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Onefootball·28 de abril de 2020

Las estrellas que revolucionaron Chile en los 90s - por Barrio Bravo

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En los noventa casi llega Ronaldo. Sí, Ronaldo, el de las paletas separadas, el brasileño, el fenómeno. O sea, eso se dice, así lo afirma mucha gente, muchos periodistas, incluso directivos involucrados, pero vaya a saber uno cuánto hay verdad y cuánto hay de mito.

Sin embargo, la historia de Ronaldo en Colo Colo al parecer tiene la verdad suficiente como para que sepamos de números: 2,5 millones de dólares, además de la ficha del juvenil Manuel Neira, fue la cifra con la que Cruzeiro cotizó al Ronaldo de 17 años. A dos palitroques y medio estuvo el fenómeno de jugar en el Monumental, de salir a correr a El Salvador o de conocer al mítico chancho Lorenzo. ¡A dos y medio! Colo Colo, sin embargo, no se mostró disponible para desembolsar esa cantidad de dinero. Una millonada para la época.


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Dale, no llegó el fenómeno, pero se habló, hubo un algo, un coqueteo a punta de reojo, un qué se yo. Eso es mucho más de lo que hoy podríamos imaginar. No, hoy ya no da ni para un palabreo fuera de tono por alguna promesa de ese calibre. Claro, en Europa todavía había cuota de extranjeros, pero cuando se eliminó eso cambió el mundo, y de paso las posibilidades del fútbol chileno de atraer a figuras continentales.

Sí, es verdad, no llegó Ronaldo, y quizás cuántos otros no arribaron por mal ojo o mano de guagua, pero otros sí llegaron, y no fueron pocos. Ahora bien, tampoco vamos a alimentar la leyenda de que antes no hubo paquetes, chamuyeros y proyectos que no dieron, obvio, toda la vida, no obstante, alguno con chapa llegaba, y más de alguno también.

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En el mismo Colo Colo tuvieron al Diablo Etcheverry, uno de los jugadores más talentosos que ha dado la historia del fútbol boliviano, o así como si nada aparecía el Tanque Hurtado, el nueve de Ecuador. Ninguno de los dos triunfó de manera individual en el albo, pero son menciones al paso que ayudan a comprender lo inmerso que estaba el torneo nacional en el barrio sudamericano. En la misma línea anterior, imposible olvidar a Claudio Arbiza, portero de la selección uruguaya que en Chile se sentaba en la banca para esperar su turno por el Rambo, o a Claudio Borghi, un diez de antes, con aroma de potrero, que arribó después de haber sido campeón del mundo con Argentinos Jr y con Argentina. El Bichi fue otro crack que desplegó su talento en el país, primero en Colo Colo, luego también en O’Higgins, Audax Italiano y Santiago Wanderers, donde se retiró. Otro que llegó con cartel, aunque en este caso dejó huella de ídolo fue el Cabezón Espina. El Cabezón la rompió y se puso la jineta de inmediato. Venía de ser titular y capitán con la primera albiceleste de Pasarella, además de figura de la poderosa liga trasandina de esos años. Espina fue inmenso, como también el brasileño Emerson Pereira, aunque más joven y con menos pantalla que Espina, pero procedía del Sao Paulo, de ese Sao Paulo inmortal de Telé Santana.

En Universidad de Chile no se quedaban atrás, al contrario. El club, luego de más de dos décadas perdidas, cimentó su reconstrucción en la experiencia de un zaguero de la talla de Rogelio Delgado, mundialista y campeón de América con Paraguay, así como multicampeón con Olimpia y de previo paso en Independiente de Avellaneda. El mismo año que llegó Delgado, apareció Vargas, el Superman, portero argentino que venía de ser el mejor en su puesto de la liga ecuatoriana e hizo lo propio en el fútbol chileno durante una década. Cuando Rogelio Delgado se marchó fue reemplazado por el Tigre Traverso en su mejor momento, una fiera en la marca de la liga Argentina que apenas pisó suelo nacional impactó a todos siendo campeón y escogido el mvp de la liga. Otro que marcó a generaciones con su talento fue el Leo Rodríguez, un enganche canchero que aparte lo veía todo. Al Leo la U se lo sacó a River, al River de los 90, cuando parecía tener todo listo desde el Borussia Dortmund para arribar a la banda sangre. Ese tipo de gallitos se jugaban. Y no era difícil traer al nueve de Perú, Flavio Maestri.

Católica hizo lo propio. Al primero que trajo durante esa década con cartel de figura fue a la Vieja Reynoso, uno que volaba en River, y también lo hizo en la franja. El seleccionado argentino Sergio Vásquez fue otro que estuvo varios años en Católica marcando presencia y categoría. Al Charly, como le decían, incluso jugó el mundial del 94 con la albiceleste mientras defendía los colores de la UC. Colores que también defendieron el Pipo Gorosito y el Beto Acosta, de seguro la dupla más renombrada que llegó a enamorar para siempre a sus hinchas y a cualquier futbolero. El Pipo y el Beto siempre estuvieron en el radar de Basile, juntos le devolvieron el orgullo a San Lorenzo y llenaron de magia, goles y público San Carlos y todas las canchas del país. Magia y goles en un pack que ilustra el paladar de esos tiempos. Así como Caté, delantero de trayectoria en el fútbol de Brasil que la Cato descubrió que era lateral y lo llevó a jugar en Italia y después en Flamengo.

A los ya nombrados podemos agregar al fiero Marcelo Fracchia, seleccionado uruguayo en la Copa América del 91 que tras el torneo dejó su nombre para siempre en el corazón de Temuco, así como el boliviano Peña que, mientras era fijo en el once que llevó a su selección al mundial de 1994, hacía travesuras en el mediocampo del cuadro de la Araucanía. O el pelado De Luca en O’Higgins, un goleador de todos los domingos. O Dioni Guerra, el primer venezolano en el Conce y en darse a conocer en serio en nuestro medio. O Millón Melgar en el Everton, que jugó en Boca mucho tiempo y fue ícono de Bolivia antes de Etcheberry y Platini Sánchez. Hasta Kempes, sí, Kempes, la gran estrella del Valencia, de River, de Argentina 78, pasó por Chile y conoció las bondades de segunda y la pasión de los hinchas de Fernández Vial. Y de seguro me faltan nombres, porque siempre falta memoria, pero no tanto como para olvidarse de esa época, una en la que había estadios de tablones, canchas disparejas y pocas veces televisión, pero el glamour estaba dado por el cartel de algunos nombres, la idea del tapado, de semanas de altísima expectativa con los refuerzos, e incluso por dirigentes que podían darse el lujo de decirle que no a Ronaldo y no pasaba nada. #BB

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