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La Galerna

·19 de abril de 2024

Lunin y la mandíbula caída del planeta

Imagen del artículo:Lunin y la mandíbula caída del planeta

Buenos días. Hasta tal punto se le ha caído la mandíbula al planeta contemplando la clasificación homérica del Real Madrid a semifinales de Champions que la mismísima prensa española, tan inclinada siempre a escatimar elogios a los blancos, tan deseosa siempre de ponderar lo negativo a despecho de triunfos y heroicidades, no tiene más remedio que relajar los músculos maxilofaciales y permitir a su propia mandíbula sucumbir a la ley de la gravedad.

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As habla del pánico que suscita el Madrid. La palabra pánico está bien, pero habría que inventar otra que recoja la amalgama de miedo, admiración, asombro y curiosidad casi científica que despierta desde siempre la entidad de Concha Espina. Habría que inventarla para poder usarla ahora, cuando todos esos sentimientos están a flor de piel a resultas de la hazaña del Etihad.


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Miedo, admiración, asombro y curiosidad que fuera de España quedan aderezados por un ingrediente de respeto del que el Madrid no disfruta en España, y del que no disfrutará nunca. Una cosa es no ser profeta en tu tierra, como reza el dicho, y otra que el profeta sea sistemáticamente zarandeado y despreciado dentro del país al que pertenece y al que tantas glorias (glorias no agradecidas por dicho país) ha dado una y otra vez.

"Es un club inmortal", cuenta en portada As que ha dicho alguien. Lo es porque proyecta la sensación de continuidad en la honra al mito, estén los jugadores que estén. O sea, que sí. Que es inmortal.

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Marca focaliza en Lunin la resaca de la epopeya del Etihad, y nos parece razonable. No sólo aguantó como un palo el intento de panenka de Bernardo Silva (vimos a Kepa, víctima en el Chelsea de la añagaza, advirtiéndole de ello) y se estiró como un titán en el penalti de Kovacic, sino que tuvo múltiples intervenciones felices durante los 120 minutos anteriores, desesperando a estrellas del fútbol mundial como De Bruyne o Grealish. Su partido fue sencillamente antológico, en el mejor escenario posible y a una altura de máximo voltaje en la competición. Se consagró, sencillamente, como recalcó su compañero Valverde tras el choque, como un portero para el Real Madrid. Poca gente vale para desempeñarse en ese cargo. Lunin vale, y las circunstancias personales que le rodean acrecientan la magnitud del mito.

"Se ha ganado una renovación que aún no ha firmado", apostilla Marca, y no podemos estar más de acuerdo con ambas cosas. Lunin es un éxito más de la implacable política de scouting del club blanco. Vino con 18 años cuando nadie sabía quién era, y se ha consagrado como un grande en el Madrid. Ha seguido en ese sentido el mismo camino que Vinícius, Rodrygo, Camavinga, Valverde, Brahim y tantos otros. Es hijo de la estrategia más exitosa que ha conocido el fútbol de elite de este siglo, la aplicada por el Real Madrid, diseñada e implementada por personas con nombres propios, como Florentino Pérez, José Ángel Sánchez y Juni Calafat. Confiamos en los hacedores de esta estrategia de éxito para lograr que Andriy siga con nosotros muchos años, pese a los cantos de sirena que a la fuerza le llegarán a través de su nuevo y muy conocido representante.

En la prensa cataculé cunde la consternación. El vestuario azulgrana es un nido de avispas por culpa de las declaraciones de Gündogan contra Araujo y la respuesta del mismo. "Yo tengo códigos", replica Araujo, como diciendo "Y tú no, Ílkay". Están a la gresca, pero la causa última no son unas declaraciones aquí o allá. La causa última es el completo descalzaperros en que está sumida esa institución. Si hubieran pedido perdón por haberse comprado el fútbol durante veinte años mínimo, y si hubiesen purgado su culpa en Segunda División como debería haber pasado, tal vez sentiríamos ahora un apunte de solidaridad con el viejo adversario, y brindaríamos por una pronta vuelta a la grandeza, a la salud de los buenos tiempos.

No siendo el caso, que se fastidien. Y a intentar ahondar en la herida en el mal llamado clásico del domingo.

Pasad un buen día.

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