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Vibra Segunda

·4 de octubre de 2022

Mehdi Nafti, escalar un muro

Imagen del artículo:Mehdi Nafti, escalar un muro

Qué duro es luchar contra las barreras. Intentar avanzar y sentir constantemente que cada paso se antoja eterno. El bloqueo debilita e imposibilita. No se trata únicamente de demostrar a los demás tu capacidad, además debes convencerte de que efectivamente estás capacitado para afrontar cada reto, cada desafío. Porque cualquier obstáculo, por minúsculo que aparente, se convertirá en un muro. Esa es la situación de Mehdi Nafti desde que aterrizase en el Levante UD. La presión es permanente y las dudas constantes.


El peor enemigo para el técnico franco – tunecino, a priori, es la desconfianza. O, siendo más concretos, las etiquetas. Todas las que le han colgado al entrenador levantinista desde el preciso momento en el que fue elegido para su actual cargo. Desde entonces, carga con la pesada mochila de las dudas que se ciernen sobre su figura y sobre la idoneidad de la misma para un cargo y una empresa realmente exigentes. Y sí, es sencillo colocar distintivos sobre alguien. Sin embargo, es extremadamente duro retirarlos para aquel que los porta. Deshacerse de ellos, una cruz. Una carga de consecuencias inimaginables.


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¿Merecía Nafti entrenar a un aspirante al ascenso directo?

Es la principal pregunta que, desde el inicio, se formuló. Se lanzó y se esparció para, paulatinamente, ofrecer una respuesta negativa. El técnico ofreció una carta de presentación prácticamente inmaculada en su estreno en los banquillos del fútbol profesional español. El Lugo apostó por él decididamente y el efecto positivo fue inmediato en los futbolístico. Aunque también en lo carismático. Sin embargo, quedó de aquello el borrón de una destitución extraña en un momento vacío. No existían apuros, aunque la frescura inicial se comenzaba a diluir. Después, fue el Leganés el conjunto que ofreció su confianza al impetuoso entrenador. Si bien mejoró las prestaciones de su predecesor, ni el impulso inicial ni la continuidad en el cargo ofrecieron a su equipo armas suficientes para cubrir las expectativas. No, el trabajo de Nafti no fue en absoluto mediocre en ninguna de las dos plazas. En ambas, de hecho, contó con momentos brillantes aunque, también en ambos, dejó sensación de azucarillo diluido con el paso del tiempo en cada uno de esos vestuarios.

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¿Argumentos suficientes para postularse como merecedor de ocupar uno de los banquillos más potentes de la categoría de plata? La pregunta no poseía una respuesta correcta. Simplemente, estaba por contestar. El caso es que, con la duda sembrada, el margen de error se reduce ostensiblemente. Y Nafti ofrece la sensación, también prácticamente desde el inicio, de saberse en un examen continuado sobre cada una de sus decisiones. Esa sombra le viene persiguiendo y, conviviendo con ella, parece haber terminado desubicado. El peor destino en tal situación se encuentra en la indefinición y ahí parece instalado en la actualidad su equipo, el Levante UD.

Ignorar y trabajar para sembrar y recoger

A estas alturas, detenerse en ese entorno distorsionado y ese ambiente enrarecido únicamente puede conducir a la certificación del fracaso. Un tipo de carácter, personalidad y claridad de ideas como es Mehdi Nafti probablemente deba centrar sus esfuerzos en trasladar todas esas cualidades en su vertiente positiva a los miembros de su vestuario. Ignorar la rumorología, centrar la mente y dirigir todo el flujo hacia la impregnación de sus ideas en los futbolistas a los que dirige. De todo lo anterior, queda una certeza: Nafti es capaz de ofrecer herramientas a sus equipos para competir con firmeza; lo hizo en Lugo y también lo trasladó en Butarque a plantillas en situaciones complicadas a las que sacó del lodo. Es una demostración clara de que ante la adversidad, el francés se engrandece.

Nafti está herido. El Levante está herido. Aparentemente, desorientado. Quizá, incluso, sorprendido por la fiereza competitiva de una categoría que no espera a nadie. De todo ello, no existe peor definición que la indefinición. Y de ella es de la que ha de huir el Levante de la mano de Nafti. Es ahora o nunca, porque aunque esto sea muy largo llegar con demasiado retraso a la estación puede llevar a perder el tren.

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