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·6 de julio de 2018
Nadie es mejor que todos juntos

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·6 de julio de 2018
Está obsesionado con la triple E: explicar, entrenar y evaluar. Cuando el Maestro Oscar Tabárez, ahora de 71 años, el entrenador más viejo del Mundial Rusia 2018, comenzó su segundo proyecto al mando de Uruguay en el 2006, decidió que era tan importante discutir el proyecto con la Federación de su país como con los funcionarios a cargo del sistema deportivo nacional. La idea era trasladar formas: primero, de educación. Después, de cómo jugar. No le interesaba que su tarea fuera solo definir si Diego Forlán jugaría como centrodelantero o por la izquierda. Lo que él necesitaba era ir a ver los entrenamientos de la Sub 15. Hablarles a los de la Sub 17. Comentarles a los de la Sub 20 cómo debían jugar. Y así. Un proceso que afecta desde las raíces hasta las ramas.
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En el Complejo Celeste, en Montevideo, hay un manual de estilo entre los jugadores uruguayos. Lo sabe el chico de 15 años que ni siquiera sabe si el fútbol será su futuro. Lo aplica Diego Godín, el gran líder, y lo respeta Luis Suárez, la máxima estrella. Siempre hay que decir 'buenos días o buenas tardes' ante la prensa. Dar las gracias a los camareros y ser lo más respetuosos posible de su trabajo. No utilizar el móvil durante las comidas. Llevar los platos a la cocina como una forma de ayuda a los trabajadores. Todo es parte del plan llamado Institucionalización de los Procesos de Selecciones Nacionales y de la Formación.
Para Tabárez, lo primero es la educación y la formación. Luego el futbolista. En la Copa América 2016, después de no ser utilizado en el partido ante Venezuela que al final terminó dejando afuera a la Celeste, Luis Suárez enloqueció. Le pegó al banco de suplentes. Insultó. Explotó. Solo unas horas después, el delantero del Barcelona, el jugador más importante de la historia de Uruguay, bajó la cabeza y entendió. Nada puede ser más importante que su relación con Tabárez. Al otro día, dijo: "Hoy estoy agradecido al Maestro porque él sabe cómo soy yo".
Desde hace años padece el síndrome de Guillain-Barrè, un trastorno neurológico que afecta el sistema nervioso y complica la motricidad. El Maestro Tabárez fue deteriorando su movilidad a lo largo de los últimos torneos de Uruguay. En el Mundial Brasil 2014 parecía intacto. En la Copa América 2015, se percibía cierta lentitud en sus movimientos. En el 2016, ya necesitaba un bastón para mantenerse en pie. En Rusia, todo parece costarle el doble. En algunos entrenamientos, precisa un vehículo para trasladarse.
Un poema de Teresa de Calcuta lo conmovió especialmente: "Sigue aunque todos esperen que abandones / No dejes que se oxide el hierro que hay en ti / Haz que en vez de lástima, te tengan respeto / Cuando por los años no puedas correr, trota / Cuando no puedas trotar, camina / Cuando no puedas caminar, usa el bastón".
“Es una enfermedad crónica. Si llegara algún momento en el que viera algún signo de que los futbolistas no me siguen, ahí me podría plantear (abandonar el cargo), pero no ha ocurrido”, dijo en su momento.
Enseñó en varias escuelas de los barrios populares de la capital uruguaya: "La primera vez que fui a una escuela carenciada vi a una niña que le quitó la cáscara a una banana y la tiró al suelo. Me acerqué para decirle que eso debía ir a la papelera, pero en el ínterín apareció otra nena que levantó la cáscara y se la comió”. En una de esas experiencias, contó. "Los niños me regalaron 'La Ciudad de los Perros', de Marios Vargas Llosa, con una frase: 'La experiencia no es lo que le pasa el hombre si no lo que el hombre hace con las cosas que le suceden'. Yo siempre intenté capitalizar las experiencias, especialmente los fracasos".
"El camino es la recompensa", es una de sus frases favoritas. Pero hay otra que le llama más la atención, que lo obsesiona. Es de Tato López, un exbasquetbolistas, periodista y escritor uruguayo: "Nadie es mejor que todos juntos".