
La Galerna
·31 de julio de 2025
Los dorsales en el Madrid son otra cosa

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·31 de julio de 2025
Hola a todos, amigos. El verano y sus sofocos producen estragos en la creatividad y en la disciplina exigible al portanalista, de ahí que nos hayamos retrasado en nuestras labores cotidianas. Tampoco ayuda el páramo yermo de las portadas en sí, francamente, de manera que estas ejercen sobre el que ha de hincarles el diente una dentera similar a la que produce un tetrabrik de leche abierto a las inclemencias del bochorno madrileño tras haber sido abandonado a su suerte fuera del refrigerador durante los 17 años de Lamine Yamal, que es la mejor medida de la eternidad que nos ofrece este mundo cruel.
Pero en fin. De sobra sabemos que no os incumben las cuitas de los humildes profesionales del portanalismo, y que anheláis vuestra dosis diaria de carnaza. Sois insaciables, aunque no es fácil que seáis mala gente en atención a la fe que nos congrega en este santo portal.
A estas horas ya os habréis enterado de que Mbappé lucirá el dorsal 10 la temporada que principia casi ya, que está recontrafeliz con esta transición desde el 9 y que tanto el Sr. Paquito como Fantantonio se pronunciaron en La Galerna sobre este particular. Marketinianamente hablando, no cabe duda de que hablamos de un movimiento resultón, y nos alegramos de ello pues no es el marketing variable menor en la matriz de ingresos de nuestro club (ni en la del propia futbolista).
Nos consta que Kylian está feliz heredando el dorsal que honró como pocos Luka Modric durante su larga estadía en nuestras filas. El 10 es número de indudables connotaciones de excelencia en el mundo del balompié, si bien no tanto en el propio Real Madrid, donde ha sido en general escogido por futbolistas estimables pero efímeros (James, Sneijder), peones menos estimables y no tan efímeros como hubiéramos deseado (Lass Diarra), estrellas de brillo limitado en nuestro club (Laudrup, Figo) y buenos futbolistas sin la vitola de estrellas (Manolo Velázquez, Ricardo Gallego…). Tan solo el propio Modric y, hace siglos, Ferenc Puskás brindaron al número 10 la asociación con la excelencia que suele acompañarle, y lo hicieron de manera duradera. El culto futbolero en el Madrid ha recaído más bien sobre el 9 y sobre todo sobre el 7, número lucido casi exclusivamente por genios, desde Amancio y Juanito al mismísimo Cristiano, pasando por otros eximios delanteros como Butragueño o Raúl, y ahora Vinícius.
En el equipo blanco, en todo caso, los dorsales son otra cosa. Funcionan con reglas propias, ajenas a las que rigen los simbolismos comúnmente extendidos en el balompié, demostrando una vez más que el Madrid no forma parte del fútbol en mayor medida en la que el fútbol forma parte del Madrid, si es que se nos entiende, que suponemos que no.
En parte (intuimos) porque es el número que ha escogido desde siempre, incluida la Selección Francesa, Mbappé ha decidido renunciar al 9 del delantero Benzema para abrazar el 10 del cerebro Modric, siendo Mbappé más un delantero que un cerebro. ¿Raro? Sí, pero es lo que él quiere, y además tampoco fue nunca un 9 al uso.
Por otro lado, el propio Benzema lució toda la vida el 9 del killer sin ser un killer propiamente dicho, y habiéndole correspondido más bien el 7 que sin embargo se quedó Cristiano, tras renunciar también a un 9 que le pegaba más que el 7 que a él le gustaba de verdad, pese a ser Cristiano la quintaesencia del rematador que suele lucir el propio 9. Un lío, la verdad, un embrollo fascinante que demuestra la anomalía grandiosa de casi todo cuanto rodea al club de Concha Espina, números incluidos.
En realidad, para encontrar en la historia contemporánea del Madrid un 9 que fuera de verdad un 9 a lo mejor hay que remontarse a gente tan por lo demás magnífica como Santillana o Zamorano, pues ya el propio Suker inauguró el camino de 9s que no eran propiamente 9s. Apareció entonces Morientes para recuperar la pureza del dorsal, digamos, o su acomodo a lo que tradicionalmente se entiende por un 9, labor que Morientes ejerció de manera estimable tanto (primero) a favor como (después) en contra del propio Madrid, demostrando que hay gente tan fiel a la pureza de los dorsales como a una profesionalidad que el aficionado entiende pero no ama.
Luego llegó Ronaldo Nazário, que al principio se quedó con el 11 (sin ser un 11) para no importunar a Morientes, que ya había ganado un par de Champions blancas con el 9. Cuando el cacereño se fue al Mónaco, Ronaldo hizo lo que con el tiempo harían Cristiano y ahora Mbappé, es decir, deshacerse del dorsal de su temporada de debut para hacerse con el de su gusto personal. Tampoco era el bendito Gordito un 9 en el sentido proverbial del guarismo, sobre todo comparado con Morientes, pero es que Nazário no se acomodaba a ninguna convención. Es lo que tienen los extraterrestres.
De manera que el 9 que en el Madrid pocas veces han lucido 9s puros (ni siquiera Di Stéfan lo era) ha sido dejado a un lado por Mbappé por ser el número del 9 puro (paradoja al canto), y ha preferido en cambio hacerse con un número (el 10) que no es históricamente el número del máximo goleador del equipo, cosa que Kylian ES.
La cosa se complica, como veis, cada vez más, y abunda en ese entramado de fascinantes subtramas e intrahistorias literarias que jalonan el camino de excelencia del Real Madrid C. de F.
Os dejamos reflexionando sobre estos pormenores anómalos y dulces, si bien no podemos hacerlo sin antes endosaros el resto de primeras planas del día. Querréis verlas. Sois así.
Que sea propicio el resto de la jornada.
TODAS