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La Galerna

·10 de marzo de 2022

La silla de Alaba 

Imagen del artículo:La silla de Alaba 

Mucha gente anda a estas horas (escribo de madrugada) a vueltas con la silla de Alaba. Puede parecer solo un gesto espontáneo, transido del dadaísmo que a veces trae la euforia. Hay más. La silla patas arriba de Alaba es el mundo puesto patas arriba por el Madrid. El Madrid ha desafiado una vez más la lógica, los malos augurios (inevitables allá por el minuto 60) y todas las pizarras del panenkismo. Solo me queda esclerosis en las cuerdas vocales y la confianza de que sea pasajero. En 17 minutos desgajados no ya de la tónica general del partido, sino desgajados del mundo, Benzema obró lo inimaginable. Lo obró él con la ayuda del escudo del Madrid, valga la redundancia.

La silla patas arriba de Alaba es el mundo puesto patas arriba por el Madrid

Modric también es el escudo del Madrid. En ambos, en el francés y en el croata, se substanció el pánico de los de Pochettino en su particular espiral al infierno. Podría decirse que pecaron de exceso de confianza tras verse dos goles por delante y después de dos horas (París y Bernabéu) de franca superioridad sobre los blancos, pero no sería cierto. Es imposible que nadie tenga a estas alturas exceso de confianza contra el Madrid, a quien el planeta entero ha visto ejecutar cosas como estas tantas veces. Es el Madrid quien convierte cualquier confianza en excesiva, y lo hace desde la irracionalidad más absoluta. El Madrid entra en el laboratorio y la emprende a hostias contra las probetas. A lo mejor era eso lo que, en medio del éxtasis final en el Bernabéu, estaba haciendo Alaba agarrando esa silla y blandiéndola contra el cielo. Amenazando con volver a romper la crisma a la ciencia.


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Y eso lo hace Alaba, que acaba de llegar. Acaba de llegar pero ya se lo sabe. A la hora en que escribo estas líneas, hay tertulianos discutiendo cómo se hace eso de inculcar un modo de ser (el ADN, lo llaman, otro intento vano de biologizar un espíritu) de generación en generación. A diferencia de lo que pasa con otros, al Madrid se le entiende perfectamente, gana de puro furor por ganar (y mucho talento), pero no se le explica.

El Madrid ha desafiado una vez más la lógica, los malos augurios (inevitables allá por el minuto 60) y todas las pizarras del panenkismo

Claro que también hay factores estrictamente futbolísticos. Ancelotti podrá argüir que todo estaba calculado así, que los que revolucionaron el partido desde el banquillo no lo habrían decidido desde la titularidad. Vaya para él este asalto si a cambio promete no volver a encorsetar la bendita locura de ayer con su respeto melindroso al trienio. Alaba puso la silla patas arriba y el Madrid hizo lo propio con el planeta, pero quienes sacudieron el partido fueron Camavinga y Rodrygo. Tienen que jugar porque son el futuro con el que Benzema y Modric construyen el presente desde el pasado. También son el futuro Vinícius y Militao, que es nuestro Zelenski, como dice Jorgeneo. Lucas fue importante también sustituyendo a un Carvajal completamente negado ante un superlativo Mbappé. Kylian ya ha podido constatar lo que intuía, es decir, que noches así con completamente imposibles en el PSG. En eso, por mucho petróleo que tenga, tampoco se distingue el juguete del jeque de ningún otro equipo de medio pelo: noches así son imposibles en ningún otro lugar que no sea el Bernabéu.

Acumulo cuarenta y tantos años de testigo de prodigios vikingos, pero como lo de ayer no recuerdo nada. La esencia de las grandes noches europeas se concentró en una cápsula de bendita enajenación. Decía antes que al Madrid se le entiende pero no se le explica. En esos cuarenta y tantos años, no hay noche que explique como esta esa inexplicabilidad.

Getty Images.

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