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La Galerna

·22 de abril de 2025

Matrix Negreira

Imagen del artículo:Matrix Negreira

Estamos asistiendo, por primera vez en la historia del deporte —y del fútbol—, al único caso conocido en el que se aplaude y anima al corrupto y corruptor, mientras se critica duramente a la víctima.

Un caso único, quizá también en la historia universal, en el que un club tramposo no recibe ningún tipo de castigo. Si acaso judicial, en lo que debería ser una rotunda sentencia condenatoria, pero que posiblemente acabe siendo moneda de cambio en el tablero político. Una oportunidad histórica (otra más) para desagraviar a una comunidad autónoma tan históricamente agraviada, que ya es, de facto, casi un país independiente.


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Quizá eso mismo explique la sinrazón a la que estamos asistiendo. Por eso no hay una condena pública y generalizada como ha ocurrido en otras tantísimas ocasiones. Lo que acontece sería tan surrealista como ver a Armstrong ganando el Tour 8º y 9º, conociendo su dopaje, y jalearle en prensa y alabar su gran estado de forma. O haberle concedido y mantenido la medalla a Ben Johnson, elogiando su "visión" al doparse, y criticar a Carl Lewis por no ser lo suficientemente rápido.

Imagen del artículo:Matrix Negreira

Hay tantos ejemplos como sonrojos estamos viviendo en una liga, la española, que ya está a la altura de cualquier competición corrupta de cualquier país del tercer mundo. Pero allí, al menos, no hay periodistas ni políticos que hablen de respeto a los árbitros, lucha contra el racismo o limpieza de la competición. Allí directamente un dictador impone su criterio. Todos conocen las reglas del juego y el resultado final, pero no se hacen los tontos.

Mientras vemos portadas de periódicos alabando el juego de un equipo que sabemos que ha pagado a uno de los directivos arbitrales para obtener beneficio, se produce el hostigamiento —y, si acaso, apaleamiento— del club víctima: el equipo que ha denunciado las trampas deportivas y ha sido el principal perjudicado.

En un giro sin igual, el Real Madrid es el culpable. Incluso debería ser castigado, como algunos han llegado a plantear. El castigo, por ahora, es “solo” arbitral. Pero es tan evidente, tan repulsivo y está tan a la vista de todos —con luz, taquígrafos, focos gigantes, sonido en HD y conexión a internet— que da pudor. Y pavor.

Y por eso mismo, no se puede descartar una sanción al Real Madrid por acusar al tramposo. ¡A quién se le ocurre! Me imagino una escena cualquiera en El Padrino —o cualquier otra del género—, con un sujeto limpio y honrado denunciando en mitad de la sala a todos esos mafiosos, asesinos y ladrones. ¿Qué resultado esperaríamos?

No se puede descartar una sanción al Real Madrid por acusar al tramposo. ¡A quién se le ocurre!

Lo mínimo: 55 tiros a quemarropa y una hoguera pública para cualquiera que ose apoyarle. Por eso, la mera instrucción judicial ya es un milagro. Como convertir los panes y los peces, pero con cheques de 150.000 a 450.000 euros convertidos en generosos pagos a cambio de favores arbitrales.

Sabemos que los pagos existieron, aunque traten de convencernos de lo contrario. Ya sabemos que, si hay que decir que el cielo es blaugrana y no azul, se dice. Basta imaginarlo muy fuerte para ver las nubes desplazarse al viento en un cielo de ese color, con un fondo que diga “Spotify”. Y mientras, los ángeles cantarían al unísono el himno del Barcelona:

“Tot el camp és un clam. Som la gent blaugrana…”.

Imagen del artículo:Matrix Negreira

Si de imaginar se trata, podemos incluso imaginar al Real Madrid convenciendo al Barcelona para que pague al vicepresidente arbitral, para garantizar la neutralidad deportiva, despreciada por un Madrid que, desde tiempos de Franco, se ha beneficiado del sistema. Excepto cuando no lo hacía, claro: como en los primeros 15 años de la dictadura, o cuando le robaron las ligas en Tenerife, o durante la última década y media, en la que el Madrid ha ganado más Champions que Ligas —un caso único en la historia—.

Vaya usted a saber por qué. Pero el cielo no es blanco ni azul: es blaugrana. Y ese cheque donde pone “pagador: F. C. Barcelona” y en el beneficiario aparece una de las tantas empresas random de Negreira… en realidad no existe.

Y aunque usted lo vea, lo haya visto, y aunque existiese la remota posibilidad de que sea real, pondría: pagador, Real Madrid. O como nos dicen, en un apasionante giro de los acontecimientos: “directivos corruptos que pasaban por ahí, querían blanquear dinero y, casualmente, eligieron al vicepresidente arbitral. No a un primo, ni a un cuñao”.

Lo importante es tener claro que, con o sin Negreira, el Barcelona es un contendiente absolutamente legítimo, limpio, y más capacitado —o más digno— que el Real Madrid para recibir alabanzas. Como lo fue la Juventus del Calciopoli, un club ejemplar que tuvo la malísima suerte de que se descubrió todo su entramado. Una desgracia que acabó con un club modélico injustamente castigado… por haber intentado beneficiarse de los corruptos árbitros.

Bienvenidos al experimento Negreira-Barça, donde lo que ves, razonas, intuyes, conoces y vives… es solamente producto de tu imaginación

O sea, lo mismo que el Barcelona. Nada que ver con tramposos históricos como Ben Johnson o Marion Jones, despojados de sus medallas. O el propio Armstrong, defenestrado en EE. UU. O el equipo Festina, expulsado de la competición.

No, el Barcelona ha logrado evitar cualquier castigo. Ni deportivo —gracias a la milagrosa prescripción—, ni social, con el curioso efecto de que el castigado es el Real Madrid. Como en un efecto espejo que debería ser estudiado por la ciencia: tú robas a alguien, y ese alguien es quien recibe la pena pública por haber sido robado. A él lo abuchean. A él le afean la conducta.

Si no sintiese las manos y los pies, si no paladease los alimentos, pensaría que estoy en una Matrix. En un submundo diseñado para comprobar nuestra tolerancia a la corrupción y al absurdo. Y a la vista de los resultados, el experimento es exitoso. España ha logrado un resultado “positivo”: la mayoría de los sujetos, incluyendo afamados periodistas, han tragado con todo, hasta el punto de culpar a la víctima.

Cataluña, el Barça y esta maravillosa España que estamos construyendo, a la vanguardia de la ciencia. Eso es lo que nos dirán cuando la sentencia estimatoria se la pasen por el forro de los… o directamente le pongan una pistola del .45 (o del .60, si existe) al juez para invitarle amablemente a retirarse del experimento. O a ser un sujeto obediente.

Trague usted toda la quina que quiera, señor juez, y olvide lo que ha visto. Nada ha sucedido. Los pagos acreditados —y requeteacreditados— por Hacienda, el Barça, Negreira, el hijo de Negreira, el nieto de Negreira, el tesorero, el contable, el subcontable, el becario y el becario del becario… son, en realidad, sobres en blanco. No existen.

Repita conmigo: esos pagos nunca existieron.

Muy bien.

Bienvenidos al experimento Negreira-Barça, donde lo que ves, razonas, intuyes, conoces y vives… es solamente producto de tu imaginación.

Getty Images

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