En un momento dado
·30 de diciembre de 2023
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·30 de diciembre de 2023
Pocas posiciones han experimentado más claramente en sus carnes los cambios y caminos que ha seguido el fútbol durante las últimas dos décadas. Sirve con comparar a quienes fueron referencia a comienzos de siglo, con los perfiles que mayoritariamente hoy marcan la pauta. Aquel era el tiempo de Nesta, Cannavaro, Maldini, Thuram, Stam, Desailly, Ayala o Fernando Hierro, zagueros que en su mayoría pasaron por el fútbol italiano y cuyo impacto fundamental se localizaba defendiendo en el interior de su propia área. El primer cambio fue un nuevo requisito: sacar limpio el balón jugado desde atrás. Lo que durante años había sido un añadido más o menos valorado según el criterio de cada entrenador o el particular contexto futbolístico de algunos equipos, pasó a ser una condición indispensable para pertenecer al primer nivel. Un central sin capacidad de otorgar ventajas desde el primer pase era un central incompleto. El impacto de la revolución de Pep Guardiola había traído consigo una nueva manera de jugar, de mirar y de entender el fútbol y a sus protagonistas, a quienes ahora se los necesitaba realizando funciones distintas. En un fútbol pensado para instalarse en campo rival conquistando la espalda de cada línea a través del pase y la superioridad numérica, todos los integrantes del equipo debían poder contribuir al plan con el balón en los pies, incluyendo, por su puesto, tanto a los guardametas como a los centrales.
El segundo cambio vino con la presión, y con la transformación en causa de lo que hasta entonces sólo había sido una consecuencia. Los centrales ya no defenderían arriba como consecuencia de la altura a la que se instalaba el equipo, sino para propiciar que esto ocurriera. En muchos casos, los equipos ya no presionaban porque jugaban arriba, sino que jugaban arriba porque presionaban. “No hay mejor mediapunta que una recuperación cerca del área rival” afirmaría Jurgen Klopp, abanderado de un Gegenpressing que combatía la tendencia de iniciar el juego tocando en corto con una red de presiones y contrapresiones empujada desde atrás. No por nada, su pupilo más emblemático y el que acercó definitivamente a su Liverpool a los títulos tanto en Premier como en la Champions League, Van Dijk, ha sido un central llegado del futuro que permitía a sus compañeros volcarse en la presión sin preocuparse de lo que quedaba a su espalda. Virgil era agresivo en la anticipación, imbatible cuando el adversario trataba de respirar a través del juego directo y rápido para corregir corriendo hacia atrás contra delanteros cada vez más veloces nacidos para castigar los espacios que este nuevo tipo de defensas dejaban tras de si. Este es hoy el marco general con el que conviven los centrales: defensas adelantadas, responsabilidad con el balón en los pies y amenazas cada vez más peligrosas atacando sus espaldas. Un marco de tanta exigencia como exposición en el que no es fácil sobresalir.
Por eso llama la atención que en la liga francesa Leny Yoro lo esté consiguiendo con dieciocho años recién cumplidos. Su equipo no es una excepción a la norma esbozada anteriormente; el Lille que dirige el portugués Paulo Fonseca es un conjunto marcado por la voluntad de defender muy arriba, apretando la construcción del juego rival desde los primero pases y situando en fase de contención a muchos jugadores en campo rival en pos de lograr tal objetivo. A la espalda de los zagueros, un latifundio administrado por un guardameta valiente como Chevalier y una pareja de centrales (normalmente apoyada por el lateral derecho) en la que Yoro destaca especialmente. Se trata de un central diestro, como se apunta, jovencísimo, pero con una personalidad impropia gestionando una posición y unos encargos de tanta responsabilidad. Si bien es un futbolista insólitamente tranquilo en control de la pelota, de los que hace bueno aquello de que no es lo mismo estar presionado que sentirse presionado, su impacto con balón es todavía moderado. Muestra visión de juego y capacidad técnica para el golpeo, pero una iniciativa ofensiva inferior a la que exhibe en el resto de su juego. A pesar de ocupar el centro de la salida de tres del Lille, no es demasiado habitual verle aprovechar la cobertura de dos compañeros para arrancar en conducción en pos de atraer contrarios y liberar compañeros, y su rutina de pases suele buscar más los espacios a la espalda de la zaga rival que envíos a ras de suelo con los que cortar líneas.
El mayor impacto ofensivo de Yoro, así pues, no tiene tanto que ver con lo que hace con el esférico, sino con su comportamiento sin él, especialmente en lo que se refiere a su capacidad para permitir a su equipo convertir la presión adelantada en una de sus principales armas de ataque. El Lille está tranquilo arriesgando a la hora de presionar sabiendo que Yoro es quien protege su espalda. Y es que la autoridad que demuestra el central galo empujando las líneas del equipo hacia arriba y desarbolando los intentos de escapada del rival es abrumadora. A nivel atlético, se trata de un zaguero sin apenas contraindicaciones. Es alto (1,90m) para atacar frontalmente el juego directo del adversario o descolgar centros desde los costados, fuerte en el cuerpo a cuerpo (gana el 67% de los duelos que disputa) y de piernas largas para llegar antes a la anticipación o al corte, pero al mismo tiempo resulta un corrector ágil, veloz y elástico asistiendo en las bandas o corriendo hacia atrás. Un marcador capaz de asumir el reto de secar a Kylian Mbappé con la línea defensiva lejos del área, gracias a la combinación entre el aval que le otorga su físico y la madurez con la que interpreta la posición de central. Mientras, a su edad, otros se familiarizan con la élite defendiendo la banda, en zonas menos definitivas y crueles con el error, Yoro sobresale por su capacidad de concentración durante los partidos, su atención a las vigilancias defensivas, su lectura de la situación y los espacios, y su habilidad a la hora de medir cuándo ir al suelo y cuándo mantenerse en pie. Defender siendo central en 2024 no es una tarea sencilla, aunque este adolescente se haya propuesto que lo parezca.
– Foto: Sameer Al-DOUMY / AFP) (Photo by SAMEER AL-DOUMY/AFP via Getty Images