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La Galerna

·5 de septiembre de 2023

Matar el fútbol español

Imagen del artículo:Matar el fútbol español

El otro día Robert Lewandowski, al que hasta ahora teníamos por alguien serio quizá por ser polaco y haber jugado toda su vida anterior en Alemania, en fin, ese complejo tan español (la apariencia nos emboba, nos cuelan cada cosa), dijo que los árbitros estaban matando el fútbol español. Tal cual. Eran declaraciones que venían a redundar en lo que lleva insistiendo su entrenador, Javi Hernández, dicho así como lo dice Carletto, con su maravilloso español macarrónico (Ancelotti, con esa zorrunería vieja que tiene de hombre que ya lo ha visto todo, es de los pocos que ahora mismo, en España, puede decir lo que le dé la gana sin que nadie se dé cuenta) desde el debut liguero del Barcelona en Getafe: el producto Liga es una mierda y a nosotros, que somos tan listos y tan buenos, nos tratan fatal. Pocas horas después, el mismo Lewandowski se desmayaba en el área del Osasuna. Faltaba poco para que terminara el partido que, en ese momento, empataban en Pamplona. A Lewandowski le dio un vahído y el representante del estamento arbitral la noche del domingo en El Sadar no tuvo dudas, como tampoco los del videoarbitraje: era penalty, que el mismo 9 polaco se encargó de marcar. Penalty y expulsión, siguiendo el dicho clásico.

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La verdad es que es gracioso. Tiene su cosa que el 9 por antonomasia de la Bayernliga venga aquí y en tan sólo un año largo ya se haya aclimatado tan bien al sitio que le da de comer, supongo que con dinero del Monopoly, porque según parece el Fútbol Club Barcelona debe hasta callarse. Empero siguen fichando cracks internacionales como si no hubiera un mañana, por lo que deduzco que hay algo aquí que no nos están contando, algo que nuestra legión de periodistas dedicados a la información deportiva o bien no preguntan, o bien no saben encontrar: ¿de dónde saca el dinero esta gente? ¿Por qué un club sobre el que pesa una investigación judicial acerca de la corrupción del campeonato nacional de Liga durante más de veinte años incumple sistemáticamente los reglamentos financieros de la Liga de Fútbol Profesional sin que haya ninguna clase de consecuencias?


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¿Por qué un club sobre el que pesa una investigación judicial acerca de la corrupción del campeonato nacional de Liga durante más de veinte años incumple sistemáticamente los reglamentos financieros de la Liga de Fútbol Profesional sin que haya ninguna clase de consecuencias?

Lewandowski es la estrella de la institución más podrida y corruptora del deporte profesional español, pero como aquí, en España, lo blanco es negro y lo negro, blanco, se permite el lujo de proclamar, como Xavi, que ellos son los perseguidos. Tal situación, por supuesto, sería inconcebible si los defraudados, en este caso particular el Club Atlético Osasuna, no mansearan al terminar aquelarres como el vivido la noche del domingo. A Jacobo Arrasate le pareció que todo estaba perfecto, fenomenal. Xavi estaba muy contento, no se quejaba como el día del Getafe. Los periodistas celebraban que Osasuna, como en el meme, “no se rindió”, aunque naturalmente se referían a su actitud sobre el verde: rendidos, lo que se dice rendidos, estaban desde antes de empezar.

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La Liga española es un pozo sin fondo. La gente, empezando por mí mismo, se sigue sentando delante del televisor a ver los partidos autoengañada, realizando el esfuerzo de creer que lo que vemos es una lid justa, en igualdad, cuyo resultado es decidido por la sencilla ley del mérito. Es imprescindible este grado de suspensión de la incredulidad para mantener viva la llama del fútbol dentro de nosotros, lo que no sé es hasta cuándo será posible. Uno se hace mayor, cada día que pasa cuesta más tragar según qué ruedas de molino. Cada vez menos gente paga por ver esta mierda que prensa, patronal y clubes se empeñan en sostener. Por lo menos existen pequeñas subversiones, consuelos menores aunque gratificantes: que el Madrid mande a Axel Torres a grabar una previa a una furgoneta aparcada bajo una grúa del Nuevo Chamartín, por ejemplo, este tipo de cosas. Pero son minúsculas victorias morales. Se siguen jugando los partidos y se sigue hablando de Arabia, Mbappé, el sueldo de Joao Félix o la DANA (me gustaba más cuando se llamaba gota fría) como si el hecho de que pagaran durante años cantidades de dinero aún por determinar al vicepresidente del Comité Técnico Arbitral por “informes” que “garantizaran la imparcialidad de los árbitros” no condujera, irremediablemente, a lo que dice la Guardia Civil en la instrucción del caso, una “pérdida de credibilidad en la limpieza y honorabilidad del deporte rey en España”.

La gente ve los partidos autoengañada, realizando el esfuerzo de creer que lo que vemos es una lid justa, en igualdad, cuyo resultado es decidido por la sencilla ley del mérito. Es imprescindible este grado de suspensión de la incredulidad para mantener viva la llama del fútbol dentro de nosotros, lo que no sé es hasta cuándo será posible

Para Javi Hernández, las pruebas presentadas por la Guardia Civil son una simple opinión con la que él “no está de acuerdo” pues, cuando jugaba, no “sentía” que su equipo resultara beneficiado en absoluto. Vaya por Dios. No importa que Internet esté lleno de imágenes y recuerdos de penaltis vaporosos pitados a favor del Barcelona de Xavi, tan parecidos al de Lewandowski en Pamplona que da vergüenza decirlo. Al Madrid de Zidane le tangaron la Liga del año 21 en varias actuaciones estelares que implicaron desde el VAR a Tebas, pero si nos vamos más lejos, incluso a recuerdos felices, el sistema estuvo a punto de hurtarle al Madrid de Capello la gloriosa Liga de 2007 con un gol con la mano de Messi al Español, en la penúltima jornada, que sólo el Deus ex machina de Tamudo en ese mismo partido compensó cósmicamente.

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Como en la era de lo líquido no hay, realmente, nada cierto o verdadero, todo depende la subjetividad de cada uno: la biología, la antropología, los hechos, todo, todo mentira, todo sujeto al humor con el que el individuo, elevado a la categoría de Dios y al mismo tiempo convertido en ridículo átomo desligado de cualquier vínculo de lealtad hacia otra cosa que no sea el Estado, se levante por la mañana. El ministro del ramo, Iceta, no está, qué mala suerte, al tanto de toda esta movida, según declaró no hace mucho. También es casualidad que Iceta pertenezca al Partido Socialista Catalán y que el Barcelona, més que un club, vertebre las aspiraciones teleológicas de la mayoría de los catalanes contemporáneos.

La investigación de este amaño de proporciones catedralicias que es el BarçaGate está llevando tanto tiempo como el que el VAR echa en validar un gol del Madrid

Para otras cosas, como lo de Rubiales, el ministro está no sólo más informado, sino también más decidido: como forma parte del Ejecutivo, señor omnímodo en la democracia que nos hemos dado, su voluntad de poder es más que suficiente para pasar por encima de cualquier órgano, ente, entidad, institución, norma, ley o reglamento. Para investigar semejante fraude, sin embargo, todo el mundo considera que hay que ser puntilloso, tener cuidado. La investigación de este amaño de proporciones catedralicias está llevando tanto tiempo como el que el VAR echa en validar un gol del Madrid: con el de Joselu el otro día se tardó tanto como en instruir una causa general, y esa va a ser la tónica a lo largo del año, porque el videoarbitraje, en España, es como la democracia: ofrece al pueblo una falsa sensación de equidad pero en realidad todo lo deciden señores de dudosa honestidad en un cuarto oscuro sin que ningún periodista se atreva a preguntar. En la época de los mamadores de opinión, la “tecnología” del videoarbitraje no nos ofrece a los espectadores, como ocurre en la liga francesa, las imágenes que desde la sala VOR enseñan al árbitro, en tiempo real, así como tampoco nos permiten escuchar las conversaciones entre los de la cabina y el trencilla que está en el césped y tiene que decidir. Todo es oscuro y siniestro.

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En este contexto de ponzoña sin límites la cabalgada del nuevo Madrid de Bellingham sobre el fango español va cogiendo hechuras de epopeya. El partido contra el Getafe dejó cosas interesantes. El mismo Getafe de Bordalás, insultado públicamente por Javi el primer día de la competición, es uno de esos equipos que ennoblece esta Liga corrompida por jugar al fútbol tal y como lo entendíamos antes: utiliza sus recursos para ganar y se emplea al máximo en ello, tanto como se lo permiten los ilustres miembros del sospechoso colegio arbitral. Nada hay de deshonroso en ello. El partido que plantearon fue bronco, áspero y duro, justo lo que necesita este Madrid jovencísimo que está engarzando Ancelotti en su última temporada como entrenador, una especie de obra final cargada de futuro. El gol de Bellingham, a lo Raúl, cruzó el cielo de Madrid como un rayo lanzado por Júpiter, invocando una lluvia lustral que tiene que caer sobre una Liga muerta, como dice Lewandowski, para limpiarla de todo lo que el escudo que lleva él en cada partido, sobre el pecho, representa.

Getty Images.

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