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Vibra Segunda

·1 de enero de 2022

Málaga, recuperar la ilusión

Imagen del artículo:Málaga, recuperar la ilusión

No es cómo empieza, sino como acaba. En la mayoría de los casos, esta frase podría responder a prácticamente cualquier tipo de situación en la que se ocupe una clara posición de desventaja que se desea superar. Enmendar un mal comienzo para emprender el camino hacia el triunfo. Un canto a la esperanza. Una llamada a la reivindicación. Pero esta frase pierde vigencia en ciertos contextos. Porque cuando somos nosotros los que tenemos un comienzo fulgurante o, simplemente, nos encontramos en una posición ventajosa respecto a los demás, lo último que deseamos es que se nos suban a las barbas. Y eso es, precisamente, lo que le ha sucedido al Málaga CF en este primer tramo de la temporada.


Un equipo de irregularidades, cuyos malos resultados cosechados lejos de La Rosaleda terminaron por contagiar a los excelentes registros ofrecidos como local. Quizás el malaguismo hubiera firmado acabar la primera vuelta un poco antes de lo previsto, porque terminar con mal sabor de boca nunca es plato de buen gusto para nadie. Ahora, la segunda parte del ejercicio se presenta como clave en el devenir de la temporada. Es evidente que las señas de positividad incuestionable ya no se mantienen intactas como al principio, pero aún queda un largo camino por recorrer. Aún hay tiempo para recuperar la ilusión.


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Un principio incierto con un héroe inesperado

El comienzo de la temporada del Málaga CF destiló esperanza e ilusión a partes iguales. Manolo Gaspar se encargó de confeccionar una plantilla medida al milímetro, aunque no por ello resultó menos competitiva: Paulino, Jozabed, Víctor Gómez o Antoñín, se erigieron como los puntales de un proyecto tremendamente ambicioso que prometería dar rienda suelta a la posibilidad de soñar con cotas mayores o, al menos, hacer una buena temporada que permitiese desterrar a unos problemas económicos que venían acompañando al equipo desde hace tiempo. La competición arrancó con un descafeinado empate a cero ante el Mirandés y, la jornada siguiente, el Málaga consiguió arañar un nuevo punto de su visita a Can Misses. La victoria no llegaba, pero debía haber paciencia ante un proyecto completamente renovado que transmitía la sensación de que podía despegar de un momento a otro. Y así fue. Una victoria sufrida en casa ante el Alcorcón significó la consecución de los tres primeros puntos de la temporada. El Málaga de José Alberto ya estaba en marcha. Pero el equipo aún generaba demasiadas dudas.

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En la cuarta jornada, el equipo blanquiazul se debía ver las caras con la UD Almería, uno de los gallitos de la competición, en un partido al que se presentaba con la aspiración de sumar su segundo triunfo consecutivo y, certificar, así, un inicio más que convincente. Pero los peores pronósticos se cumplieron, y el poderío del equipo indálico se impuso a un Málaga CF frágil e inofensivo que cosechó la primera derrota de la temporada. La única nota positiva del encuentro fue la aparición de Kevin Villodres, que encadenó su tercera titularidad en el Estadio de los Juegos Mediterráneos. El de La Trinidad tardó muy poco en consagrarse como una de las revelaciones, no solo del equipo sino de la categoría de plata. En la siguiente jornada, Kevin firmó una actuación memorable que aún permanece en la retina del malaguismo. Asistió a Paulino en el primer gol de los andaluces y fue un peligro constante en la banda izquierda. Derroche de fútbol y talento. La Rosaleda tenía nuevo ídolo.

La resiliencia de un equipo acostumbrado a sufrir

Pero Kevin solo era la pieza más de un sofisticado engranaje que, progresivamente, comenzó a carburar a todo gas. Aún así, el Málaga volvió a reencontrarse con la derrota en lo que parecía una montaña rusa de altibajos constantes. Un equipo capaz de realizar una actuación sobresaliente para después sufrir un tropiezo contundente e inesperado, como sucedió en El Toralín contra la sorprendente Ponferradina de Bolo. Pero hay derrotas y derrotas, y la que se produjo en la séptima jornada de competición en el feudo del Real Sporting, dolió mucho más que cualquier otra. Porque los dos puntos que se dejaron en tierras asturianas resultó ser lo de menos. Aquel partido disputado en El Molinón fue el último de la temporada para Luis Muñoz, que se vio obligado a despedirse de los terrenos de juegos durante mucho tiempo a causa de una desafortunada lesión de rotura del ligamento cruzado. El Málaga se quedaba, así, sin la pieza angular del proyecto. El eje sobre el que giraba el juego del equipo. Ante una baja tan sensible, José Alberto se vio obligado a reestructurar el sistema. No parecía tarea fácil, pero la nave blanquiazul debía seguir su curso.

Ante la ausencia del ‘8’, otros futbolistas como Genaro, Ramón o Jozabed, que hasta entonces no habían contado con demasiado protagonismo, dieron un paso al frente para derribar las puertas de la titularidad y acompañar a un indiscutible Escassi que se consolidó como el ‘master and commander’ de la medular malaguista. El primer partido sin Luis Muñoz terminó con victoria: un solitario gol de Peybernes permitió al Málaga llevarse los tres puntos ante el Fuenlabrada en casa.

La magia de La Rosaleda: un arma de doble filo

Aquel triunfo no sólo consiguió demostrar la férrea capacidad resiliente de un equipo acostumbrado a convivir con las adversidades, sino que, más allá, terminó por evidenciar lo que muchos ya podían presagiar desde hace tiempo. El Málaga es un equipo en La Rosaleda y otro muy distinto lejos de su feudo. Tan solo basta con echar la vista atrás y comparar registros. La victoria ante el conjunto madrileño dejó el balance de partidos en casa en tres triunfos, un empate y una derrota; sumando un total de 10 puntos. Una realidad que contrastó en exceso con los pobres resultados obtenidos en condición de visitante: tres derrotas y un empate en cuatro encuentros disputados. Mismo equipo, diferentes realidades. Blanco o negro. Día o noche. Orden o caos. Entre un espectro de grises, el Málaga nunca encontró la regularidad suficiente para seguir creciendo. Porque cuando perdía, caía de forma rotunda, pero las victorias rara vez se certificaban mediante una superioridad aplastante. Parecía que un día, el efecto mágico de La Rosaleda podía desaparecer. Y así fue. Las rachas no perduran para siempre.

Llegaba la decimonovena jornada de competición. El Málaga, que hasta el momento se situaba como uno de los mejores locales de la categoría, recibía en su estadio a la SD Amorebieta, el peor visitante de Segunda División. Realidades opuestas que debían enlazar en un mismo resultado. Pero en el fútbol, un mundo exento de razonamientos lógicos, la sorpresa siempre aguarda a la vuelta de la esquina. Un doblete de Guruzeta concedió la victoria al equipo ‘zornotzarra’ y derribó sorpresivamente el hasta entonces inexpugnable feudo malaguista, en una tarde para olvidar de los blanquiazules. Desde aquella inesperada derrota, las cosas en Martiricos no marchan nada bien. El efecto de La Rosaleda se ha apagado por completo para dejar como estela una oscuridad que inquieta. Pero no solo eso. Los tropiezos se sucedieron unos tras otros y las sensaciones que transmitió el equipo en la recta final de la primera vuelta no invitó ni mucho menos a la esperanza. Inexplicable pero cierto. La gran fiabilidad demostrada en casa desapareció por completo para dar paso a un equipo frágil y vulnerable en cualquier contexto. En el partido contra el Leganés, los cánticos reclamando la destitución de José Alberto resonaron con fuerza. Es innegable pensar que sobre el técnico asturiano recae gran parte de la responsabilidad. Pero señalar culpables sería cometer un craso error ante un problema que trasciende más allá del plano individual. Las posibles explicaciones a esta turbulenta situación son mucho más amplias y diversas.

El descubrimiento indeseado de la ‘Juandependencia’

Comenzando por las lesiones, que castigaron severamente al Málaga durante la primera vuelta de la competición. Si ya antes hablamos de la baja capital de Luis Muñoz, también debemos mencionar otras ausencias importantes que lastraron en demasía a los andaluces: los problemas físicos de piezas importantes como Ramón o Jozabed en momentos puntuales, impidieron localizar el talento en la sala de máquinas durante buena parte de la temporada. Genaro cumplió al principio, formando una pareja muy sólida junto a Alberto Escassi en el doble pivote. Pero parecía insuficiente para un equipo que pedía a gritos la aparición de una figura que asumiera las tareas organizativas. Ese futbolista capaz de encontrar el camino de salida a un bosque espeso, cuando todo el mundo anda desorientado tratando de luchar contra una brújula que parece haber perdido el norte. Ese futbolista dotado de maestría, pero, sobre todo, talento e imaginación. La lesión de Juande también cayó como un jarro de agua fría en Martiricos. Precisamente, la ausencia del central cordobés coincidió con la debacle del equipo. ¿Casualidad o causalidad? Juzguen ustedes mismos. Juande no sólo es importante por cómo juega, sino por cómo hace jugar al resto. Uno de los que más ha notado la falta del ‘cinco’ ha sido su compañero en la zaga, Mathieu Peybernes, quien se ha visto obligado a formar pareja con un Lombán que ha decepcionado enormemente en la labor de sustituir a Juande. Aunque el rendimiento del central francés tampoco ha sido mucho mejor. Su rendimiento ha caído en picado desde la desaparición del mariscal cordobés de los terrenos de juegos, cometiendo errores impropios para un futbolista de esta categoría. El muro infranqueable que sostenía el crecimiento del equipo desde la línea defensiva se derrumbó hasta hacerse añicos.

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La adaptación sin Juande sobre el verde no ha sido nada sencilla. Y eso es algo que se ha notado en todas las escalas: antes, los laterales, Víctor Gómez y Javi Jiménez- largos e incisivos- podían proyectarse en ataque con frecuencia, ofreciendo una opción más en zona ofensiva desde la banda y sirviendo centros envenenados desde la esquina que, a la postre, terminaron por convertirse en una de las mejores bazas de los malaguistas. Pero, con la ausencia del andaluz, los laterales se veían obligados a replegar para ayudar en tareas defensivas con demasiada frecuencia, porque el hecho de asomar la cabeza al ataque dejaba sus espaldas completamente descubiertas. El Málaga perdió así una de sus mayores fortalezas. Esta situación no ha pasado desapercibida para nadie. La dirección deportiva se encuentra rastreando el mercado en busca de posibles incorporaciones, donde un mediocampista creativo y un central aparecen como posiciones a reforzar de máxima urgencia. Porque la ausencia de Luis Muñoz se ha notado en exceso, pero si hay algo para lo que ha servido esta primera vuelta de competición, es para descubrir que en este equipo la “Juandependencia” no es ningún tipo de teoría conspirativa. Es la cruda realidad.

La misión de José Alberto

Con la llegada de un nuevo año y, con ello, el comienzo de la segunda vuelta, José Alberto debe estar pensando en cómo puede darle un vuelco a la situación actual. Porque las sensaciones transmitidas no responden a un pesimismo profundo, pero es innegable que dista en exceso de las grandes dosis de esperanza y positividad que el malaguismo depositó en su equipo al principio de la temporada. Ahora, se presenta un reto que pretende llevar las capacidades del técnico asturiano hasta el límite. Los propósitos de año nuevo nunca son fáciles de cumplir. Pero, más que un reto, provocar un cambio de tendencia es una tarea casi de obligado cumplimiento si el Málaga CF desea hacer algo grande esta temporada. Potenciar las fortalezas y mitigar las debilidades. Recuperar a ese equipo que era prácticamente invencible cuando sentía el calor de su afición, y plasmar esa mentalidad ganadora en todos los rincones del país a pesar de que La Rosaleda se encuentre a muchos kilómetros de distancia. Creer y volver a creer. Aferrarse a una idea y creer en ella. Hacer de este Málaga CF un equipo valiente, donde la presión alta y la naturaleza ofensiva no sean factores dependientes del escenario que acoja cada contienda. Esa es la llave del éxito. Esa es la clave para tener un nuevo año teñido de blanquiazul.

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