Opinión | Este Atlético ya no es el que era | OneFootball

Duele, duele mucho. Lo que un día fue gloria, hoy son desechos faltos de grandeza y eso duele mucho. Duele mucho ver cómo la etapa de oro del club se va apagando año tras año por la falta de interés de aquellos que se han llenado los bolsillos con ella pero que han decidido no retroalimentarla. Esos mismos que ayer, mientras una afición que no se separa de los suyos volvía a demostrar que ellos son el verdadero Atlético de Madrid, estaban más pendientes de otras cosas. Casi seguro que su atención se centró más en lo que ocurría en Montjuic que lo que ocurría en Dortmund, pues el botín con el que se frotaban las manos podía definirse allí.

Y casi seguro que mientras muchos lloraban, ellos reían y celebraban, pues tienen nuevos fajos que llevarse al bolsillo. Ya lo dijo Cerezo por la mañana, “sería extraordinario estar en el Mundial de Clubes”, algo que a escasas horas del partido de Dortmund pasaba poco por la cabeza de aquellos que en lo único que pensaban era que su equipo estuviera en semifinales. Pero no le culpo porque mientras unos ven el Atlético de Madrid como su vida, otros lo ven como un simple negocio en el que reproducir billetes. Un negocio en el que gastar cada vez menos e intentar ingresar cada vez más, algo que consiguen porque su escudo hace magia con recursos mínimos.

Un escudo llamado Simeone, tan héroe como culpable a partes iguales, pues solo él es responsable de tragar con las tropelías que cometen los del palco. Todo lo que explota con una plantilla indecente y tirada a la baja año tras año, con el correspondiente mérito que eso tiene, convive a su vez con la falta de personalidad y coraje para hablar las cosas de manera clara cuando toca. Así lleva muchos años y así seguirá siendo, repitiendo una y otra vez el “soy hombre de club” para parar las flechas que van a los de arriba, pues algo habrá que le haga actuar de la forma en la que actúa.

El maldito conformismo

Lo de Simeone es uno de los grandes problemas, pero no es el único. El maldito conformismo que envuelve al Atlético de Madrid es otro de los grandes problemas que persigue al equipo. Un conformismo que empieza desde el “gran objetivo” marcado por el club año tras año. Se entiende que se defina como “gran objetivo” teniendo en cuenta las trabas cada vez más grandes, en forma de jugadores cada vez menos hábiles, que se le presentan al artífice de lograrlo. Y un conformismo que sigue en el resto de áreas del club, tanto en los que saltan al terreno de juego cada fin de semana hasta muchos de los que habitan en una grada cada vez más lejana de la que habitaba el Vicente Calderón.

Los primeros son los más conscientes de sus amplias limitaciones y, quizá por eso, viven felices si acaban entre los cuatro primeros en LaLiga. Y los segundos son los mismos que solo señalan a Simeone cuando las cosas van mal y son incapaces de alzar la voz y la vista para reconocer el problema y exigir un cambio. Y, precisamente, son los mismos que pitaban la temporada pasada cuando los únicos que luchan día tras día por el Atlético de Madrid señalaban, alto y claro, a los verdaderos culpables. En definitiva, un caldo de cultivo con el que los verdaderos responsables se frotan las manos.

Y “ahora, Atleti ahora”, como rezaba el último tifo europeo de la temporada, le toca a la afición iniciar un cambio. Una afición que debe despegarse del conformismo instaurado y empezar a exigir aquello que se merece, aunque no habrá nada nunca que pueda estar a la altura de la afición del Atlético de Madrid. Unas exigencias que deben entenderlas los del palco, los del banquillo y los del césped, todos sin excepción alguna. Solo así, mostrando la disconformidad, se encenderá la voz de alarma en un conjunto que transita sin pena ni gloria.

Menos entorno y más fichajes

En ese camino de la indiferencia que muestran los que mandan, el único objetivo es seguir ganando dinero con su negocio. Ese negocio en el que se atribuye más importancia a la construcción de un entorno idílico en el que seguir robando dinero que a la inversión en fichajes para construir una plantilla verdaderamente competitiva. Una zona de ocio alrededor del estadio que demuestra a la perfección lo desviada que está su atención de aquello que debería ser lo realmente importante.

Todo ello mientras la plantilla se resquebraja año a año. Una confección de jugadores formada por deportistas al borde del retiro, por hombres más asiduos a la enfermería que al terreno de juego y por estrellas que ni se acercan al nivel mínimo para un equipo de la zona alta. Y lo peor, que ninguno de ellos reúne la casta, el coraje y el corazón que sí reunían los que un día fueron los guerreros de Simeone y que, ganando o perdiendo, lo hacían con honra y con las botas puestas. Pero eso, por desgracia, son cosas del pasado y este Atlético ya no es el que era.