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La Galerna

·16 de enero de 2021

Menudo equipo

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—¡Menudo equipo! Pero fíjese que yo sigo creyendo que el que montaba el cacao en aquel Real Madrid era Paco Gento.

—Alfredo ha sido uno de los mejores jugadores de la historia. Un ganador nato que no podía comprender que un jugador descansara en el campo. Si algún compañero lo hacía le regañaba. Pero ocurre, que a Paco Gento no le podía marcar nadie. ¡No había manera!


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(José María Maguregi)

Antes de saltar a la fama como entrenador cuando España comenzaba a cambiar, José María Maguregi fue un jugador extraordinario en la década de los cincuenta. Formó con Mauri en el Athletic Club una línea media legendaria que honró de forma manifiesta a sus antecesores, Manolín y Nando. Casi un calco generado por los patrones de una escuela y los ojos penetrantes de unos chavales enamorados del fútbol.

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Maguregi tenía el privilegio de la elegancia y la lucidez que precisan los organizadores, y por delante de él jugaba Mauri, un portento físico rápido, potente y goleador. Ambos ensamblaron un equipo de “once aldeanos” de Bilbao que representó con orgullo una idea original del fútbol que perdura, casi podríamos decir que resiste, de forma milagrosa. En su magnífico haber, la Liga 55/56 y tres Copas, un palmarés asombroso si consideramos que coincidió con uno de los mejores equipos de la historia y con el Barcelona de Kubala.

"¡Menudo equipo! Pero fíjese que yo sigo creyendo que el que montaba el cacao en aquel Real Madrid era Paco Gento" (José María Maguregi)

Entonces, sólo en los estadios una minoría afortunada disfrutaba viendo el fútbol. Mientras, la mayoría leía o escuchaba de su equipo y daba vida a sus héroes en su mente, como hacemos al leer una novela, que cada cual imagina los protagonistas a su modo y pinta las hazañas con tonos propios. Así, los personajes futbolísticos se incorporaron a la vida personal en las partidas de dominó, en los vinos de las tascas, en las transmisiones con la oreja cerca de la radio o en las discusiones durante el bocadillo de los trabajos.

Y hasta alguno de ellos llevó su querencia más lejos.

“¡Y voy por la carretera!”, tronaba Manolo, El Carretero, por las calles y caminos de Guarnizo (Cantabria), el pueblo que vio nacer a Paco Gento. Su firma resonaba en todos los rincones de la localidad, al regatear las puertas y ventanas colándose por las rendijas. Manolo era una figura emblemática del lugar, reconocible a distancia debido a la potencia de su voz y su poderosa carreta tirada por una pareja de bueyes, de nombre Mauri y Maguregi.

Manolo "El Carretero" era una figura emblemática de Guarnizo (Cantabria), el pueblo que vio nacer a Paco Gento, reconocible a la potencia de su voz y su poderosa carreta tirada por una pareja de bueyes, de nombre Mauri y Maguregi

Acérrimo del Athletic, el boyero llevaba a su equipo allá donde fuera, pues su trabajo consistía en la recogida y transporte de lo que se le pidiera —con mayor frecuencia, el verde, el pasto para el ganado— o en labrar las tierras más extensas tirando de la yunta. Casi un labrador de Castilla en tierras norteñas, donde los más habituales minifundios eran labrados por dueños pluriesforzados que asían el palote —una pala al efecto, con una placa trapezoidal y de punta afilada y plana— con raza* y destreza. Cientos de veces contemplé a mi abuelo Gento hacerlo, agarrando con fuerza el mango en forma de T y apoyando su pie sobre la placa para hundirla con la potencia acompasada de los brazos, el cuerpo y las piernas.

Además de su grito de Tarzán, su imponente figura, su vigor y pericia con los aperos, de Manolo El Carretero se recuerda una apuesta en la que se zampó de una tacada dos docenas de huevos fritos con patatas también fritas, claro está. Lo más relevante fue que su sistema digestivo empapó el chaparrón de aceite como el drenaje de San Mamés los aguaceros vascos: sin inmutarse. Como no podía ser de otra forma, cuando Paco irrumpió en el panorama futbolístico, la fuerza de la tierra le forzó a cambiarse al blanco, y los nuevos bueyes ya fueron bautizados como Rial y Gento.

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La cita de Maguregi acerca de la Galerna que nos dio su nombre es digna de esta reseña, pues viene de quien interpretaba el fútbol con inteligencia y lo vivió en el terreno de juego sufriendo a los rivales blancos. Son recuerdos de un fútbol del que apenas quedan crónicas periodísticas y la memoria popular. A quienes no estuvimos allí, lo entrevemos con la semblanza de quienes lo vieron, los comentarios de los protagonistas y unas imágenes aceleradas, borrosas y parciales que los cámaras del NO-DO fueron capaces de plasmar, pues del fútbol de entonces no se pueden revisar decenas de miles de emisiones que dieran fe de lo ocurrido, sino una colección de fantasías que inundaban la imaginación colectiva sumando las individuales.

Como no podía ser de otra forma, cuando Paco Gento irrumpió en el panorama futbolístico, la fuerza de la tierra forzó a Manolo a cambiarse al blanco, y los nuevos bueyes ya fueron bautizados como Rial y Gento

Desde que las películas y la televisión se popularizaron, la historia del fútbol quedó reflejada en una sucesión de postales en movimiento que, relatadas de forma correcta, conformarían una obra maestra de la imagen. Sin embargo, hasta entonces, la historia más remota de este deporte es el fruto del registro de las crónicas, de las declaraciones de quienes pisaron aquellos céspedes escasos, pero, sobre todo, de la memoria de una tradición oral, homérica, de millones de aficionados que, tarde a tarde, forjaron los perfiles de sus héroes con las palabras que recopilaban y la imaginación que volaba con el transistor en la oreja o la gaceta en la mano. Al fin y al cabo, a la hora de construir leyendas, más vale una palabra justa que mil imágenes atropelladas.

*Que conozca el autor, raza es palabra de uso común en buena parte de Cantabria como sinónimo de corazón, furia, coraje, valentía, redaños. Si se prefiere y vulgarmente, huevos (tenerlos o echarlos).

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