La Colina de Nervión
·16 de diciembre de 2024
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En el autobús que me llevaba al Sánchez-Pizjuán, alguien con tantos gramos de alcohol como gracia en sangre, y ante la queja de un señor molesto por la incomodidad, excusaba la incordia de la situación por el hecho de que estábamos en Navidad. Al fin y al cabo, íbamos a la catedral a ver al niño Jesús… decía con lengua no demasiado ágil. Después del partido, Caparrós advertía de la necesidad de saber detectar y leer las señales ocultas para interpretar bien el partido: había marcado un canterano, Bueno, en el encuentro en que se retiraba otro (el mejor) canterano, Jesús Navas; ergo el Sevilla Fútbol Club tenía que ganar.
El sabio de Utrera, como buen supersticioso, ve señales causales donde solo hay correlaciones casuales. Pero también, como buen supersticioso, cree en las supersticiones cuando van precedidas del trabajo y proseguidas de la inteligencia: elige bien cuál superchería creer. Así se presentaba el partido ante el Celta y continuaba después de que el árbitro pitara el final.
Siguiendo con las señales de Caparrós, la tarde lucía contra el Celta, club que estuvo en muchos momentos de la historia muy vinculado al Sevilla Fútbol Club. Contra el equipo de Vigo, ganamos nuestra tercera copa de España (1948), y con ellos compartimos desgracia aquel cinco de agosto de 1995, en que el sevillismo, movilizado por decenas de miles en las calles, salvó al Sevilla Fútbol Club y al Celta del descenso federativo a Segunda B. Había, pues, señales que leer. Pero lo cierto fue que en la primera parte el equipo no leía ni jugaba nada. El Celta fue muy superior, aunque inofensivo en el área. Al Sevilla Fútbol Club que tan bien jugó en Madrid le habían amputado cuatro pilares de golpe (Sow, Juanlu, Romero y Carmona). La lección de Sow y la desfachatez de la Federación en connivencia con el Real Betis habían operado el estropicio. El golpe se tenía que notar. Lo mejor del primer tiempo fue el resultado.
Una reflexión para el descanso. Los dirigentes del Real Betis, que pusieron la denuncia canalla y estúpida, han demostrado una vez más lo que todos sabemos: no tienen ni idea de lo que es el Sevilla Fútbol Club y menos aún, y esto es lo peor, tampoco conocen lo que es el Betis. No me extraña; alguno de ellos que presume de ingeniería —qué manía con los ingenieros hay en el Betis— no era ni socio cuando llegó a la diligencia. Mucho pijo nuevo en un club que siempre ha presumido de marquesas y risitas.
García Pimienta movió banquillo y reordenó al equipo; pronto se iba a comprobar lo acertado de esta reflexión cuando caminaba hacia los atestados urinarios. En la segunda parte, el equipo cambió por completo; el Sevilla Fútbol Club, que se suele crecer ante el castigo, se vino arriba como un Agoumé enorme, un Bueno mejor, Montiel recobrando la memoria que le ha hecho campeón del mundo y García Pascual soñando y haciéndonos soñar. Sami me gusta cada vez que sale. Idumbo es un proyecto de felicidad sobre el campo. Lukebakio exige tres jugadores para frenarlo. Lo mejor que podemos decir de Iheanacho es que el mercado de invierno está al llegar. Álvaro paró todo lo que tenía que parar. Al final, la fiesta. García Pimienta sigue en la obra: cantera, jóvenes y mucha inteligencia son los materiales.
No olvidaremos esta fría tarde de invierno en que vimos compitiendo a este duende de los Palacios que, como el gato de Schrödinger, está y no está al mismo tiempo. Al comenzar su larga trayectoria, el sevillismo se preguntaba de qué materia estaba fabricado el niño Jesús Navas, que nunca se cansaba ni se rompía. Se especuló con varias hipótesis: desde los tomates de Los Palacios hasta las papillas del doctor Escribano. Ahora, en el omega de su carrera, ya lo sabemos: Jesús Navas es un jugador cuántico.
Nunca menciono la palabra cuántica en vano. Sabedor, como dice Carlos Sabín, de que no hay fantasma que para cubrir con sábanas la ignorancia no recurra a parlotear de física cuántica. Pero la persona, el futbolista y lo que es aún más excepcional; Jesús Navas merece arriesgarme a parecer un fantasma (lo que en realidad posiblemente soy). Navas es cuántico. Don Jesús Navas estará y no estará siempre en un Ramón Sánchez-Pizjuán en escala cuántica.
En imagen, Jesús Navas agradeciendo el apoyo a su afición | Imagen: M. Ángeles Mendoza – La Colina de Nervión
Si tal como algunas interpretaciones modernas sugieren, el tiempo no es fundamental, sino que emerge de interacciones cuánticas más básicas; entonces sería comparable a otras propiedades emergentes como la temperatura, que no existe a nivel microscópico (individual de partículas) pero se manifiesta en sistemas macroscópicos. En este contexto macroscópico, Jesús Navas será eterno para el sevillismo aunque para ello haya que dar un salto un tanto tramposo (el otro fútbol de Bilardo y Caparrós) de lo macro a lo micro.
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