Milan 2002/03: el diablo en el paraíso | OneFootball

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·22 de octubre de 2024

Milan 2002/03: el diablo en el paraíso

Imagen del artículo:Milan 2002/03: el diablo en el paraíso

Al intelectual comunista Antonio Gramsci le gustaba repetir que para hacer una revolución deben coexistir dos pensamientos antitéticos: el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. El primero es necesario para no subestimar los problemas, afrontándolos conscientemente, mientras que el segundo es necesario para actuar, buscando soluciones con perseverancia. A la espera de la revolución deportiva tras años mediocres, en agosto de 2002 el Milan ejerció el pesimismo de la inteligencia con dedicación, olvidando la segunda parte.

Los ‘rossoneri‘ venían de una temporada de más sombras que luces, con una cuarta plaza inesperada (un punto por encima del recién ascendido Chievo Verona) que los llevaba a la fase previa de la Liga de Campeones. Hubo dos chispazos en aquella decepcionante campaña: primero, el faraónico mercado del presidente Silvio Berlusconi, que, ansioso por ganar las elecciones generales de 2001 y consciente de que los aficionados también votaban, había hecho tres grandes fichajes: Rui Costa, de la Fiorentina, a cambio de una cifra récord del club; Filippo Inzaghi, de la Juventus; y Andrea Pirlo, del Inter. En total, unos 150 millones de euros actuales, teniendo en cuenta la inflación.


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Durante todo el verano de 2002, el Milan había buscado un central que flanqueara a Maldini para equilibrar un equipo demasiado poblado arriba, con cuatro jugadores de fantasía (Pirlo, Seedorf, Rui Costa y Rivaldo) y dos delanteros (Shevchenko e Inzaghi) de altísimo nivel

La segunda chispa de aquel año decepcionante fue la llegada al banquillo de Carlo Ancelotti, que ya había demostrado olfato para las copas, llevando al Milan a alcanzar la semifinal de la UEFA. No había conseguido quitarse de encima la etiqueta de ‘eterno segundón’ que le habían endosado los periodistas, tras sus dos segundos puestos consecutivos con la Juve.

Durante todo el verano de 2002, el Milan había buscado un defensa central que flanqueara a Paolo Maldini para equilibrar un equipo demasiado poblado arriba, con cuatro jugadores de fantasía (Pirlo, Seedorf, Rui Costa y el recién adquirido Rivaldo, flamante campeón mundial) y dos delanteros (Shevchenko e Inzaghi) de altísimo nivel. Pero Berlusconi ya había ganado las elecciones, y el Milan se quedó sin Fabio Cannavaro, que firmó por el Inter. Quedaba la opción de Alessandro Nesta, pero la Lazio lo declaró intransferible.

La temporada no prometía. El optimismo exhibido por Ancelotti el 13 de agosto parecía un poco fuera de lugar: “Nos clasificaremos para la Liga de Campeones a lo grande. Y eso sólo será el principio de nuestro viaje. Este año nos divertiremos”

Obligado a partir de la ronda preliminar en la Liga de Campeones, la temporada no prometía. El alegre optimismo exhibido por Ancelotti el 13 de agosto en la rueda de prensa previa al partido contra los checos del Slovan Liberec parecía un poco fuera de lugar: “Nos clasificaremos para la Liga de Campeones a lo grande. Y eso sólo será el principio de nuestro viaje. Este año nos divertiremos. Que todo el mundo se meta en la cabeza que el Milan quiere abrir un ciclo de triunfos”. El pesimismo de la razón también lo ejerció la prensa, que se preguntaba si el mismo entrenador que se había negado a contratar a Roberto Baggio en el Parma porque estaba demasiado atado a su 4-4-2 ‘sacchiano’, o había sido incapaz de colocar a Thierry Henry en la banda en la Juve, había madurado por fin la capacidad de amoldarse. “El equilibrio táctico depende siempre de la voluntad de los jugadores. Puedo decir sin temor a equivocarme que este Milan es el mejor equipo, en lo ofensivo, que he entrenado nunca”, sentenció.

La vuelta con el Slovan, sin embargo, pareció confirmar todas las dudas. Tras ganar el primer partido en San Siro por 1-0, los ‘rossoneri‘ perdieron por 2-1 en la vuelta, pasando sólo gracias a la regla de los goles fuera de casa. Lo preocupante no fue sólo la lesión en el menisco externo de la rodilla izquierda de Shevchenko, sino también la desastrosa defensa. El entendimiento entre Maldini y Laursen era malo, y Ancelotti corrió a cubrirse, ofreciendo un año más de contrato a Costacurta, de 36 años…

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