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La Galerna

·15 de junio de 2021

Morata, Pedri, Vinícius y el cortacésped

Imagen del artículo:Morata, Pedri, Vinícius y el cortacésped

La prensa deportiva patria anda escandalizada porque los hinchas de la Roja abuchean a Morata, que es un buen delantero con alma de sufridor y la rara habilidad de trasladar sus cuitas al aficionado. Hay gente que sufre para sus adentros, gente que exterioriza su padecimiento y, por último, gente que se las apaña para extender sus demonios internos por todo el rectángulo de juego, replicando así su tortura interior en el aficionado. Morata pertenece a este último apartado.

Tiene calidad, yo diría que mucha, pero posee también un miedo tan cerril a fallar goles que ese pavor se convierte en profecía autocumplida, con el consiguiente disgusto del hincha. Me recuerda un poco a cierta etapa de Zamorano en el Madrid. El chileno llegó a ofuscarse de tal manera en su relación con el gol que terminó por hacer el gol imposible. Luego se recuperó, que es lo que sin duda le pasará al juventino cuando deje de estar triste a base de pensar todo el rato que va a estarlo. “Se olvidó de su mala suerte y ya no la tiene”, sentenció Valdano cuando Bam Bam volvió a enchufarlas.


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Los que silbaron ayer al bueno de Álvaro son “estúpidos” (sic), pero el silbador del Bernabéu pasa a ser público soberano cuando la toma con Bale o Vinícius

Abuchear a Morata, ciertamente, no es lo más inteligente si quieres que el delantero recobre la confianza, pero la doble vara de medir la pertinencia de los abucheos es proverbial en el periodista deportivo español medio. Los que silbaron ayer al bueno de Álvaro son “estúpidos” (sic), pero el silbador del Bernabéu pasa a ser público soberano cuando la toma con Bale o Vinícius, como si el galés o el brasileño estuvieran hechos de una pasta distinta, o como si pagar una entrada para ver al Madrid acarreara unos derechos que legitiman al público en sus reacciones por encima de las potestades que confiere pagar una entrada para ver a la selección.

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En el caso de Vinícius, la prensa no sólo no ha afeado al público sus pitidos, sino que los ha incentivado. A Vinícius le pita la prensa, que ha hecho de él un meme de manera impía, sin el menor pudor ante el efecto psicológico que esto pueda generar en alguien que acaba de alcanzar la mayoría de edad legal. La sensación clara es que el grado de protección que merece el agredido (sea por los fans en el estadio, sea por la canallesca en sus cubículos o a través de las ondas) difiere en función de quién sea este, y más concretamente de su nacionalidad. Este agravio comparativo se parece demasiado a una actitud xenófoba, que a mi juicio alcanza incluso al estatus que se le concede a cada futbolista. En esa asignación llevada a cabo por los medios se atiende a cualquier cosa excepto a los méritos acumulados. Si no, compárese al propio Vinícius, por ejemplo, con el azulgrana Pedri.

La sensación clara es que el grado de protección que merece el agredido (sea por los fans en el estadio, sea por la canallesca en sus cubículos o a través de las ondas) difiere en función de quién sea este, y más concretamente de su nacionalidad

Un diario deportivo situaba hace pocos días, en portada además, a Pedri como una de las grandes estrellas de la Eurocopa, al nivel de Mbappé o De Bruyne. Pedri ha demostrado en el Barcelona unas condiciones técnicas fantásticas, pero no ha protagonizado ninguna victoria resonante de su equipo. Vinícius, el meme, el objeto de la rechifla nacional (impulsada por la prensa también nacional), ha sido la diana de la burla más despiadada a pesar de haber cargado sobre su espalda el peso de todo un Real Madrid en varias ocasiones y en partidos de alto voltaje, sin ir más lejos contra el Liverpool o el propio Barcelona. A su edad, que es poco más que la de Pedri, Vini ha fallado mucho, pero también ha acertado lo suficiente (y en momentos muy difíciles) como para hacerse acreedor a los focos por razones positivas. No se entiende la disparidad de criterios a la hora de ajustar a ambos futbolistas al estereotipo correspondiente, que suele ser el que nunca corresponde.

La última del buen pelotero (pero precozmente sobrevalorado) Pedri ha sido, en sintonía con Luis Enrique, culpar en cierta medida al estado del césped del decepcionante empate ante Suecia. Ahora ya sí que no habrá plumilla que se le resista a la hora de ponderar su candidatura a héroe nacional. Esta vinculación tan clara con el hecho diferencial culé arrasa con todas las dudas que pudiera haber para quien aún no le haya encumbrado.

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Si te quejas por el estado del césped —a ser posible antecediendo el lamento con un lacónico “No quiero poner excusas, pero”—, eres tan culé por los cuatro costados que hasta puedes ser seleccionador y dejar a Nacho (y Sergio Ramos, pero sobre todo a Nacho) fuera de tu lista.

El quejarse por el estado del césped es el marchamo definitivo, la carta de autenticidad. Nadie que se haya quejado del estado del césped ha sido ni será convertido en un meme, y el cuarto poder le defenderá indefinidamente del acoso de la grada hostil

El quejarse por el estado del césped es el marchamo definitivo, la carta de autenticidad. Nadie que se haya quejado del estado del césped ha sido ni será convertido en un meme, y el cuarto poder le defenderá indefinidamente del acoso de la grada hostil. Como pasaba con Faulkner en el pueblo de Cuerda, en este pueblo es verdadera devoción la que sentimos por los jardineros. El protagonista de la canción de Sparks Lawnmower estaba tan obsesionado con el cuidado de su césped que su novia acabó por plantearle un ultimátum, el cortador o yo. Pedri, por fortuna, no tiene que elegir entre el cortador y Luis Enrique, pues ambos comparten la misma filosofía culé y por tanto (ya no sé si paradójicamente) rojigualda. Con Pedri, como con Morata, no se meterá nunca ningún periodista. His lawn will be a jawdropper.

Fotografías Imago.

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