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REVISTA PANENKA

·1 de febrero de 2023

Los trenes perdidos de Luis Aragonés

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“Pienso que este tercer tren será el último, porque no creo que haya una oportunidad de un cuarto. No lo puedo perder. […] Lo pienso y no lo oculto. Voy a luchar con todas mis fuerzas, e insisto que a muerte, por entrenar al Madrid”. Así se sinceraba Luis Aragonés en plenas negociaciones entre Ramón Mendoza y Julio Pardo, presidentes del Real Madrid y del RCD Espanyol, durante el intento de fichaje del técnico madrileño por el equipo blanco a finales de noviembre de 1990. Es posible que estas palabras resulten sorprendentes para las nuevas generaciones de hinchas rojiblancos, que no saben o no recuerdan que los orígenes profesionales de Luis tuvieron lugar en el eterno rival. No solo eso. Varias veces se cruzó el tren madridista en su camino, aunque cuando este partió, el de Hortaleza siempre se quedó en el anden.

Luis Aragonés nació en plena guerra civil, en el pequeño municipio de Hortaleza, cuando este aún era independiente de Madrid. Como tantos chavales en aquellos años, la pelota y la calle fueron su escuela deportiva. El Pinar, un equipo del municipio, fue su escaparte. De ahí lo sacó el Getafe para ficharlo en 1957. Allí jugaría en tercera división aunque aún como amateur. La temporada fue buena, quedando campeones de su grupo, aunque cayendo eliminados ante el Almería en la promoción de ascenso a Segunda. Pero esto no pasó desapercibido para la red de ojeadores del Real Madrid, liderada por Miguel Malbo, el responsable de la sección de fútbol y padre de la prolífica cantera madridista. Este leyó los informes, le vio en directo y comprendió que había un gran jugador en ciernes en aquel delantero delgado y espigado. A comienzos de mayo de 1958, mientras el primer equipo estaba en Argelia jugando un amistoso, el Madrid montó otro encuentro entre semana, en el mismo Santiago Bernabéu, para que el conjunto amateur madridista se enfrentase al Baracaldo. A los blancos se les sumaron nuevos fichajes, como el defensa Egusquiza, o chavales a prueba, como Luis, que solo jugaría la segunda parte, y, según las crónicas, donde aparece únicamente con su primer apellido, con poca suerte. Sin embargo una semana después se concretó su fichaje por el Real Madrid. Malbo apostó por él. Veía que el jugador tenia ‘algo’ y fe en sus posibilidades. Dado que el club no tenia un equipo filial, como se estila hoy en día, decidió cederle para foguearse. Primero se fue al Recreativo de Huelva, donde debutó como profesional ya con un sueldo en condiciones. Estaría tan solo un año, y además de la experiencia, conocería a la que sería su futura mujer. En el Madrid los puestos están muy cotizados y el club blanco, a su retorno, le volvería a ceder para la temporada 59-60, esta vez al Hércules de Alicante. Apenas iniciada la temporada, un equipo de titulares y suplentes del Madrid viajó a la ciudad alicantina para un amistoso. En ese duelo, el de Hortaleza se tomó una pequeña venganza, marcando un doblete en el empate final a 3.


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La estancia en Alicante será fructífera. El club asciende a segunda división y el jugador, a quien por entonces se llama Luisito, marca cerca de una veintena de goles, lo que hace acelerar su vuelta a la capital. Esta vez los técnicos deciden tenerlo cerca y lo ceden al Plus Ultra, el equipo de fútbol de la homónima empresa de seguros. Antes Miguel Muñoz y Moleiro, primer y segundo entrenador madridistas, deciden verle en acción. En vísperas de comenzar el campeonato liguero 60-61 en septiembre, el Madrid manda un equipo de suplentes a Salamanca, para enfrentarse ante el conjunto local en el encuentro de presentación de los ‘charros’ ante su hinchada. Junto a los Casado, Ruiz, Santisteban, Mateos y Rial, viajan varios jugadores del Plus Ultra, entre ellos Luisito. En el viejo estadio de El Calvario, el de Hortaleza se pone la camiseta del primer equipo, jugando de titular, y marcando el primer gol en la victoria por 1-3. De vuelta a Madrid, su estreno con el conjunto asegurador, que en realidad no era filial madridista sino un equipo que tenia firmado un acuerdo preferencial con la entidad blanca, llegará en la tercera jornada. El Luisito delantero se destapará y en apenas ocho partidos marcará 11 goles en su estreno en la categoría de plata. Sus actuaciones no pasan desapercibidas; otros clubes piden su préstamo. Sin llegar al invierno es cedido al Real Oviedo, entrenado por el exmadridista Barinaga, quien se lo lleva para reforzar la delantera en un intento del equipo asturiano por mantenerse en Primera. El objetivo se cumplirá, aunque en el último suspiro, derrotando en la promoción al Celta de Vigo, con el delantero madrileño marcando uno de los goles. Luisito ya se había convertido en Luis.

Con el final de la temporada regresaría al Real Madrid. Pero, cuando parecía que tendría su oportunidad con el primer equipo para la temporada 61-62, todo se torció. A José Samitier, secretario técnico blanco, no le convencía mucho el delantero. Veía que tenia arietes de sobra en la plantilla pero pocos defensas. Por aquel entonces el zaguero bético Isidro estaba en rebeldía. Casado con Carmen Flores, hermana de Lola Flores, había dejado tirado al Real Betis en la temporada anterior, para irse a vivir a Madrid y convertirse en el agente de su cuñada. En la capital, con el paso de los meses, Isidro se puso en contacto con Del Sol, antiguo compañero suyo en el Betis y ahora en el Madrid, y vio la posibilidad de fichar por el club blanco. Isidro no podía jugar hasta que el Betis le traspasase, por lo cual el conjunto verdiblanco se percató que tenía la posibilidad de quitarse un problema de encima. A finales de mayo de 1961, Antonio Calderón, gerente madridista, viaja a Sevilla para reunirse con Benito Villamarín, presidente verdiblanco. Ambos llegan a un acuerdo para que Isidro pase al Real Madrid y por su parte Luis se vaya al Real Betis, aunque esta vez ya no cedido, sino traspasado. Luis esperaba tener su oportunidad en el club blanco y aquello le molestó. Sin embargo, el irse a Sevilla hacía que estuviera mucho mas cerca de Huelva, donde seguía viviendo su novia. El resto es historia. Tras un trienio triunfal en el conjunto sevillano, el Atlético de Madrid puso su foco en el jugador. El Madrid tuvo opción de repescarle, peor el Betis pedía demasiado dinero, según el club blanco. Los rojiblancos apostaron más y junto a Colo y Martínez, Luis tomó rumbo al equipo rojiblanco, para debutar en el torneo de Copa de 1964. Allí acabaría convirtiéndose en un símbolo de la entidad, para años después acostarse una noche como jugador y levantarse como entrenador rojiblanco.

Tras su éxito en el Atleti pronto se volvieron las miradas a Chamartín. El aficionado se preguntaba cómo había sido posible que el Madrid dejara escapar a Luis. Este pensó durante muchos años que Antonio Calderón fue la persona que promovió su salida. Con el paso del tiempo, ambos hablaron y Calderón le indicó que, mas allá de ser el ejecutor de las decisiones del club, no fue suya la idea de permitir su marcha, sino de Samitier. En cuanto al papel que tuvo Bernabéu en el caso hay versiones contradictorias. Por un lado, varias fuentes indican que se muestra interesado en el jugador. Primero porque le ve jugar en el Hércules, dado que Bernabéu pasaba mucho tiempo en Santa Pola y se acercaba algunas veces al viejo estadio alicantino de La Viña. Y también cuando este juega en el Plus Ultra. Se menciona que el presidente madridista pregunta por el jugador y le señala como un futbolista con porvenir, pero resaltando que le hacía falta comer más filetes, dado lo delgado que era. Puede que Luis fuera vendido al Betis sin su conocimiento, pero cuesta creer que esto se hiciera así. Mas plausible es la versión que Martín Semprún indicó en su libro de conversaciones con el mandatario madridista. En él, se cuenta una anécdota en la cual Bernabéu “pinchaba” a Calderón acerca de la salida de Luis, hasta que el gerente se cabreaba y explotaba. Bernabéu le echaba las culpas y este le recordaba que era al presidente a quien no le gustaba el juego y los andares de Luis sobre el campo. Sin embargo Bernabéu decía que para eso estaba el gerente, para darse cuenta de los errores del presidente y hacérselos ver. Fuera de una forma o de otra, por esa decisión la vida de Luis acabó unida al Atleti, en una primera etapa, durante cerca de 15 años.

Los orígenes profesionales de Luis tuvieron lugar en el eterno rival. No solo eso. Varias veces se cruzó el tren madridista en su camino, aunque cuando este partió, el de Hortaleza siempre se quedó en el anden

Para el segundo tren hubo que esperar bastante tiempo. Tras la muerte de Bernabéu en junio de 1978, llegaría Luis de Carlos a la presidencia blanca. Este era un hombre tranquilo, espejo de otros tiempos que chocaban con los cambios en el futbol. En febrero de 1985, decide adelantar el fin de su segundo mandato y dejar vía libre a Ramón Mendoza, con el que había competido en las elecciones de 1982, quien en mayo llega al poder sin pasar por las urnas. Nadie más pudo conseguir las firmas que le avalaran para que hubiera elecciones. Mendoza llegó dispuesto a dar aire fresco al club. Si para el césped fichó a parte de lo mejor que había en el campeonato nacional (Gordillo, Maceda y Hugo Sánchez), para el banquillo pensó en otro cambio radical. El Madrid, tras la destitución de Boskov en 1981, solo había tenido en el banquillo antiguos jugadores del club. Primero el talismán Molowny, después Alfredo Di Stéfano y finalmente Amancio. Tras la salida de este por el escándalo en Milan, retornó Molowny con su habitual estilo de “salgan y jueguen”. A Mendoza no le desencantaba el canario, pero este no quería seguir en primera linea. Prefería volver a la Ciudad Deportiva, a “la Fábrica”, que decía Di Stéfano. Mendoza tienta a Luis. Un gran contrato, un equipo nuevo y grandes objetivos. Luis se lo piensa y Vicente Calderón, presidente rojiblanco, le presiona. Los dos presidentes estaban negociando al mismo tiempo el pase del mexicano Hugo Sánchez. Esto a la parroquia rojiblanca le sienta como un tiro, pero el veterano presidente hace saber a los aficionados que o lo vende o al año siguiente se marcha gratis. El mexicano cambia de acera, pero Luis no se atreve. Calderón y él siempre habían tenido una relación especial, algunas renovaciones o firmas se hacían tiempo después de un simple apretón de manos, y el mandatario rojiblanco apela a los sentimientos personales y de club. El entrenador acepta y Mendoza tiene que convencer a Molowny para que este continúe.

Pasaron cinco años gloriosos para Mendoza y el Real Madrid, al menos en el plano nacional, ya que la Copa de Europa se resistía. El sexto año del presidente blanco comienza mal. A mediados de noviembre de 1990 el Real Madrid perdía en Mestalla por 2-1 y se quedaba a cinco puntos del liderato. Mendoza no aguanta más y cesa al galés JB Toshack. El mal ambiente ya llevaba tiempo instalado en el vestuario de la calle de Concha Espina y el club opta por prescindir del técnico. De primeras, se usó el comodín de Alfredo Di Stéfano como recambio para el banquillo, pero Mendoza tenía otra idea: la llegada de Luis. Ramón Martínez, secretario técnico madridista, empezó a mover la operación. El de Hortaleza se encontraba en esos momentos entrenando al Espanyol, quien no quería traspasarlo a mitad de la temporada y puso toda clase de trabas. El Madrid llegó a ofrecer de todo: jugar gratis el Trofeo Ciudad de Barcelona, pagar un pequeño traspaso, abonar el coste del sustituto de Luis para el banquillo españolista, ofrecer cedidos a jugadores de la plantilla blanca… Pero Pardo no pretendía dejarle salir salvo que la oferta económica del Madrid fuera irrechazable. Se habló de 300-400 millones de pesetas, algo descabellado por un entrenador. El club blanco ni podía ni quería tirar la casa por la ventana. Luis veía que esta era la oportunidad de su vida para lograr algo que se le había resistido tanto como jugador, aquella doble final en Bruselas con el Atleti, y como entrenador: la Copa de Europa. El Madrid estaba ya clasificado para los cuartos del gran torneo continental y esto era un gran acicate para él. El técnico insistió y presionó a Pardo, pero este se mostró inamovible. Finalmente, Mendoza desistió y dejó en el cargo al tándem Di Stéfano-Camacho. La ilusión de luchar por aquel título, y el de ser el primer entrenador en sentarte en el banquillo de los tres grandes del futbol español (Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid), se truncó. El tercer tren marchó y Luis no se pudo subir a el. Nunca llegaría un cuarto.



Fotografía de Getty Images.

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