REVISTA PANENKA
·20 de marzo de 2020
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·20 de marzo de 2020
La historia es poco conocida, pero con su pedagogía habitual, el periodista Alfredo Relaño la desgrana con detalle en su libro 366 historias del fútbol mundial que deberías saber. Viajamos a la Alemania del Este, concretamente al 19 de marzo de 1986, aprovechando el 34º aniversario de un partido que merece la pena ser recordado. ¿Fue una de las remontadas más épicas de la historia del fútbol o el partido más infame de la historia de los torneos europeos? Intentemos descubrir qué ocurrió. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el Dinamo de Dresde había sido tradicionalmente uno de los equipos más potentes de la RDA, la República Democrática Alemana, hasta que el máximo responsable de la Stasi, la policía política, Erich Mielke, lo desmontó para fundar el Dinamo de Berlín. Ocurrió en 1954. “El Dinamo de Dresde hizo el viaje inverso, y descendió a Segunda, con un equipo de suplentes y de juveniles. Poco a poco se fue reconstruyendo y en 1962 alcanzó de nuevo la máxima categoría, e incluso después obtuvo cinco títulos entre 1971 y 1978”, explica Relaño en su libro. Mielke volvió a hacer de las suyas para reconstruir el Dinamo de Berlín, que se proclamaría campeón de la DDR Oberliga entre 1979 y 1988. Cuentan los historiadores que los arbitrajes de aquella época eran escandalosamente favorables al equipo ‘oficial’ de la Stasi. Resignado a ser segundo, el Dinamo de Dresde jugó en Europa con cierta frecuencia. Lo hacía, cuentan las crónicas, con ‘topos’ de la Stasi infiltrados para evitar tentaciones de fugas o de asilos políticos en otros países. En la temporada 1985-86, le tocó jugar los cuartos de final de la Recopa con un equipo de la Alemania occidental, el Bayer Uerdingen, un equipo modesto y ascensor, que había dado la sorpresa la temporada anterior al derrotar al Bayern de Munich en la final de Copa. Las quinielas estaban claras, con el equipo de la RDA como gran favorito. No hubo sorpresas en la ida, disputada en Dresde el 5 de marzo de 1986: 2-0. Los jugadores que habían bebido del bote de su masajista llegan al vestuario mareados. Completan el viaje de regreso con terribles dolores de cabeza y convencidos de que han sido víctimas de un sabotaje La vuelta se disputó el 19 de marzo en el estadio de Grotenburg, muy cerca de la frontera con Holanda. Y al descanso, el Dinamo de Dresde ya ganaba 1-3, cumpliendo nuevamente los pronósticos. El entrenador de aquel equipo, por cierto, era Klaus Sammer. Su hijo Mathias, que por entonces tenía 19 años, fue titular. Ambos fueron testigos (víctimas, en realidad) de uno de los partidos más sorprendentes de la historia del fútbol: recién iniciada la segunda parte, en un parón del juego, el masajista del Dinamo de Dresde da de beber a varios de sus jugadores. Poco después, el equipo se viene abajo de manera incomprensible, como un juguete sin pilas. El Bayer Uerdingen se viene arriba y en poco menos de de media hora, entre el minuto 58 y el 86, marca seis goles. Gana el partido 7-3 y lógicamente remonta la eliminatoria. Los jugadores del Dinamo de Dresde que habían bebido del bote de su masajista llegan al vestuario mareados y vomitando. Completan el viaje de regreso a la RDA con terribles dolores de cabeza y convencidos de que han sido víctimas de un sabotaje, eliminados ante un equipo claramente inferior. “Mielke no podía consentir que ningún equipo de la RDA luciera más que el de la capital”, apunta Relaño en su crónica. Aunque fuese a costa de la gloria de un equipo del enemigo capitalista: el Bayer Uerdingen avanzó a semifinales de la Recopa, donde sería eliminado por el Atlético de Madrid. SUSCRÍBETE A LA REVISTA PANENKA Fotografía de Getty Images.