo que ocurriría a los 13 años de edad. Al poco tiempo, habló con el presidente Gamper, ahora catalanizado como Joan. Se tenía que crear una sección juvenil para nutrir al equipo blaugrana y que dominara los campeonatos de Cataluña. Joan le dio el visto bueno. Es decir, se podría afirmar que Paulino Alcántara fue el fundador de la cantera del Barcelona, aunque eso fue simplemente una consecuencia secundaria: él sólo quería jugar. Pasó dos años jugando en ese equipo juvenil del Barcelona con gran nivel.
Paulino se había incorporado al FC Galeno, un equipo formado por jóvenes estudiantes de medicina y médicos incipientes. Jugaban en el patio de un hospital local, y entre sus fundadores estaba Carles Comamala, que después sería un reputado ortopedista. Paulino solamente quería jugar mientras se empapaba de conocimientos médicos de sus compañeros.
Era el 25 de enero de 1912. La liga unficada de España era todavía una utopía y el Campeonato de Cataluña era el campeonato por antonomasia. Jugaban el Barcelona y el Català SC en el campo del Carrer de la Indústria. Ambos clubes se disputaban el derecho de ser el club pionero del futbol, ya que el Català SC se había fundado semanas antes de la iniciativa de Joan Gamper. Gamper se avivó y antes de su debut con los galenos, metió a Alcántara en el ataque de cinco hombres de los blaugrana. Tenía 15 años, 4 meses y 18 días de edad. El debut no pudo ser mejor: apenas habían pasado unos minutos cuando ya había marcado los primeros tres goles. El marcador final fue 9-0. Todo mundo miraba maravillado a un adolescente que había avasallado a todo un equipo.
Ese partido marcó historia: primero que nada, fue el inicio del fin del Català SC porque primero descendió en cuestión de años para desaparecer a finales de la década de los 20. Por otra parte, Paulino Alcántara tuvo dos récords que en más de 100 años no han sido batidos: no solamente fue el jugador más joven en debutar, sino el jugador más joven en marcar.
El Barça era un serio contendiente al título catalán, pero no era el equipo amo y señor de la región. Tenía que enfrentarse a equpos como el Espanya y el Espanyol, éste último una evolución del X SC. Por ello, el impacto de Paulino fue inmediato. En cuestión de cuatro años, Paulino contribuyó a que los blaugranas ganaran dos campeonatos catalanes y una copa española. Paulino dominaba la escena futbolística catalana y estaba en su punto físico, pero su carrera tuvo una pausa inesperada: la familia Alcántara tomó la decisión de regresar a Manila a bordo del buque Fernando Póo para que el joven Paulino estudiara medicina. La multitud lo despidió en el muelle.
Filipinas había cambiado bastante en cuestión de 15 años. Las autoridades norteamericanas habían prohibido el idioma español y todos los idiomas filipinos; todos debían hablar inglés. El deporte no era la excepción. El futbol había llegado primero en 1895 a manos de marineros británicos y su llama había sido transmitida por estudiantes filipinos que lo habían visto en Hong Kong. Aunque tuvo cierto interés (se formaron los primeros clubes en Manila), los estadounidenses impusieron la práctica del basquetbol en el currículum educativo y su popularidad rebasó pronto al futbol.
Sin embargo, había todavía un grupo de filipinos y españoles que en cierta manera tenía el poder económico. Eran los llamados “ilustrados”, que seguían viviendo bajo las costumbres españolas y educando a sus hijos con las lecciones de aquella España que alguna vez fue.
Tal era el estado de las cosas cuando Paulino desembarcó con su familia en Manila tras un viaje interminable. De inmediato se puso a estudiar medicina en el Ateneo de Manila, a cargo de los jesuitas, cómo no. De todas maneras, el gusto por el deporte de Paulino seguía intacto. Se unió al club Bohemians, que era el equipo a vencer. Aquí mostró todo lo aprendido en la antigua metrópoli y los ayudó a conseguir tres títulos.
Su gran forma le valió ser convocado para la selección filipina que disputaría los Juegos del Lejano Oriente Tokio 1917. Los rivales eran Japón (representado por la Universidad Imperial de Tokio, que le dio el color azul a la actual selección nipona, más información aquí) y China (a cargo del equipo South China). El escenario era el campo de Shibaura, que después albergaría a grandes compañías como Mitsubishi y Toshiba, El primer partido fue el 9 de mayo entre chinos y japoneses, que terminó 5-0 en favor de los primeros.
Al día siguiente sería el partido entre japoneses y filipinos. Éstos últimos salieron bastante inspirados. Paulino se despachó con tres goles. El marcador final fue 15-2 en favor de Filipinas. En el país es considerado el mayor logro del futbol. Se trata de la mayor victoria filipina y la peor derrota de Japón.
Desgraciadamente, no logró el oro. Al día siguiente era la final de facto contra los chinos. Era el minuto 55 y China había marcado el tercer gol. El portero Evangelista fue hacia Ding, el autor del gol de penal, y le propinó un puñetazo que desató una batalla campal. El partido terminó 3-0. Por si fuera poco, Paulino todavía tuvo tiempo de representar a Filipinas en ping-pong.
Por cierto, casi 50 años después, en un partido de clasificación a los Juegos Olímpicos de México 1968, Japón se cobró la afrenta y goleó 15-0 a Filipinas. Se trata de la mayor victoria nipona y la peor derrota de Filipinas. ¡Qué ironía!
Todos los logros que tenía Paulino no tenían para él tanto valor; seguía extrañando Barcelona y quería regresar a jugar futbol con los blaugrana. ¿Qué tanto lo extrañaba? A finales de 1917 Paulino enfermó de malaria, pero se negó a tomar el medicamento hasta que le permitieran regresar. Recibía telegramas desde la Ciudad Condal; también lo extrañaban. Por primera vez se enfrentó en discusiones cruentas a sus padres. Su padre aceptó con una condición: terminaría sus estudios de medicina en España. Sin problemas. En 1918, Paulino regresaba a Barcelona. A los cuatro días regresaba en un partido contra el Sabadell y se despachó con tres goles.
A su regreso vio que su fiel compañero inglés Jack Greenwell era el seleccionador, y éste probó moviendo a Paulino a la defensa por su fragilidad física, pero no le fue muy bien. De inmediato, los socios del Barcelona pidieron que regresara a la delantera, bajo amenaza de no pagar las cuotas. Santo remedio. Ahora hacía pareja con un mediocampista llamado Josep Samitier, más otro catalán, Ricardo Zamora. También estaban el vasco Félix Sesúmaga. Además de ganar un nuevo campeonato de Cataluña, tuvo una gran participación en la Copa del Rey.
Aquí empezó a labrar su fama de leyenda. 13 de abril de 1919. Era los cuartos de final en Les Corts contra la Real Sociedad. Muchos en Cataluña conocían el cañón privilegiado de Paulino Alcántara, pero los vascos no. En Les Corts la gente solía invadir la línea de cal que delimitaba el campo, así que no era descabellado que hubiese policías que cuidaran el orden. Uno de esos policías estaba precisamente en la portería donostiarra. En eso estaba, cuando Paulino disparó. El tiro fue tan duro que dio en el pobre policía y terminó dentro de la portería con el balón, claro está. El partido acabó 6-0 en favor de los catalanes y Paulino marcó el llamado “gol del policía”.
El Barcelona llegó a la final ese año, que perdió contra Arenas de Getxo en el difunto campo madrileño de Martínez Campos. Al año siguiente, llegó la revancha: ganaron con holgura el campeonato catalán y vencieron en la final de la Copa del Rey al Athletic de Bilbao. Así comenzaba la primera época dorada del Barcelona, que obligó a Joan Gamper a construir el mítico campo de Les Corts. Y así llegaba la oportunidad de apuntar a algo más alto.
Europa había regresado a la paz con el fin de la Guerra de Guerras sellada en el palacio de Versalles, en París. En 1920 regresaban los Juegos Olímpicos interrumpidos por ese conflicto bélico largo. La sede era Amberes. España sería uno de los 16 países en participar en el torneo de futbol, y para ello creó una selección a cargo de Francisco Bru. Por aquel entonces, el futbol vasco era el dominante, con clubes como la Real Sociedad, el Real Irún, Arenas de Getxo y el Athletic Bilbao.
Por ello, Bru llamó a jugadores vascos, pero le dio un lugar a las cuatro estrellas del Barcelona: Zamora, Sesúmaga, Samitier y Alcántara. Después de todo, Bru había compartido la cancha en la temporada 1915-16 con el filipino. Todos aceptaron, salvo Alcántara. ¿Por qué Paulino rechazó la invitación para formar parte de esta primera incursión española? Por esas fechas eran los exámenes finales de Medicina en la Universidad de Barcelona y Paulino debía rendirlos si quería recibirse como médico. Él tenía sus prioridades establecidas, herencia de la férrea disciplina de su padre. Al final, Paulino aprobó sus exámenes y empezó su carrera como urólogo. España ganaría la medalla de plata, algo meritorio si tomamos en cuenta que triunfó sobre selecciones establecidas con anterioridad, pero la duda quedó allí: ¿qué habría pasado si Paulino hubiese decidido postergar sus exámenes? ¿España abría ganado ese partido contra Bélgica que se llevó el oro?
La carrera de urólogo empezaba a consumir su tiempo y le dejaba poco espacio para jugar futbol. De todas formas, Paulino nunca se olvidó del él; era un virus para el filipino. Además de seguir dominando la ciudad condal ahora como capitán de los blaugrana, respondió ahora sí a la siguiente convocatoria española: un amistoso contra Bélgica en el San Mamés bilbaíno en octubre de 1921. El resultado fue 2-0 a favor de España. ¿El autor de los goles? Paulino Alcántara. ¡Y ahí se engrandecía la duda de un hipotético resultado diferente en los Juegos Olímpicos del año anterior!
Apareció en otro amistoso contra Portugal (3-1), y de nuevo marcó doblete, pero el siguiente partido fue la consagración de Paulino en el futbol español. Los franceses habían oído hablar de los avances de sus vecinos sureños, así que los retó a un duelo amistoso en un pequeño pueblo de Aquitania llamado Le Bouscat, en las afueras de Burdeos. En ese partido, Alcántara tomó el balón, eludió a los defensores franceses y disparó uno de esos tiros legendarios. Esta vez, el balón perforó la red de la portería del estado Saint-Germain. ¿Los cordones estaban desgastados? No se sabe, pero no importaba. Era su primer gol en ese partido. Todavía metería uno más, y España se alzaría con el triunfo 4-0 sobre Francia. No solo eso: Paulino Alcántara había ganado el mote que lo cobijaría hasta su muerte: el trencaxarxes, el romperredes.
De 1922 a 1924, el Barcelona se volvió un auténtico terror para el resto de los equipos catalanes y un equipo respetado en toda España. ¿Cuál era su secreto? Una perfecta combinación entre jugadores veteranos y jóvenes promesas que salían de ese equipo juvenil. Quien amalgamaba todo ese menjurje futbolístico era Paulino Alcántara, que seguía jugando futbol cada que tenía tiempo consumido por la medicina. Es que era increíble que un chico filipino de 1,70 m con una apariencia enclenque y un pañuelo blanco en el pantalón pudiera jugar tan bien a la pelota.
Hubo un momento donde esa capitanía recibió una interrupción indeseada. 30 de abril de 1924. Era el desempate de la semifinal de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Real Irún jugado en San Sebastián. En un partido para olvidar, los vascos destrozaron a los catalanes 6-1. El ambiente en el vestuario estaba enrarecido. Joan Gamper bajó molesto ante tal humillación, pero Paulino no se quedó callado. Tras una breve discusión, Gamper y Alcántara se intercambiaron cartas con acusaciones. Según un muy buen amigo mío, los filipinos son bastante simpáticos, pero, cuando se enojan, son los más obstinados del mundo. Pues eso sucedió. Alcántara quedó ofendido y declaró que no volvería a jugar con el FC Barcelona mientras Gamper siguiera siendo presidente.
Eso sí, la vida da muchas vueltas. Casi un año después, había un partido en homenaje al mítico Orfeón Catalán entre el Barcelona y el Júpiter. Los catalanes no estaban nada contentos con la dictadura de Primo de Rivera y silbaron el himno español que sonaba en Les Corts, mientras que aplaudieron el himno británico. La dictadura actuó de inmediato: vetó Les Corts seis meses. Gamper apoyaba el nacionalismo catalán, y por ello fue exiliado de España. Ante tal ausencia, Paulino ya no tuvo pretextos para no jugar con el Barcelona y regresó a los campos dos temporadas más.
Era 1927 cuando Paulino Alcántara decidió retirarse a sus 31 años, uno antes de que se disputara la primera liga nacional. Alcántara no llegaría a jugar el futbol profesional y se dedicaría de lleno a la urología. En su paso, ganó dos copas de los pirineos, 10 campeonatos catalanes y cinco copas de España. Su cosecha goleadora fue impresionante: 369 goles en 357 partidos. En su partido del retiro en 1927 entre el Barcelona y la selección española, una avioneta sobrevoló el campo de Les Corts y dejó caer un balón.
Su legado no se limitó a los goles y a los trofeos: gracias al filipino, el Barcelona alcanzó su estatus de súper club en España. Gracias al filipino, aumentó el número de socios de manera exponencial: de unos cientos a 20 mil. Gracias al filipino, se movieron del Camp de la Indústria (ocho mil) a Les Corts (30 mil). Y es que Paulino atraía a cientos de curiosos por su incuestionable talento, su magnetismo abundante, su gallardía y su bandana blanca.
Dos años después de su retiro, el Barcelona emprendió una espiral descendente desencadenada por el suicidio de Gamper debido al crack de Wall Street de 1929. Mientras era un urólogo respetable en su consultorio de la calle de Unió, se involucró en el consejo del club de 1931 a 1934. El Barcelona era un club bastante golpeado en la política. Aún quedaba fresco el desaire que los catalanes habían hecho con el himno español y Franco no hizo más que volverse más draconiano para con los blaugrana. Por ello, no es de extrañar que en 1934 hayan quedado en penúltimo lugar, eludiendo apenas el descenso.
Aunque el Barcelona estaba a favor del bando republicano, Paulino Alcántara formaba parte de la Falange Española de Primo de Rivera. Como su padre era un militar español, Paulino juraba lealtad a Madrid, aunque era la leyenda viviente de un equipo en contra de todo lo procedente del centralismo. Por ese entonces, la Guerra Civil se desataría. Paulino estaba casado y tenía dos hijos, y estaba disfrutando sus merecidas vacaciones en Vilassar del mar. Tuvo que irse a Francia vía Andorra de inmediato porque el ambiente estaba enrarecido. También tenía pasaporte filipino-estadounidense, y eso le dio un cierto salvoconducto. Como en Filipinas, estar con el bando incorrecto podía ser mortal. Tomó la decisión correcta: dos días después de su huida, las tropas franquistas asesinaron al presidente del Barcelona, Josep Sunyol, tras su huída por la Sierra de Guadarrama.
A diferencia de otros deportistas destacados, no optó por la salida fácil de quedarse en Francia ni regresar a Filipinas, sino que tres meses después regresó a España, pero en Navarra. La razón es simple: en Cataluña estaba fracasando el bando Nacional (gracias a personas como Frederic Escofet), y en Navarra las cosas iban viento en popa. Entonces, era más fácil entrar por Francia que atravesar Aragón, donde también estaban fuertes los republicanos. En Navarra se unió como voluntario a la Junta Carlista. Por sus conocimientos, recibió el grado de Alférez Médico y lo asignaron a un hospital en Zaragoza como médico ayudante en la sala de cirugía, y también alternó con colaboraciones en el Hospital Provincial de la capital aragonesa. Ahí estuvo ocho meses, hasta que se incorporó al Primer Batallón del Segundo Regimiento de Carros de Combate.
Ahí no quedó su participación castrense, el 13 de octubre de 1937 tuvo un nuevo destino. El dictador Benito Mussolini había acudido en ayuda de su amigo Francisco Franco y mandó una unidad del Cuerpo de Unidades Voluntarias (Corpo Truppe Volontarie) llamada las Flechas Negras (Frecce Nere), que tenía a italianos y españoles. Ahí ascendió a Teniente Médico y sirvió en su Hospital de Campaña en los frentes de Guadalajara, Aragón y Cataluña. Ahí estuvo hasta que acabó la guerra. Entró en Barcelona el 26 de enero de 1939 con las tropas del general Juan Yagüe. Recibió su licencia militar el 2 de marzo de 1940.
¡Imagínate el estupor de los catalanes más recalcitrantes al ver al romperredes filipino con las tropas franquistas! De todas maneras, hubo varias personas que también lo recibieron con los brazos abiertos; no cualquiera llegaba al grado de teniente. En España seguía siendo visto con alta estima por sus goles y por su lealtad dentro y fuera del campo.
Reabrió su clínica de urología en la Calle Unió, y su práctica médica siempre fue aceptable y profesional. ¿Qué pasó con la política? Él estuvo bastante involucrado en la Falange Española Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista (FET y de las JONS), el único partido político autorizado en el régimen de Franco.
Jamás dejó de estar ligado al futbol. Por un lado, el Barcelona siguió contando con él, ya sea como asesor técnico en 1940 o como primer presidente de la Agrupación de Veteranos en 1959, la cual se encargaba de socorrer a viejas glorias de los culés caídas en problemas económicos. Por otro lado, él formó parte de un triunvirato con Félix Quesada y Luis Iraceta para dirigir a la selección española en 1951. Dirigieron tres partidos amistosos contra Suiza, Bélgica y Suecia; ganaron uno y empataron dos. Sí, Paulino se marchó invicto en los partidos que estuvo tanto de jugador como de DT, aunque no le satisfacía dicha posición. Por cierto, algo que pocos saben es que él fue de los principales promotores del futbol 7 en España.
Así pasó sus días en Barcelona hasta que murió por anemia aplásica el 13 de febrero de 1964. Su funeral fue una muestra sincera de dolor ciudadano. Su ataúd fue llevado por numerosas leyendas del Barcelona, como Samitier y Zamora hasta el cementerio de Les Corts
Han pasado más de 100 años desde que Paulino Alcántara irrumpió en el Camp de la Indústria. Han sobrevivido muchos récords suyos: el jugador más joven en debutar con la elástica blaugrana, el más joven en marcar un gol, el más joven en marcar un hat-trick, invicto en sus partidos en la selección española y el primer jugador asiático en militar en un club europeo… ¡y qué club! La FIFA lo reconoció en 2007 como el mejor jugador asiático de la historia. Tuvieron que pasar un poco más de 87 años para que un argentino llamado Lionel y apellidado Messi lo desplazara como el máximo goleador en la historia del Futbol Club Barcelona.
Por la orientación independentista del FC Barcelona, el legado de Paulino Alcántara puede ser pasado por alto: era un simpatizante empedernido de Franco y eso es algo que no se quiere ver. Los paralelismos con Messi no dejan de sorprender: ambos nacieron un miércoles, ambos han usado el dorsal 10, ambos eran niños prodigio, ambos tenían un físico que escondía un talento portentoso, ambos debutaron en su adolescencia besando la red (en el caso de Messi, un gol contra el Albacete), y ambos nacieron en las viejas colonias y consagraron toda su vida en la ciudad condal.
Lo que más nos atrae de la vida de Paulino Alcántara es cómo navegó entre varios remansos con gran éxito: familia, futbol, cultura, política. Son historias tan interesantes como la del italo-etiope Luciano Vasallo (que puedes leer aquí). Metió goles, fue un médico destacado, representó a dos países, rompió la red en un partido, combatió con tropas franquistas. Fue de los primeros jugadores en escribir sus memorias de su carrera. En una sociedad polarizada, Paulino escogió convivir en ambos extremos: simpatizante del centralismo en la ciudad más independentista de España, engrane entre veteranos y jóvenes, español nacido en una vieja colonia, médico antes que futbolista. Y es una de las piedras angulares de la historia legendaria del Barcelona, que sigue brillando a pesar de la goliza lisboeta contra el Bayern Múnich.
Siguiendo por nuestro camino a lo largo de ASEAN, es momento de ir a Camboya, un país que no figura ni siquiera en el futbol de la región, mucho menos en el del continente. En México resonó este país, porque un ex jugador del Pachuca es su director técnico. Estamos hablando del japonés Keisuke Honda. ¿Cómo llegó al futbol camboyano? Esa historia te la traigo la siguiente semana.
Otro filipino que destacó en la vieja metrópoli fue el cantautor Luis Eduardo Aute, una de las bajas más sensibles del 2020. Nació en Manila, pero su carrera y su talento explotaron en Madrid. No solamente su voz en canciones revolucionarias fue su pasaporte al firmamento español. Él también probó suerte dirigiendo películas, pintando cuadros y escribiendo poesías. Su amistad con el cubano Silvio Rodríguez ha trascendido. Aquí podemos escuchar una de sus canciones insignia: Sin tu latido.
Paulino Alcántara nació en 1896 en Iloílo, Filipinas, y a los tres años se fue a vivir a Barcelona. Ahí jugó futbol en varios equipos hasta debutar a los 15 años en el Barcelona con un hat-trick. En 1916 regresó a Filipinas para estudiar medicina y llegó a ser seleccionado filipino. Con tres goles contra Japón, participó en la victoria más holgada de Filipinas. En 1918 regresó a Barcelona. Fue convocado a la selección española para los Olímpicos de Amberes 1920, pero no acudió porque se empalmaban con sus exámenes finales de medicina. De todas formas, regresó a la selección, y en un partido contra Francia perforó la red con un tiro. Se retiró en 1927. En la Guerra Civil Española combatió al lado de carlistas y franquistas. A su regreso, siguió vinculado al Barcelona, fue DT y ejerció exitosamente la urología. Murió en 1964.
Nos vemos la siguiente semana. Asta sa liwat!
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