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·1 de enero de 2022

Las Palmas, ambición y obstáculos

Imagen del artículo:Las Palmas, ambición y obstáculos

Jonathan Viera. Esta historia no se entiende sin que vaya por delante el nombre del mago que volvió a la isla. Con él, tan sólo con su presencia, todo el ecosistema amarillo mejora. El factor psicológico, el mental, tan repetidamente ensalzado, deja de ser una rémora para transformarse en potencia. De la resignación a la exigencia. Hasta ese punto llega el efecto Viera.


Con el capitán, la UD Las Palmas recupera el alma. Lo hizo cada vez que su regreso se fraguó. El propio Pepe Mel lo sabe, con un factor tan diferencial es imposible renunciar a la ambición. Porque aunque hayamos comenzado por el aspecto intangible, no lo desmerece el tangible. Jonathan Viera es a la Segunda División como podría ser Mbappé a La Liga Santander. Un reclamo insuperable por talento, por calidad, por nivel pero también por carisma. Cuesta no pensar en el mago como el mejor futbolista de la categoría de plata.


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El efecto Viera, indiscutible

El caso es que el conjunto canario pasó en escasos días de pensar en su regreso para Enero a gozar de su presencia adelantada. Todo cambió. Contagiada la magia, el polvo de hada se espolvoreó por todos los rincones de la isla. Pepe Mel era consciente de ello, pero su plantilla también. Y así, la UD Las Palmas se instaló paulatinamente en las posiciones de privilegio. Era el momento de la autoexigencia, de la ambición. “Este puede ser el año, debe serlo, ¿por qué no?”

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La irrupción de Alberto Moleiro, el paso al frente de Jesé Rodríguez, el derroche de Sergio Ruiz, la nueva explosión de Pejiño, la puesta en escena de Ferigra… Prácticamente todo eran buenas noticias para un equipo al que se unía Viera para terminar de llevarlo cerca de la cima de la clasificación. Las expectativas, visto el nivel exhibido en juego y en consistencia, eran justificadamente elevadas.

Piedras en el camino, obstáculos de fe

Y sin embargo, una vez más, los problemas se han ido convirtiendo en obstáculos. De tal calibre que podrían ser tratados de pruebas de fe. La lesión de Sergio Ruiz, sus problemas extradeportivos, la lesión de Pejiño, agravada por una serie de bajas por lesión que llegaban en el mejor momento de cada uno de los futbolistas afectados: Mfulu o Peñaranda son pruebas irrefutables de ello. El propio Jonathan Viera, pese a que terminó acortando plazos, se ausentaba de forma simultánea a los anteriormente expuestos.

Todas ellas, sufridas además en un momento dulce de la temporada, terminaron frenando un impulso que hacía del conjunto canario no solo un aspirante inequívoco al playoff, sino uno que podría incluso incordiar y luchar por alcanzar el ascenso por la vía directa. Pese a todo, el equipo de Mel siguió compitiendo, con mayor irregularidad, pero sin perder la cara a la competición en ningún momento.

Al ecuador, con el vaso medio lleno

A estas alturas de la película, cabría decantarse por el optimismo o por el pesimismo, ya que la balanza se encuentra posiblemente más que nivelada en el sentido de las expectativas. Sergio Ruiz no volverá, aunque se busca sustituto que pueda llenar un vacío que causa un daño prácticamente irreparable. Hernani ya ha llegado para ofrecer una alternativa más en la zona en la que se debe definir en área contraria. Con Mfulu a punto de volver, Pejiño recuperado para la causa, el crecimiento individual de Moleiro y el colectivo del grupo, sería prácticamente un delito que el factor psicológico pudiera ser el que impidiese a este equipo soñar.

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Con talento de sobra, con líderes sobrados de experiencia y calidad dentro del vestuario, la fuerza del grupo y un técnico curtido en mil batallas, ambicioso como pocos y adherido al estilo de juego que casa con las cualidades de sus futbolistas, a la UD Las Palmas tan sólo le puede desplazar del camino su propia exigencia. O su propia desidia. Todas las herramientas están sobre la mesa para terminar encontrando, en pocos meses, a un equipo que luche el ascenso en el final de temporada.

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