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La Galerna

·11 de septiembre de 2024

Nostalgia de Bale en Anoeta

Imagen del artículo:Nostalgia de Bale en Anoeta

CARTAS DE UN MADRIDISTA MILLENNIAL: DE NOSTALGIAS POR BALE, LA OREJA, DONOSTIA Y DESEOS DE COSAS IMPOSIBLES

Hola de nuevo:

Este sábado visitamos San Sebastián, y no descubro nada si te digo que es una de las ciudades más bellas que he visto. El deje señorial permanece en suspenso, visible pero no ostentoso, como un pijo que a base de delicadeza y buen gusto hubiese conseguido despojar de vanidad a su condición. Vivir en un ambiente como este sin duda debe de tener consecuencias en el espíritu, de ahí que algunos vecinos desdeñosos traten de burlarse de los oriundos, denominándolos ñoñostiarras en virtud del sentimentalismo del que hacen gala cuando evocan sus calles y paseos más lustrosos. Sin embargo, las pullas suelen naufragar; la melancolía, lejos de constituir un motivo de oprobio, ha sido reivindicada como sello de identidad del lugar y empleada sin vergüenza por sus embajadores más famosos. Verbigracia, la Oreja de Van Gogh, grupo protagonista de la enésima y artificial polémica twittera del verano, cuyas canciones desprenden un poso de nostalgia tan apropiado para estas fechas de vueltas al cole que uno se cuestiona si el algoritmo que programa el calendario de liga acaso tiene también en cuenta estos aspectos, y no solo el fastidiar al equipo del pueblo.


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Volviendo al fútbol, conviene señalar que el Madrid alberga tradicionalmente buenos recuerdos de Donostia. Al fin y al cabo, el vínculo entre entidades se ha fortalecido en los últimos lustros –pese a la incomprensión de un sector de aficionados, algunos por manía respetable y otros envilecidos por cuestiones extradeportivas-, reforzado por colaboraciones como la del partido del centenario de la Real o el reguero de jugadores cedidos y traspasados en ambas direcciones. Personalmente, alguna vez te he confesado que mi memoria de aficionado madridista me impide pensar en San Sebastián sin asociarla inmediatamente a Gareth Bale. No en vano, desde su debut en Anoeta en 2014, marcó en todas y cada una de las ocasiones en que pisó el césped donostiarra. Por otro lado, las muecas de su última visita, ya relegado al ostracismo en 2020, ilustraron a las claras el papel ignominioso al que fue condenado –entre todos lo mataron y él solito se murió- en su etapa final en el conjunto blanco. De hecho, se puede observar una simetría casi perfecta entre la trayectoria del galés en el club y sus actuaciones en el campo de la Real Sociedad: de diva sin nombre y montón de ilusión a foto borrosa y flor sin olor.

desde su debut en Anoeta en 2014, bale marcó en todas y cada una de las ocasiones en que pisó el césped donostiarra. Por otro lado, las muecas de su última visita, ya relegado al ostracismo en 2020, ilustraron a las claras el papel ignominioso al que fue condenado –entre todos lo mataron y él solito se murió-

No obstante, sería injusto e irreal centrarse únicamente en la triste coda: una vida, en San Sebastián, en Granada o en Alpedrete, se compone de una sucesión de momentos diversos, y la Oreja de Van Gogh siempre posee canciones para todo. La llegada de ese jugador descomunal llamado Bale a mí me retrotrae a anhelos universitarios, época felicísima en la que la mayor de las angustias la constituía el preguntarse si con aquella incorporación sería posible aspirar con garantías a la Décima, mientras uno hacía tiempo en la parada junto a Amaia Montero, llega tarde el veintiocho –el veintiocho, carambolas de la existencia, coincide con el dorsal inicial del que comenzó como sustituto de Gareth en el rol de revulsivo, un muchacho brasileño que ha pasado de llegar tarde a rematar en el área a erigirse como el próximo favorito para el Balón de Oro-.

Bale, por aquel entonces aún con flequillo y sin moño, planeaba con sus orejas como un avión para ridiculizar las artimañas de Bartra en una final y acallaba con golazos esporádicos nuestras dudas por su recurrente abulia. Sus gloriosos chispazos y sus buenas rachas no evitaron del todo algunas suspicacias, que aguardaban en perpetua Plaza de Mayo a un líder que nunca se acabó de presentar. Aunque unos pocos también lo ayudamos cuando el circo romano llamado Bernabéu dictó sentencia y prefirió sacrificar lo que quedaba del futbolista en virtud de una supuesta dignidad.

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Dicen los expertos que este fin de semana el Madrid va a acusar la baja de varios centrales, pero los que realmente conocemos los misterios simbólicos de la redonda -poetas que decidimos trabajar en un banco- a quien verdaderamente echaremos en falta en la batalla del sábado será al mejor Bale. Aquel que nunca faltaba a su cita con ese rival y estadio. No solo por coquetería retórica: el reciente aturullamiento en el área y la ausencia de profundidad convierten en un deseo imposible no imaginar al británico trotando por la banda izquierda del Reale Arena y reventando la portería a cañonazos. En realidad, sus nostálgicos solo nos callamos porque, como escribieron Xabier San Martín & Co., es más cómodo engañarse y porque la razón siempre gana al corazón. Y al mismo tiempo procuramos encender en secreto una vela, no sea que por si acaso un golpe de suerte algún día quiera que lo volvamos a ver, acaso reencarnado en una versión mejorada oriunda de Bondy, reduciendo estas palabras a un trozo de papel.

Cuídate. Volveré a escribirte pronto.

Pablo.

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