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La Galerna

·13 de marzo de 2025

Ladran, luego cabalgamos

Imagen del artículo:Ladran, luego cabalgamos

Ladran, luego cabalgamos. Como es sabido, la frase no aparece en el Quijote, sino en la crónica universal del madridismo. Para desesperación de los perros, Sancho. Ladran y ladran, y vuelven a ladrar, los perros junto al río (no, no hablo del Manzanares, o eso creo) por ver a Dios nacer de blanco. Una y otra vez. Y otra. Eres como un río, como las gotas de rocío, Real Madrid. Imparable. Inacabable. Hermoso. Sorprendente. Inexplicable. Sin jugar a nada. Con el equipo hecho jirones. De aquella manera. Y de aquesta otra. De todas. Ya lo dijo Lineker, y si no lo dijo él sería por ese prurito inglés de eludir la obviedad: la Champions es una competición que juegan chorrocientos equipos y que siempre gana el Real Madrid. Sin jugar a nada. Con el equipo hecho jirones. Etcétera.

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Cada partido del Madrid es una fiesta. Y en Champions, una fiesta grande. Cuanto menos juega el Real Madrid, más grande es la fiesta. Para los madridistas, digo. Los rivales, claro, sólo pueden optar entre rendirse admirados a ese deus ex machina madridista que siempre obra el puñetero milagro de convertir la tragedia en un orgiástico gaudeamus justo antes de que baje el telón, o mandar al entrenador a la sala de prensa a improvisar una encuesta a mano alzada sobre la última deuda que el fútbol ha contraído con ellos. Después de haber mandado el juanfran al palo. O de un no te resbales, Julián, que tiés madre. La vida, esa zarzuela caprichosa. Excepto, ay, para el Real Madrid.


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La victoria a veces no llega, la vida, pero hasta que no llega siempre va a llegar. Ese es el elemento diferencial del Real Madrid, eso es lo que todos querrían tener pero sólo el Real Madrid posee. Eso es lo que todos los antimadridistas envidian por encima de todas las cosas

A trompicones. A ratitos. Con heroicas romanzas y con caídas de tensión dramática. Lo de casi siempre, o sea. A veces extasiante, otras exasperante. Pero avanzando. En cuartos, y tal.  De fracaso en fracaso hasta la victoria final. La victoria a veces no llega, la vida, pero hasta que no llega siempre va a llegar. Ese es el elemento diferencial del Real Madrid, eso es lo que todos querrían tener pero sólo el Real Madrid posee. Eso es lo que todos los antimadridistas envidian por encima de todas las cosas. Esa es la razón última de la inextinguible envidia que el Real Madrid despierta. Ese es la rabia de que está preñado cada ladrido. Sin brillantez, sin apoyos, sin juego, a menudo sin —ay— el respaldo de su afición, sin montura y a veces incluso sin caballo, el Real Madrid cabalga. Siempre cabalga. Nadie lo sabe tan bien como ellos. Sepámoslo también nosotros, madridistas.

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