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La Galerna

·25 de septiembre de 2020

No es Suárez sino Messi el que se ha ido

Imagen del artículo:No es Suárez sino Messi el que se ha ido

El astro argentino certifica su marcha espiritual del Barcelona

A Messi a estas alturas ya no le sorprende nada. Se refiere a las cosas que pasan en el club de su vida a propósito de la despedida de su amigo del alma, Luis Suárez. Hoy a Cuchitini se le ha “caído la ficha”, que en argentino debe de ser algo parecido a “darse cuenta” o “ser conciente” de una situación. Hoy Luis Suárez ya no estaba en el vestuario del Barsa y a Messi esta ausencia dolorosa le ha empujado a hablar, a escribir públicamente del amigo que se ha ido (como él, pero enteramente).

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No es la tristeza de la estrella rosarina lo que nos mueve a escribir estas palabras (en todo caso, nos conmueve), sino el origen de su nostalgia principiante, que Messi señala en el club que le ha dado todo, aunque se dirija a la figura concreta de Bartomeu. Ese “No mereces que te echaran como lo hicieron” es la demostración escrita de un cuerpo sin alma deambulando por Can Barsa. A ese cuerpo ya no le sorprende nada, dice el alma rota por la marcha del amigo.


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Ese texto en Instagram es como una parte del diario del futbolista adolescente al que no le importa, que quiere, enseñarlo. Messi está roto y prisionero. Quién iba a decir que ese andar recurrente por los campos era el síntoma de algo. Era ESTE síntoma. Ese andar era hacer camino, ya saben. Ese hacer camino desde donde se vuelve la vista atrás y se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Messi ya ha mirado atrás y no ha visto más que estelas en la mar.

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Hay un poeta melancólico donde antes había un futbolista locomotora. El Barsa ya no tiene a D10S sino a Verlaine, que además echa de menos a su Rimbaud. Su nota es lírica, pero tiene poder notarial. Messi es jugador del Barsa, pero ya no es jugador del Barsa. Todo el mundo lo ha podido comprobar y él ha querido que todo el mundo lo supiera. Es como si hubiese dicho: “Me veréis, pero no me veréis”. El diez triste, inerte, es el triunfo de Bartomeu que cacareaban los medios afines.

A Messi lo han vaciado y con él han vaciado al Barsa, que se parapeta tras la estatua hueca del ídolo espiritualmente emigrado. Veremos qué sucede cuando todo el mundo se dé cuenta, cuando a todo el barcelonismo “se le caiga la ficha”, de que es Messi y nadie más quien en realidad se ha ido.

Fotografías Getty Images.

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