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La Galerna

·9 de agosto de 2020

Ni siquiera el Real Madrid es perfecto

Imagen del artículo:Ni siquiera el Real Madrid es perfecto

El Real Madrid ha sido eliminado por segundo año consecutivo en octavos de final de Champions

El Real Madrid no jugó bien contra el Manchester City. El Real Madrid cometió errores graves. Varane, un jugador más fiable que un Volkswagen Polo del 87, falló con estrépito. Zidane no contentó a casi nadie con sus decisiones. La ausencia de Ramos dejó al equipo desnortado del mismo modo que un buen grupo de trabajadores se desorienta ante un problema cuando quien toma las decisiones se ha ido de vacaciones y no saben a quién consultar, aunque en el fondo sepan qué han de hacer. Es seguro que el equipo pudo hacer más y mejor. Hay muchos aspectos mejorables.

Pero ¿y qué?


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Este ¿y qué? no significa que dé igual todo ni que haya que adoptar una actitud pasota y acrítica de nihilismo cannábico. Cada cual es libre de expresar su malestar como le plazca, pero a efectos prácticos, cualquier conducta que no sea calmarse, descansar, analizar errores, tomar las medidas y decisiones oportunas viables para mejorar y ponerse a trabajar con denuedo, es inútil.

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La queja grotesca y el exabrupto de palillo en boca están muy bien para aliviar la presión de quien los emite, casi todos lo hacemos, sobre todo en caliente, pero albergan el interés intelectual de un ficus tuerto jugando al mus con las manos atadas a la espalda. Un adulto medio sin nubarrones que le opaquen el juicio sabe que en fútbol no se gana siempre, ni siquiera el Real Madrid. También sabe que la vida no es como se desea y está llena de contrariedades, las cuales son necesarias para que exista el éxito. La vida es un revés de Federer; un palo para el que lo sufre y una gozada para quien lo disfruta. Y es imposible estar siempre del lado que sale cara. Ni con todo el dinero del mundo, porque la realidad no se puede comprar.

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El Real Madrid es el mejor equipo de la historia, el que más gana. Criticar una derrota es necesario, pero hacer una catástrofe de ello es como que un millonario se encolerice porque un miércoles de julio llueva y no pueda dar un paseo con su descapotable porque el agua le dejará marcas en su tapicería de alcántara. No viene mal observar la realidad con perspectiva y humildad.

De igual manera que es imposible que todo lo que haga Florentino, Zidane y por ende, el Real Madrid sea perfecto y maravilloso, la negatividad exacerbada y la crítica más allá de lo razonable son síntomas de poco madridismo y de psicopatía respectivamente. ¿Acaso alguien imagina a Juanito o a Camacho entrando al vestuario tras perder por 3-0 en la ida de un partido de la UEFA quejándose de todo como un niño malcriado y volcando su frustración personal sobre el resto del equipo sin aportar nada más que odio? Pues no, lo más probable es que se desahogasen con siete improperios y tres patadas al mobiliario para, acto seguido, comenzar a levantar al equipo, animarlo, decir a cada uno lo que ha hecho mal y, en definitiva, pensar en qué narices se puede hacer para ganar. Eso es el Real Madrid.

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Este sector catastrofista del madridismo tampoco lleva bien que Zidane se dedique a realizar su trabajo pensando en el fin óptimo del mismo y no en la galería. Ni entiende que pueda errar. A Zidane no le preocupa que le llamen guarro porque no lava el coche un sábado que amanece con nubarrones negros, prefiere hacer oídos sordos y lavar su vehículo el domingo, una vez pasada la tormenta. Pero es inevitable que exista gente que espere con fervor el error de quien quiere para reprochárselo. Es una característica connatural al ser humano, aunque incomprensible desde el punto de vista de la lógica y la utilidad.

Pero nos ha tocado vivir en un mundo donde la perdición se sirve en bandeja de plata, en un apartamento lleno de testigos de cargo en el que la tentación vive arriba e Irma la Dulce se pasea con faldas y a lo loco. Y lo más prudente que se puede decir es: «Well, nobody’s perfect».

Fotografías Getty Images.

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