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La Galerna

·15 de enero de 2021

Noche entretenida

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Durante fases prolongadas el Athlétic jugó como el Real en sus buenos días, con una zaga infranqueable por alto, alta precisión en los pases de salida y llegadas al espacio, que le dieron dos goles y al menos cuatro ocasiones inmejorables de ampliar su ventaja, dos de ellas sacadas fantásticamente por Courtois, una por Casemiro y la otra porque el cabezazo de Muniaín salió lamiendo un palo. Eso quiere decir que pudo endosarle tranquilamente una manita al rival, llevado en volandas por jugadores eximios a despecho de ser apenas conocidos, bajo la batuta de un infalible Raúl García.

Durante esas fases los blancos atravesaron una de sus bien conocidas pájaras, con pases defectuosos cuando no absurdos; desidia o flaqueza en los balones divididos, nadie dispuesto al uno contra uno, y fallón en las escasas ocasiones donde parecía sencillo dirigirla al menos entre los tres palos. No fue la noche de Ramos, aunque pudo conectar varios cabezazos, y tampoco la de Benzema durante el primer tiempo. Kroos fue incapaz de conectar un disparo convincente, a pesar de contar con oportunidades para hacerlo, y Lucas Vázquez padeció uno de esos partidos negros que de cuando en cuando le tocan a cualquiera, hasta el extremo de regalar un gol y casi entero el otro, con un penalti ingenuo que quizá tuvo su origen en errores no forzados del alemán, otra vez blando en lugar de milimétrico.


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No obstante, la mayor parte del tiempo los blancos dominaron hasta extremos abrumadores, superando la pesantez plomiza de jugar a lo previsible, con cambios tan mecánicos como lentos de banda, como si dársela sin parar a Mendy bastase para abrir una trama defensiva no solo alta sino sobrada de efectivos. Exhibiendo la otra cara de esa moneda, hasta Mendy acertó a armar un pase admirable a Hazard, que no fue gol porque le encimaron dos zagueros muy ágiles; y el ejemplo más perfecto de combinación fulgurante lo protagonizó algo después el belga con un pase medido a Asensio, cuyo zurdazo estremeció uno de palos.

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Dos se le habían ido fuera en la primera parte, ambos con un dejo de no echarle todo el corazón; pero a partir del zambombazo el muchacho se puso las pilas. Robó balones que podrían haber resultado cruciales, defendió, condujo con brillantez y mereció marcar un par de tantos con disparos formidables, uno de ellos estrellado en el larguero. Tras ello me oí musitando algo parecido a san Marcos que estás en los cielos, sigue jugando así y el Real podrá ganarle a cualquiera, pues Hazard daba al fin algunos signos de ser quien era, Benzema empezó a jugar como él sabe y de milagro se salvó al Bilbao de un empate.

Zidane tuvo la extraña ocurrencia de quitar al belga y al galo –cuando el cambio de Valverde por Modric bien podía haber ocurrido bastante antes-, y la inoperancia de Mariano y Vinicius se explica por la renuncia a seguir atacando ordenadamente, pues poner a Ramos de nueve creó graves dificultades para subir siquiera el balón hacia zonas de remate, dando alas al fútbol trabado y agónico del último cuarto de hora. Sumando oportunidades, lo cierto es que los blancos acabaron teniendo todavía más que sus rivales, lo cual deparó un partido de los que hacen afición, aunque anoche la suerte se inclinase hacia los bilbaínos.

Rara vez se le escapan finales al Real; pero sin perjuicio de perder veo que Hazard asoma al fin la cabeza, Asensio se marcó un segundo tiempo espléndido, y Benzema parece recuperado tras un par de partidos no sobresalientes. Ya saben que a mi juicio el míster madridista es tan intocable como en su día Ferguson lo fue para el Manchester, y a esperar que la fortuna sea otro día más generosa con los merengues, empezando por el pundonoroso Lucas Vázquez.

Fotografías: Getty Images.

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