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Vibra Segunda

·22 de septiembre de 2022

Málaga, a la deriva

Imagen del artículo:Málaga, a la deriva

La inestabilidad ha sido la tónica dominante en el seno del Málaga CF durante los últimos años. El malogrado intento de encadenar resultados satisfactorios sobre el campo nunca ha permitido aliviar las consecuencias incitadas por un auténtico terremoto institucional que continúa sacudiendo a todas las esferas de la institución. El recuerdo del equipo que una vez consiguió mirar directamente a los ojos de los colosos del fútbol español, ha tratado de reclamar un hueco en la memoria colectiva sin demasiado acierto. Y es que un sentimiento dominante de pesadumbre y desazón ha terminado por desterrar todo tipo de impronta positiva de las mentes de unos aficionados que solo pueden pensar en la aflicción causada por el presente y la incertidumbre que depara el futuro.


Atrapados en el tiempo

La temporada pasada el Málaga CF vivió una auténtica pesadilla que pareció nunca encontrar un despertar. La sucesión de entrenadores en el banquillo de La Rosaleda escenificó el derrumbamiento de una entidad que, a medida que pasaban las semanas, se acercaba peligrosamente a los puestos de descenso en la tabla clasificatoria. José Alberto López, Natxo González y Pablo Guede son los hombres que asumieron la siempre difícil tarea de reflotar a un combinado inmerso en una profunda situación de estancamiento. Tres nombres que pasarán al lado oscuro de la historia por tener la mala fortuna de coincidir con una debacle a todos los niveles, pese a que tuvieron la valentía suficiente como para hacer frente a lo imposible y colocarse a los mandos de un navío que perdió el rumbo hace mucho tiempo. La ilusión despertada por el desembarco del preparador argentino, mítico ex futbolista del club que siempre llevó los colores blanquiazules por bandera, aportó el arreón suficiente como para no pasar mayores aprietos y certificó la permanencia del Málaga CF en la categoría de plata una temporada más. La consecución del objetivo permitió a Pablo Guede recibir la confianza necesaria para reafirmar su posición como entrenador del equipo, aunque el paso del tiempo ha terminado por demostrar que la estabilidad que se pensaba haber encontrado con Guede, no ha sido más que una idea aparente, demasiado distante de la verdadera realidad. El inicio del presente ejercicio ha devuelto al Málaga a la casilla de salida.


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Muchas piezas se han movido. Varios meses han pasado. La llegada de una nueva temporada suele describir la introducción de un contexto completamente renovado, aunque nada ha cambiado en la Costa del Sol. El mal pie con el que el Málaga ha comenzado la nueva edición de La Liga Smartbank ha terminado por desposeer a Pablo Guede de su cargo como inquilino del banquillo en La Rosaleda. El técnico argentino se suma a una lista cada vez más ensanchada. José Alberto López, Natxo González, Juan Ramón López Muñiz, Gato Romero, Míchel e incluso Sergio Pellicer. Muchas temporadas han transcurrido durante los últimos años en los que el equipo blanquiazul ha cabalgado desde el desastre en la máxima categoría hasta la confirmación del hundimiento en Segunda División. Aunque hay algo que nunca cambió por más años que hayan pasado: el banquillo del Málaga CF no conoce la estabilidad desde tiempos de antaño. Es como si estuviese atrapado en el tiempo. Quizás es que el problema es mucho más amplio que una mera modificación en el banquillo o, por el contrario, podríamos estar ante un problema que trasciende a unas cotas más amplias que nos imposibilitan alcanzar el fondo de la cuestión.

Reconducir el rumbo

Los problemas en la parcela puramente deportiva, que se creían haber superado, han avivado con fuerza en la presente temporada: la colocación de cemento en la línea defensiva con nombres tan experimentados en la categoría como Unai Bustinza, Juanfran o Esteban Burgos, no han conseguido paliar la acentuada debilidad en la retaguardia que arrastró el equipo durante buena parte de la temporada pasada. La falta de colmillo en la zona ofensiva tampoco parece haber cambiado un ápice, pese a que Manolo Gaspar movió cielo, mar y tierra para hacerse con los servicios de dos de los delanteros más demoledores de la categoría: Fran Sol y Rubén Castro. La medular también ha sumado mucho talento con las incorporaciones de nombres como Álex Gallar o Fran Villalba que, a principios del mercado, figuraban en la agenda de cualquier director deportivo de la categoría encandilado por sus brillantes cualidades con el balón con los pies. Manolo Gaspar cumplió con creces una vez más en la ardua misión de construir un bloque competitivo acorde a una competición tan exigente como la Segunda División española, pero su actuación en los despachos no encontró el efecto deseado en el terreno de juego.

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Caótico. Anárquico. Errático. El Málaga ha deambulado por todos los campos de la categoría desde el comienzo de la presente temporada. Sin rigor táctico. Sin una línea a seguir claramente definida. Son muchas las causas capaces de explicar la discordancia mostrada hasta el momento por un proyecto abocado al desastre. Las intervenciones de Manolo Reina y la dependencia excesiva de resultados externos no parecen motivos suficientes para creer en el resurgimiento de un equipo que debe aspirar a algo más que la permanencia. La destitución de Pablo Guede no supone, de inicio, la eliminación inmediata de todos los problemas que rodean a la entidad, aunque bien es sabido que la cabeza del entrenador siempre es el primer sacrificio en el momento que algo no funciona bien en un equipo de fútbol. La contratación de Pepe Mel como nuevo entrenador del Málaga CF ha abierto un nuevo panorama dominado por las dudas. La nueva andadura del técnico madrileño terminará por cortar las dudas de raíz o, por el contrario, las encenderá más que nunca. Mel ilusiona a la afición, aunque la incertidumbre enturbia la visión hacia el optimismo. El tiempo terminará por dictaminar si se trata de un paso adelante hacia la resolución final. Las próximas semanas serán claves para definir el futuro del Málaga en Segunda División.

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