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·1 de marzo de 2024

Palabras mayores

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El paso a una final son palabras mayores. No se llega hasta ahí simplemente por creer que vas a llegar, por agarrarte a los mantras que te han funcionado en el pasado, no porque tengas detrás legiones de incondicionales de ciega fe, no tal. No se alcanza una final desde la tibieza o desde el error, desde luego no se hace desde el exclusivo amparo de la fortuna, y ahora que el Atlético de Madrid se ha quedado a las puertas de una, bien puede darse cuenta de eso. San Mamés fue la tumba de la ilusión desmedida y tal vez injustificada de todos los fieles, fue la constatación de algunas verdades que Simeone se empeña en enmascarar, fue el lugar donde no hubo por dónde tapar el desastre defensivo y la falta de alternativas a Griezmann: la final de Copa fue para el Athetic Club, la decepción y el espejo de realidad, para el Atleti.

Hubo diez minutos, los primeros, en los que todo pudo ser distinto a como luego realmente fue, diez minutos en los que el Atleti planteó el partido que tenía que ser, seguramente el que Simeone imaginó, el que todos hubieran deseado, pero duró sólo diez minutos y una acometida de los Williams, desde ahí todo se vino abajo, se descolgó el telón, se volaron los naipes, y se observó que los actores no estaban para función mayor, sobrepasados por el escenario y por el contexto. Simeone puso a Correa para suplir a Griezmann y finalmente a Llorente en el medio y Nahuel en el lateral. Lino por la izquierda. Hubo diez minutos de toque y de control, con llegadas rápidas de lado a lado en las que había precisión en el toque, algo que requería inexcusablemente el encuentro, pero no hubo contundencia. Disparó Lino mansito a las manos del chaval Julen Agirrezabala, un porterazo más que sale de los hornos de Lezama.  Disparó Llorente alto, Correa alto en la jugada que fue más clara. Entonces, Sancet recogió una pelota en el medio y lanzó a Nico a correr, el Athletic acompañaba al menor de los Williams como en una estampida, el extremo centró y en el segundo palo, su hermano enganchó una volea perfecta que supuso el principio del fin de todo. En el disparo de Iñaki no estaba Lino, que regresaba caminando y todavía protestando una faltita en el otro lado del campo, sin enterarse muy bien de lo que es una semifinal y un estadio como San Mamés, y estaba también Hermoso, que se agachó para evitar el pelotazo y así propició que Oblak viese el misil cuando ya estaba desgarrando su red.


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Atletico Madrid’s Slovenian goalkeeper #13 Jan Oblak, Atletico Madrid’s Argentinian midfielder #05 Rodrigo De Paul and Atletico Madrid’s Spanish midfielder #06 Koke react to Athletic Bilbao’s second goal scored by Athletic Bilbao’s Spanish forward #11 Nico Williams during the Spanish Copa del Rey (King’s Cup) semi final second leg football match between Athletic Club Bilbao and Club Atletico de Madrid at the San Mames stadium in Bilbao on February 29, 2024. (Photo by ANDER GILLENEA / AFP) (Photo by ANDER GILLENEA/AFP via Getty Images)

Desde entonces, el Atleti fue un quiero y no puedo, la camiseta blanquiazul solo fue un decorado, no hubo cábala, no hubo aliento, no hubo guiño de la historia, o tal vez sí, si lo cuentan los locales. El Athletic siguió en su camino de la contundencia en las dos áreas, el Atleti, que nunca lo tuvo, también perdió la precisión en el pase y ahí ya se convirtió en un muñeco a merced de los de Valverde. En otra acometida, esta vez fue Iñaki por la derecha el que sirvió el gol a su hermano que remató en el centro a placer, entre tres defensas rojiblancos que hacían la estatua, especialmente Savic, una sombra lacerante de aquel central sobrio al que no nos hubiera gustado encontrarnos en las oscuras calles de la ciudad.

Antes de empezar la segunda mitad Simeone se veía abatido en la banda, vencido, en una imagen poco usual en él. Hizo los cambios casi por obligación, sin esperar nada, y nada obtuvo. Barrios, Reinildo, Memphis. Luego Riquelme y Saúl. Rorro lo intentó de todas formas por su banda, creó peligro, disparó, puso de nuevo en el partido a Julen, fue tal vez lo único salvable, la única honra de un partido sin honor, en el que el Atleti tiró mucha de su dignidad competitiva. El tercer gol fue un puñal herrumbroso en el costado de todos los que bien recuerdan a Godín, a Miranda, a Giménez, a aquel Savic, a aquella defensa inexpugnable, que coleccionaba porterías a cero. Una pelota colgada en el área y una defensa de figurantes, mientras los delanteros del Athletic prolongan, rematan, recogen los rechaces y finalmente Guruzeta hace el gol que acababa con el partido y con la eliminatoria, que humillaba definitivamente a todos los que creyeron, tal vez sin demasiados motivos. Ciento ochenta minutos y ningún gol, ciento ochenta minutos y cuatro goles en la contra. Palabras mayores.

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